Limit Breaker volumen 7: La cacería final

Capítulo 36: El éter, la forma primordial del maná

La penumbra que envuelve al abismo engulle hasta que queda por fuera la cabeza de Martín y apenas su mano derecha levantada, intentando resistirse al destino que esa deidad le quiere imponer. Esa presión tan sofocante. Ese olor nauseabundo a carne podrida. La perpetua oscuridad que, si no fuera por la escasa luz que emite la diosa, no sabría donde se encuentra.

Su mente no podría sufrir más el enviste de los años que pasan fugazmente, pero se mantiene cuerdo todo lo que puede con la esperanza de que pueda salir de eso.

La mano levanta se deja caer ante la falta de fuerza. Sus ojos se van cerrando mientras el líquido acaba por subir hasta sobre él. Tan solo se ve ahora una pequeña montaña negra de líquido viscoso y una criatura femenina sobrevolando, riéndose y mofando de la resistencia de aquel chico.

Ese líquido lo lleva a tener visiones y delirios que van y vienen, una y otra vez. Cuando se da cuenta Martín, está flotando sobre un espacio sin luz, sin espacio, sin tiempo y completamente desnudo. No hay sonido. No sabe si está ciego, pues no ve nada en el horizonte. Empieza a temer porque sus sentidos están neutralizados y la movilidad completamente reducida. Una leve sacudida en sus dedos lo lleva a tener un poco de tranquilidad.

Mira hacia arriba luego abajo. Sigue viéndose como en una penumbra oscura. Se desespera, por al menos, nada o moverse sea como sea para llegar a algún sitio.

Tras un tiempo incierto intentando eso, Martín se pone en posición fetal y una lágrima cae desde su rostro:

—¿Qué es lo que estoy haciendo? Desde el principio sabía que esto sería inútil y aun así…me tuve esa confianza tan ciega. Que tonto resulté ser. —piensa en voz alta.

Una voz que resuena como un eco en su cabeza lo inquieta, pues no es como la de la diosa con sus mil facetas de manipulación que alternan entre lo maternal y lo sádico sino una que se asemeja a lo rustico pero que le llega como si fuera su padre:

—¿Enserio vas a rendirte?

—¡¿Qué es…?! ¡¿Qué es esa voz?!

—No tienes que alterarte. Ya tuvimos la oportunidad de hablar. ¿Qué? ¿ya te olvidaste?

—E-Eres…

—Si, tu predecesor, bueno en cierta forma.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde estoy?

—Bueno, si lo preguntas, diría que hemos perdido, todos. Ya no hay esperanza y me temo que vas a quedarte aquí hasta quien sabe cuándo.

—No…es imposible…

—Es lo que pasa cuando quieres enfrentarte a esta bastarda sin un plan de preparación o al menos tener en claro que harás.

—Supongo que no supe visualizar las cosas. Me confíe demasiado.

—Si, así es. Muy joven para darte cuenta de ciertas cosas, pero…ciertamente superaste muchos parámetros que nosotros ni imaginamos.

—¿Cómo qué?

—Puedes imaginar que cosas.

—¿Huh?

Martín espera comprender lo que esa voz le dice. Es incluso más confuso que lo que la diosa le decía, pues parece más una especie de guía que alguien buscando algo en concreto. Si bien es parte de un conjunto de millones y millones de almas buscando venganza por lo que la diosa ha hecho a mundos enteros, también quieren que Martín se fortalezca para que el enfrentamiento en esa dimensión no le ocasione daño en su mente, corazón y alma, por lo que se podría considerar un intento para volverlo más fuerte incluso en ese ambiente severamente hostil.

Todo su cuerpo se contrae por la presión sometiéndolo todo el tiempo. Grita con alaridos de dolor ya que sus músculos no dejan de torcerse y reventar algunas venas. Es un dolor indescriptible. Mientras tanto, esa voz lo intenta guiar para que no se vea sucumbiendo ante ese dolor:

—¡Chico, sigue mi voz, no dejes que este lugar maldito te destruya físicamente o sino puede que no logres volver!

—¿Volver? —dice en voz baja Martín.

—Si, porque ella lo que quiere es que no salgas nunca y todo para que Dramonzuk venga y elimine tu forma física.

—E-Es que…es demasiado dolor para mi…es…

—¿Inhumano?

—Si.

—Créeme que también lo he sufrido en su momento. Donde yo y otros fracasamos, tú vas a triunfar.

—Me duele todo el cuerpo.

—Y vas a seguir sufriendo daños.

—Entonces ¿no tengo más esperanza aquí?

—Ya te lo dije, tú vas a triunfar cueste lo que cueste.

—¿De qué manera?

—Hay una manera parece vencer a estos supuestos dios. Una manera que desconocen pero que en mis días investigué de todas las formas posibles. No pude encontrar las respuestas en mi mundo así que tuve que indagar más y más hasta que casi me vuelvo loco. El castigo que te imponen, supongo. Por eso es que a veces buscan ser adulantes para evitar que busques lo que ellos no quieren.

—Durante años creía que ella era alguien en quien confiar.

—Porque buscaban que no sientas dudas hacia ellos.

—¿Y bien? ¿Qué descubriste?

—Una forma tan antigua de maná que nos antecede a todos. Recorre tu cuerpo como energía a través de tus venas en el color que caracteriza a tu magia. En tu caso sería el rojo y su nombre…es “éter”.




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