Dentro de la dimensión oscura, hogar y dominio a su vez de la diosa corrupta…
Martín se debate entre dejarse influir por las bellas y seductoras palabras por parte de la diosa oscura, con promesas de que fuera feliz por toda la eternidad mientras esté su consciencia dentro de ese lugar y oponérsele, prometiendo que nada de lo que haga servirá.
El argentino duda de si mismo y al ver a tantas personas amadas incluyendo a su madre y su padre, deja de mantener su guardia en alza y la daga que sostenía en su mano la suelta, cayendo al suelo y está siendo absorbida por la oscuridad líquida.
La diosa se regodea por la victoria, frente a la voluntad del humano.
El cuerpo del humano es cubierto por el espeso líquido. Primero lo cubre en las piernas, mientras que sus conocidos lo abrazan con miradas vacías y sonrisa que no se ven humanas, sino artificiales. Esa creación que la diosa ha preparado en su despecho y locura sirve para atentar contra el corazón de cualquier ser sensible. Martín no es ajeno a eso. Es un justo merecedor de ser llamado bondadoso frente a tanta malicia a su alrededor:
—¿Cómo te sientes ahora Martín? ¿no te sientes feliz? ¿no te sientes por fin completo? Solo esto necesitabas. Reencontrarte con los tuyos y vivir por siempre en este estado de gracia.
Martin abre su boca, intentando decir algo, pero el éxtasis que siente de estar entre aquellos a los que jamás pensó volver es tan bello que las palabras no salen. Apenas un murmullo se escapa:
—N-No…
Apenas un leve fragmento de resistencia proveniente de su subconsciente es lo que sale:
—¿Cómo dices? —pregunta la diosa oscura. No deja de sonreír y no parece que eso cambie. Todo lo que ocurre es porque ella así lo quiere.
—Yo…—exclama apenas Martín. Intenta repetirle esa negativa. —N-No…lo…creo…
—Creo que no has visto lo suficiente. Mira a tu alrededor. Tienes a tus amigos. A tu familia. A tu amada. ¿Qué más podrías desear?
El cazador trata de mover su cabeza para negar. Una fuerza invisible impide que haga algún movimiento indebido. La diosa lo tiene completamente inmóvil y cualquier que sea lo que piense, si ella no quiere entonces no podrá hacerlo.
Al final es su dominio donde se encuentra Martín y eso se mantendrá lo quiera o no.
Cada palabra que sale de la boca de la diosa, viene acompaña por un intenso y punzante dolor en todo el cuerpo del chico. Las venas de él resaltan con un color negro que recuerda al abismo.
No había sentid un dolor tan agudo en su vida como el que se expanda por todo el cuerpo.
Los alaridos de dolor apenas salen de su boca y deleitan los oídos de la diosa como un coro perverso que enaltece su condición de entidad fuera de toda lógica:
—¿Ahora estás entendiendo que no puedes negarte ante lo inevitable que es para ustedes los eres inferiores? Vamos Martín, es casi un hecho que deseas rendirte. Haz caso a tu corazón y vive por siempre con tus seres queridos. —insiste con una sutileza y capacidad de convencimiento tan eficaz que cualquiera de mente débil puede aceptar al instante. Martín no es cualquier persona, se resiste porque sabe que la diosa no desea lo mejor para él sino acabarlo como la amenaza que es para ella.
La figura de Martín es cubierta por aquel líquido hasta la mitad del torso. Sus brazos aún están fuera del alcance, pero no durará mucho. Es como si esa cosa viscosa tuviera vida propia y actuase por los propios deseos de la diosa:
—¿Quieres saber la verdad de todo esto? Toda esta guerra, me importa muy poco. Tu mundo tan pequeño ¿sabes? Por alguna razón me atrajo a él. Y particularmente no fui su creadora, pero hubo un algo que me hizo fijarme en él y desear jugar. Llevé las mazmorras a él y moldeé a tu mundo para que se convirtiera en mi tablero para jugar. Si, al principio me sentí inquieta cuando se fueron desarrollando a esa velocidad, pero luego lo pensé mejor y dije “quizás, aquí encuentre a esa marioneta que pudiera arrebatarme el aburrimiento y me permita sacar mejores resultados. Dicho y hecho, fuiste tu el mejor resultado. —exclama la diosa con aire de orgullo.
Martín no puede responder, pues lucha contra el liquido viscoso que provoca mucho dolor en él. Sumado a esto, siente la presión de las figuras de sus seres amados y conocidos rodeándolo y murmurando a su oído que los siga a ellos y olvide su misión.
El ambiente empieza a oler a una asquerosa podredumbre imposible de respirar. Es como si la basura y cuerpos en descomposición convergerán en un mismo lugar, atosigando sin control las cavidades nasales. No vomita porque su autocontrol es demasiado grande, pero Martín se siente mareado. Sus manos tiemblan y siente debilidad corporal.
Su mente colapsa y lentamente la presión de esa dimensión, tan brutal para los seres cuya consciencia no está al nivel del de los dioses oscuros, produce que viaje miles de años en el futuro y luego retroceda.
La misma dimensión se mueve con la diosa como una especie de compositora que con cada movimiento de sus manos altera el tiempo y el espacio. Como lo hizo la primera vez que Martín cayó a ese espacio fuera de toda regla natural:
—Me duelen mucho mis extremidades. Me arden los ojos. No siento las manos ni piernas. Siento que estoy por estallar. Dios, no creo poder soportar esta presión. —piensa Martín. Ve como el líquido llega hasta su cuello y empieza a corroer los brazos partiendo de los hombros en adelante.
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Editado: 12.10.2025