La presencia de Dramonzuk inspira terror en sus subordinados y enemigos. La masiva cantidad de energía mágica que expulsa provoca temblores a su alrededor y corroe el suelo dejando un camino de llamas y textura oscura con olor a quemado.
Musume mantiene su postura, pero teme por los heridos e inconscientes. Observa sus alrededores en la búsqueda de un camino seguro para que puedan escapar los que puedan y se lleven a los heridos. Una gota de sudor cae por su rostro mientras sostiene la espada. Ichika permanece a su lado junto con Kyubo.
Quien está verdaderamente iracundo y triste es Oscar, que al ver como el cuerpo de Arakneida se desintegra, mira a los destructivos con sed de venganza y muerte. Le da igual morir, solo quiere ser el que entierre su espada en el pecho de la criatura que masacró a su amada:
—Oscar. Tranquilízate. No es buen momento para dejarse llevar por la ira. —exclama Leza con calma.
—¿Acaso no estás viendo lo que ocurre? —pregunta, molesto.
—Puedo entenderte, pero es posible que no salgamos de aquí con vida o al menos enteros.
Oscar vuelve a mirar está vez a Dramonzuk y de inmediato sabe que están frente a lo que se considera como el “jefe final” del mundo. Una maquina de matar y destruir todo un mundo. El antiguo presidente de la A.C.C se aferra al cuerpo a mitad desintegrado de Arakneida. Ya no respira ella y su calor ha desaparecido. Sus brazos y piernas casi se han ido y el cabello entra en el espiral de desintegración.
La adrenalina con la que Leza buscó masacrar en batalla se esfuma cuando Dramonzuk se detiene frente a ellos. La sola mirada de él es lo suficientemente intimidante como para obligar a los cazadores a ponerse en guardia o que cunda el pánico. La mayoría quiere rendirse, pero Musume se los impide con palabras de aliento y un golpe de realidad de que los dragones no aceptaran prisioneros sino como alimento.
Dramonzuk, sin siquiera elevar suficiente, expulsa su poder mágico para envolver en un temor sin igual a los mortales. Para él son apenas microbios sin valor que no merecen ser eliminados por nadie de su raza.
Levanta su mano y señala con el dedo a Leza. La observa con un ápice de lástima ya que aún recuerda que antes de todo le tenía respeto y devoción por su fuerza y poder. Ahora verla con los humanos, defendiendo al usuario imperial, simplemente le duele en el orgullo:
—Dime…donde está el humano. —exige Dramonzuk.
—Olvídalo.
—No quiero matarte. Solo quiero que me digas donde se ubique. Si me lo dices puede que te perdone esta falta de respeto.
—¿Crees que falte a mi palabra con Martín? Le juré ser su aliada y por toda mi gente caída yo no fallo a mis promesas.
Dramonzuk mira a Musume cambiando de estrategia donde ahora sí busca intimidarla. Sin embargo, le sorprende que ni se haya arrodillado a pesar de verla nerviosa y apenas sostenida por sus piernas. El emperador de los dragones suelta una onda expansiva de puro poder mágico que hace estremecer la tierra y los corazones humanos. Ichika se tambalea, pero es sostenida por Kyubo y Musume sonríe para elevar la moral de los demás. Verla en ese estado donde a pesar de todo se la ve confiada es una inyección anímica que quizás contagia a las personas:
—Ichika ¿estás bien? —pregunta Musume.
—S-Si, pero ¿Cómo podremos salir de esta?
—Dudo que lo hagamos. —exclama la antigua top mundial, alejándose a la idea de que sobrevivan.
—¡Maldito seas Dramonzuk! —grita Oscar.
—¿Huh? —lo mira al hombre.
—¡Tu destruiste todo lo que amábamos! ¡¿y ahora quieres destruir más?! ¡vete a la mierda, maldito!
—Humano, eres demasiado molesto. Guarda silencio.
Con solo abrir un poco más sus ojos, una ola de llamadas se aproxima contra él. Apenas el contacto con cualquier superficie es suficiente como para incinerarlo en cuestión de segundos.
Leza se pone en el medio y extendiendo sus brazos recibe todo el poder del fuego de frente. Oscar se aferra a Arakneida anteponiendo su propio cuerpo al de su amada. Mientras, Musume ve como Leza es calcinada y si no fuera por su elevado poder mágico, habría desaparecido muy fácilmente.
La cazadora japonesa la socorre cuando aún está de pie, pero su piel se encuentra chamuscada. La intenta curar como puede con su magia de agua. No tiene éxito. Leza cae desmayada con intenso dolor en el cuerpo. La arremetida de Dramonzuk no termina ahí pues levanta su dedo índice hacia el cielo y las nubes carmesí se abren dejando pasar a una esfera deforme de fuego del tamaño de una enorme montaña de casi un kilómetro de alto y varios cientos de anchos rumbo al desierto de Gobi.
Impotentes, solo pueden ver y esperar al fin de todo. Kyubo se transforma en su forma de kitsune bestial y envuelve a Ichika con el cuerpo. Ella lo regaña y exige que no lo haga, pero el monstruo persiste y hace caso omiso:
—Si no van a decirme donde está ese humano, entonces no vale la pena mantenerlos con vida. —exclama el emperador.
—Esa cosa es gigantesca. No creo poder destruirla. ¿Qué hago? ¿Qué hago? —piensa Musume. Mientras, detrás de ella se levanta Leza con todo el dolor posible. Manifiesta un hacha enorme de hielo. Se pone en posición donde sus músculos aumentan de tamaño y lanza el arma donde se libera toda la presión posible para arrojarlo violentamente contra la esfera de fuego.
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Editado: 15.08.2025