Con el regreso de Martín, es tiempo de ponerse al día. Julio dispone una tienda para que él pueda descansar junto con Estela, pero antes, Martín pide poder estar afuera del estadio. Como todo buen fanático de San Lorenzo de Almagro, antiguo dueño de ese estadio, Martín se queda mirando de frente a la enorme estructura. Una lágrima se le cae de tan solo recordar los partidos legendarios que presenciaba de niño y joven. Incluso antes de todo ese cataclismo, iba con mucha regularidad a ver a su equipo junto con Arakneida y Lorkamos.
Detrás de él, unos brazos lo rodean por la espalda y siente un calor enternecedor que le da paz. Se da media vuelta y ve a Estela, con apariencia igual de hermosa que antes de toda esa absurda guerra. Él la contempla como si fuera una musa mitológica. Ella se aferra a él con todas sus fuerzas sin la intención de permitir que se vuelva a ir de su vida una vez más:
—Ya, ya, estoy aquí. No me alejaré nunca más amor. —promete Martín.
—Lo sé, pero no puedo evitarlo.
—Tranquila. —posa sus manos sobre el rostro de ella mira fijamente a los ojos. —Te queda muy bien el pelo corto. Muy…hermoso…
—G-Gracias. —responde sonrojada y en tono tímido. —También a ti.
—¿A mí?
—¿No te diste cuenta?
—¿Huh? —se toca la cabeza y nota que su cabello largo ha desaparecido dejando lugar a un muy bien estilizado corte. —Oh, sí. Recién me doy cuenta.
—Jajaja, se nota. Aunque no es muy propio de ti que esos detalles sean pasados por alto. Haaa, hay tanto que quisiera preguntar y temo por la respuesta.
—Si no quieres preguntar, no te sientas obligado hacerlo.
—Pero debo. Lo necesito.
—Entonces hazlo y yo trataré de responder. —toma su mano y aprieta con fuerza. Sea cual sea la respuesta emocional del muchacho, ella va a compartir su alegría o dolor.
Martín sonríe con gratitud. Luego de unos momentos, él toma su mano y lleva a dar un paseo a Estela mientras piensa que preguntarle. Que es lo que desea saber luego de cinco años de ausencia. Ya de por sí, le causa impacto saber que estuvo cinco años en una especie de coma inducido por la diosa oscura y eso le causa dolor en su corazón por haber permitido que sus seres amados hayan tenido que sufrir:
—Mi madre ¿ella…? —pregunta, lleno de dudas.
—Lo siento, ella no pudo sobrevivir al segundo ataque a Buenos Aires. Lucas y Claustro intentaron defenderla, pero solo recibieron severos daños. Nosotros…durante un año entero perdimos más de lo que deberíamos. —cuenta con lágrimas en sus ojos.
Martín siente mareos y cae de rodillas. Él temía que sus emociones hayan sido afectadas por su estancia en la dimensión de la diosa. Mira hacia el suelo del que se llena de lágrimas cayendo de él. Estela lo socorre con amor y contención envolviéndolo con sus brazos delgado. Mientras ella se aferra a él, tomándolo del rostro y apoyándolo en su pecho, Martín lanza un grito ahogado en un estallido de dolor que descorazonaría a cualquiera:
—Tranquilo amor. Estoy aquí. No estás solo. — lo acaricia con dulzura, aunque el dolor de él le pesa también. Entiende que quizás el llorar por su madre tiene que ser después de la guerra.
Luego de eso, Estela seca las lágrimas de Martín y lo besa en los labios en una respetuosa muestra de afecto. Con energía renovada y más tranquilo, el joven suspira y acomoda su corto cabello hacia atrás como si aún lo tuviera largo:
—¿Te sientes mejor? Si quieres podemos posponer la reunión.
—N-No, tengo un par de cosas que necesito decirles. A todos.
—¿Es de mucha urgencia? —pregunta Julio, apareciéndose por detrás de ellos.
—Julio. —deja escapar Estela.
—La situación es mucho más grave de lo que pueden imaginarse. —explica brevemente Martín mientras se da media vuelta y mira a Julio.
—Iré a reunirlos a todos. —dice Julio.
—Te lo agradezco. —exclama Martín.
—Y Martín. —dice Julio antes de preparar la reunión.
—¿Huh?
—Es un gran alivio que hayas vuelto.
—Gracias Julio. —dice con una sonrisa. —Yo también me alegro estar de vuelta y verlos a todos.
Al cabo de casi una hora, todo el gremio se reúne en la tienda en el que una larga mesa está en medio y sobre ella, un mapa del mundo con pieza ubicada en distintos puntos que indican a los focos de resistencia de los que se sabe algo. Martín se para frente al mapa donde todos los observan.
Martín empieza contando su vivencia en la dimensión, la naturaleza de su marca y sobre la diosa. Aquellos que apenas conocen a Martín como Charles, Bautista, Luciana y Steindra se quedan boquiabiertos ante la existencia de una entidad tan oscura que puede hacer lo que quiere sin que haya alguien que se oponga.
Estela no se aparta de su lado tomándolo del brazo y prestándole su fuerza moral para que no caiga en la desesperación y angustia con cada detalle inhumano de su experiencia:
—No puedo…creerlo…—deja escapar Octavio.
—Pasaste por todo eso y no lo sabíamos. —añade Macarena.
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Editado: 01.09.2025