En algún lugar de las frías estepas siberianas, donde aún las temperaturas persisten a pesar de los efectos del poder mágico e influencia del emperador dragón, Dramonzuk lanza gritos sin parar. Eso lleva haciendo desde hace varios días.
Ni Doromak, ni Erezzia saben de qué manera actuar pues si quieren hacer que se calme, pueden sufrir heridas por parte de los rayos y llamaradas que expulsa el cuerpo. Tan solo ven como se retuerce de dolor con las manos sobre la cabeza y sus ojos se tornan en color blanquecino.
La voz en forma de un feroz y penetrante zumbido en su mente destruyen con lentitud la cordura de él.
Una y otra vez es expulsado de la dimensión oscura, siendo una especie de amenaza que, a diferencia de Martín, intenta escapar para luego ser succionado como si fuera una especie de agujero negro. Se resiste como puede y con todo su poder hasta que cae en un espacio infinito oscuro, pero no es como él lo conocía, más bien es un lugar partido en varios pedazos como si fuera un vidrio resquebrajado y a un costado, muy cerca, hay una figura negra tambaleante.
Se la oye murmurar en un tono peligrosamente macabro:
—Jamás imaginé volver a verte pedazo de basura. —exclama Dramonzuk sin temerle.
—¿Cuánto tiempo pasó? ¿varios cientos de miles o millones de años humanos? —pregunta la figura de la diosa de la que solo se ve la silueta.
—¿Por qué no te dejas ver? Ya se cual es tu verdadera apariencia. No me das miedo.
—Temer ¿temer? Nunca he pensado en que me tengas miedo. Solo eras una marioneta a la que yo manipulaba.
—Tienes agallas de decir esas palabras frente a mí.
—Haaa, el orgullo es algo muy humano.
—¡No soy humano imbécil!
—Oh, pero si lo eres, cariño. Tan solo te reúsas a aceptarlo, pero tus recuerdos nunca estuvieron comprometidos. Por más poderoso que seas, emperador, no eres más que un producto de lo que yo desee que fueras.
Tiene el impulso de responderle, si no fuera porque todo lo que ha dicho es cierto. Sus recuerdos dolorosos que sin descanso intentan de recordarle su vida pasado y que la mera existencia de su figura es gracias a el poder de seres fuera de toda lógica mágica o humana.
Es parte de los experimentos de los dioses oscuros y no cambiará en lo absoluto. Tampoco tiene la intención de querer escucharle a lo que tenga para decirle. Toda propuesta y recompensa son insultos para el emperador dragón. No cambiaría nada por su dignidad y orgullo. Quizás hay algo que logren atraer su interés en casi la totalidad:
—Escuchar. Quiero que hablemos un poco.
—¿Qué mierda quieres?
—Te tengo una cierta propuesta.
—¡Ja! ¡me cago en todo lo que tengas para decirme!
—Créeme que es algo que incluso tu no podrías rehusarte.
—¿Huh?
—Pues recuperar tu mundo siempre y cuando aceptes mi propuesta.
Aprieta el puño y de su boca intenta lanzar una llamarada que apenas sale y a mitad de camino desaparece por mera acción de la diosa. Aun así, Dramonzuk persiste con su actitud feroz. La mira con desprecio. Su dignidad, la única fuente de humanidad que conserva, está siendo herida aún respirando el mismo aire pútrido que esa criatura tan despreciable.
El rostro de la diosa no se inmuta ni ante la falta de respeto por parte de la criatura. Tan solo es un apestoso insecto pero que aún puede servir a una causa determinada.
Desde ese encuentro con Martín y la manifestación de la única arma capaz de hacer daño y hasta incluso matar a los dioses, ella tiene una misión concreta y es eliminar todo rastro del joven y su mundo. Declara con su cuerpo que no existe nada ni nadie capaz de detenerla con el tiempo alzamiento de ambas manos y de la piel brotando liquido negro mientras sonríe.
Ese aspecto tano grotesco que empeora cada segundo no es más que el principio de la emoción primordial humana y de toda existencia mortal, el miedo.
Dramonzuk no se deja amedrentar. El orgullo aún lo mantiene con vida y cuerdo ante un universo distinto. No obstante, la situación cambia cuando se le aparecen figuras que rompen con su imponente temperamento y porta mental. La figura de varias personas con ropajes pobres y rostros felices. Sin embargo, una persona destaca del resto haciendo que el gran emperador se quiebre en pedazos. La dimensión se abre dejando entrar una luz solar y allí se ve un mundo con bosques, montañas, ríos, lagos, nubes blancas y cielos celestes.
Cada imagen lo golpea al gran dragón con gran emoción:
—¿Ahora quieres escuchar mi propuesta y por supuesto tu recompensa? —pregunta la diosa con sonrisa perversa llena de liquido oscuro brotan de la boca.
—¿Q-Que es esto? —se queda perplejo del emperador dragón.
—Tan solo es un vistazo a lo que podrías lograr si tan solo aceptases mi propuesta. Ahora bien, te preguntaré de nuevo. ¿Quieres saber que quiero de ti y lo que vas a ganar?
—¿Qué es lo que quieres de mí?
—Así me gusta. Tan solo quiero tu lealtad en mi encrucijada contra Martín.
—Quieres que lo elimine porque te representa una amenaza potencial. No, ya lo es. El simple hecho de que estés tan desesperada por eliminarlo me hace pensar que porta algo con lo que puede traerte problemas o…mucho peor.
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Editado: 06.09.2025