—¿Huh? Parece que Andrusiel está con muchos problemas. Que decepcionante si no puede vencer a un montón de insectos. Esto se está prolongando demasiado. —piensa Dramonzuk.
Cromana y Julio avanzan por detrás del emperador dragón, mientras que Macarena y Lorkamos lo hacen a los lados y William al frente. Sobre sus cabezas, el cielo se envuelve en un color carmesí intenso con nubes negras y peligrosos destellos eléctricos de puro maná. En un instante se vuelve un mar de llamas a las alturas.
Todo lo que ese cielo toca, es quemado hasta los huesos. No sobrevive ningún dragón aliado a Dramonzuk. No es como si le importase al emperador.
El poderoso monstruo despliega una vez más su poder mágico en todas las direcciones posibles empujando a sus enemigos varios metros poniéndolos en peligro por los efectos de tan nociva energía.
Macarena y Lorkamos defienden a Arakneida, quien aún sigue recuperándose del desgaste físico y maná. Usan su magia para crear escudos bastante duros y grandes que soporten el envestida del aura expulsada. Logran soportarlo, pero Arakneida se preocupa de que ellos estén tan pendientes de su seguridad por lo que les dice:
—La batalla…es allá…no se preocupen por mí. Vayan y luchen como nunca lo han hecho. Enseguida estaré con ustedes.
—¿Qué? Pero…—exclama Macarena.
—Si. —dice Lorkamos. Una vez termina el despliegue de poder, toma de la mano a Macarena y ambos van hacia donde se encuentran sus compañeros. Se ve en aquella dirección como William arremete con todo su poder dando un puñetazo de lleno contra el suelo. Dramonzuk lo esquiva y el impactado levanta toda la nieve y tierra elevándose a las alturas.
Julio salta cargando con su claymore de fuego por la espalda del monstruo mientras que Cromana dispara sus estacas sangrientas por el frente. Ambos ataques impactan, pero en el momento en que golpean la dura y gruesa piel de Dramonzuk, este se envuelve por sus alas y gira sobre su eje transformándose en una especie de taladro que repele tanto el filo del hacha como las estacas.
William da un salto y cuando Dramonzuk abre las alas recibe el enorme puño en el rostro que lo manda a volar contra las largas extensiones del Bosco di Segna. El grupo, con ayuda de Arakneida, se traslada allí, ya que fue enviado varias decenas de kilómetros. Una vez allí, ven como asciende una figura tras hacer explotar en pedazos una fracción considerable del bosque solo con el batir de sus alas.
Lorkamos usa su zona maná, la cual convierte su poder mágico en un arco con tal capacidad de congelamiento que cualquier monstruo menor a rango S+ automáticamente deja de moverse y es convertido en un enorme cubo de hielo hasta que él lo decida.
El alto elfo de hielo acomoda su cabello largo y de entre sus dos dedos largos de la mano se forma una flecha azul de la que emite una temperatura extremadamente baja incluso entre los monstruos de alto nivel. Lo coloca cuidadosamente en la cuerda e intenta apuntar. Espera el momento adecuado que se media entre su respiración lenta y la mirada fija sobre el objetivo. Sin duda es el mejor con los ataques a distancia.
Macarena, Cromana, William y Julio cruzan miradas y asientan sabiendo lo que deben hacer. Se ponen al frente de Lorkamos, dejándole solo a Dramonzuk. Ellos van a protegerlo cueste lo que cueste.
Dramonzuk los ve y con sus alas agitándose una sola vez, se lanza a una velocidad asombra que acorta a la mitad de la distancia en solo cinco segundos. Sin embargo, Lorkamos sonríe mientras el vapor gélido lo rodea de forma danzante y cuando lo ubica, suelta la flecha y esta sale disparada violentamente:
—¡Ahora! —grita Julio.
—¿Huh? —deja escapar Dramonzuk cuando ve a la flecha y al mismo tiempo varios círculos mágicos se dibujan a gran escala. No solo son enormes, sino que se ven de a decenas. —¿Qué es lo que quieren hacer ahora?
El monstruo detiene su incansable paso. Cuando lo hace, la flecha da en el pecho liberando todo el poder acumulado congelándolo al instante, pero él no es normal sino una bestia, un monstruo entre monstruos corrompido por la sed de venganza contra la diosa oscura y las ansias de recuperar su mundo perdido, un ataque de esa naturaleza no significa nada para él.
Su cuerpo expulsa todo el frio y con su mano quita la flecha del pecho. Deja atónito a Lorkamos, pues su ataque más poderoso no sirvió de nada contra el enemigo. Macarena lo anima gritando:
—¡Tranquilo Lorki, cada ataque sirve no importa si no ocasionamos daños!
—Si, pero…
—¡No tenemos que vencerlo aquí sino detenerlo hasta que Martín derrote a la diosa oscura! ¡nunca olvides eso por favor!
—¡Si, tienes razón!
El alto elfo de hielo pega un grito de guerra tan sonoro que acompaña con disparos frenéticos con su arco. Sus reservas de maná se agotan muy rápido, pero dispara incluso varias flechas al mismo tiempo:
—Cromana, Macarena, Julio, vamos con todo. No piensen en las heridas ni el dolor. Tampoco el agotamiento. Hagámosle sentir todo el poder de la humanidad. —arenga William y choca sus nudillos entre sí. Su cuerpo se expande aumentando de tamaño. El cabello se alarga y las venas se hinchan. Destellos eléctricos cubren su piel con intervalos de segundos. Sus ojos despliegan aura carmesí.
—Sin reservas ¿huh? Me parece bien. —exclama Julio. De su espalda salen alas en llamas y sus ojos se envuelven en color carmesí con aura desbordando de ellos. Sus pasos dejan el suelo quemado.
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Editado: 18.09.2025