Al día siguiente, unos estruendos violentos se oyen desde todos los rincones del planeta como el llanto sonoro de dolor. Los cazadores y monstruos, así como civiles se sienten atraídos por el extraño fenómeno. Miran hacia el cielo relámpagos negros y carmesí surcando los cielos.
En menos de media hora setecientos rayos caen a la tierra en distintas partes de Capital Federal y Gran bueno aires. Algunos de ellos en ciertos refugios, causando muertes y severos daños. Esos rayos no son de origen natural sino producidos por el descomunal poder, pero a la vez que inestable de Dramonzuk.
Martín se levanta repentinamente entre sábanas que cubren su cintura hacia abajo y Estela, quien yace junto a él desnuda y cubierta por las telas. La mira unos breves instantes y sonríe. Luego se acerca para besarle la cabeza.
Las luces surgidas del cielo atraen las miradas de todos los humanos y monstruos por igual.
Se siente un escalofrío por cada vez que se ve ese fenómeno. Martín sale de su tienda con su clásica vestimenta con la que solía ir a cazar monstruos en las mazmorras. Está inquieto por lo que ve y no es el único, puesto que sus familiares y Steindra sospechan que es algo demasiado oscuro y tenebroso como para tomárselo a la ligera.
En el camino se encuentra con el dragón dorado, antiguo comandante de Dramonzuk y anterior líder de los destructivos cinco. Cruzan mirada muy brevemente generando una enorme tensión hasta que el joven sonríe y la estrecha la mano al monstruo a lo que también responde con el mismo gesto:
—Steindra ¿verdad? — pregunta Martín.
—Si. —responde el dragonoide dorado.
—¿Podemos hablar un momento?
—Seguro.
El dragón sigue al usuario de la marca imperial, confiando a pleno en el humano y las historias que llevan su impronta. Lo observa por detrás y se pregunta acerca del peso que conlleva para ese chico el liderar a la resistencia de los humanos y la lucha que tiene que lidiar contra la diosa oscura. No alcanza a dimensionar todo eso.
Martín lo lleva a las afueras del estadio, allí donde también habló con sus familiares el día anterior:
—Quiero preguntar algo, Steindra. —exclama Martín.
—Si, claro. Dime. —responde.
—Fuiste el líder de los destructivos cinco ¿cierto?
—Es cierto, y aunque estuve desde sus inicios, ese grupo representó lo peor de mi en aquel entonces.
—Ya veo. ¿Tienes algo que deberle a Dramonzuk?
—¿Cómo? No comprendo.
—Me refiero a si tu lealtad está con ellos en algún mínimo porcentaje. No quiero parecer hostil ni nada por el estilo. Tu historia me parece increíble. Es solo que…ningún subordinado deja en su totalidad a su raza. No es como el caso de Arakneida, Lorkamos, Kargroot o Cromana que lo hicieron en distintas circunstancias.
—¿Te refieres a si tenga la conexión con el emperador al tratarse de mi creador?
—Si. Quizás no lo sepas o ignores, pero sigues siendo su subordinado y cada cosa que hagas o pienses, él simplemente lo sabrá. Sumemos al hecho de que mi mundo ahora es el suyo hasta que no lo eliminemos o quitemos su influencia ¿comprendes?
—Si, lo entiendo.
Steindra se queda pensativo.
Los humanos lo habían encandilado por su sacrificio, resistencia y resiliencia al punto de conmoverlo. Siendo un guerrero gallardo y orgulloso, no ocultó sus deseos de ayudarlos. Ahora que Martín le dice esas cosas, se siente culpable como si estuviera haciendo el mal para ellos:
—¿Significa que todo este tiempo estuve poniéndolos en peligro? —piensa con angustia que no puede ocultar en el rostro. Se toma la cara con una mano y da media vuelta. Martín le da su espacio para lamentarse. — Esos niños, las chicas, Bautista y Charles ¿Cómo podré mirarlos a los ojos? —murmura débilmente.
—No es para angustiarse. Te tengo una propuesta que quizás te ayude a romper con esa conexión.
—¿Qué propuesta?
Martín extiende su mano derecha de la cual se manifiesta una marca iluminada con maná carmesí cuya figura es una “M” estilizada con trazos finos y llamativos. Los ojos del chico se manifiestan con auras carmesí y se desprende de su cuerpo energía mágica. El cabello se le eriza, pero lejos de aparentar hostilidad, ese maná es cálido y nada violento.
Steindra cae de rodillas, impactado por tanto poder frente a él.
El rostro de Martín se funde en una expresión serena. Ha alcanzado un nivel de dominio de la marca imperial como nunca antes en la historia. Levanta su mano y al instante se manifiesta un círculo mágico que los rodea solo a ellos.
Una respuesta es lo que necesita Martín a continuación de la pregunta que le hará:
—Steindra, dragón dorado.
—…—se queda en silencio, en shock.
—Te ofrezco la posibilidad de convertirte en mi familiar. —le extiende una vez más su mano.
Si Steindra accede y toma la mano de Martín, entonces una marca se dibujará en el rostro del monstruo y luego accederá a un poder inmenso junto con el cambio a una forma humana y otra más perfecta que su yo actual.
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Editado: 15.08.2025