Limit Breaker volumen 7: La cacería final

Capítulo 39: La niña que llora en la soledad infinita

La zona maná, muchas veces vinculada con demostración del potencial en un cazador o monstruo cuyo rango es extremadamente alto, pero su significado va más allá de lo que se cree. Cuando el usuario está listo y lleva tiempo entrenándose para saber controlarlo, adopta características que son propias. Zonas maná que destrozan al enemigo. Zonas maná que crean estructuras que manifiestan la fortaleza interna del usuario. Muchas son las variantes, pero indudablemente es inexistente la que aboga por los demás. Hasta ahora.

Sobre el planeta se dibuja con líneas cálidas color carmesí un gigantesco circuito mágico y dentro de la esfera celeste, un sin fin de pequeños puntos aparecen en todo el mapa global.

La zona maná, Limit Breaker, potencia a niveles extremos el poder de los cazadores y en muchos casos se suceden dobles despertares. Cazadores de rango C o B, ascienden a S y aquellos ya posicionados como SS entonces logran igual a los poderosos antiguos emperadores.

Martín se ha guardado esa gran carta sereta para que cuando llegado el momento igualar las condiciones en todo el mundo.

A pesar de su masivo gasto de maná, el poco que le queda en el cuerpo y es rechazado por el éter, Martín se mantiene de pie gracias a que la moribunda Leza le entregó todo lo que su cuerpo aún tenía de energía mágica. Él sabe de aquel sacrificio y no dudará en vencer. Pero la diosa se da cuenta del esfuerzo del muchacho y lo ataca con numerosos picos oscuro que lo obligan a esquivar y forzando su cuerpo a actuar rápidamente, logra sortear los peligrosos ataques.

Mientras tanto en la tierra, Estela siente que su cuerpo entra en un estado de paz y sus heridas desaparecen. Tanto ella como sus amigos y aliados se sienten de la misma forma. Casi como si algo los poseyera.

Arakneida y Julio, con lo perceptivos que son, se percatan de primera mano eso:

—Esta sensación es muy cálida. —piensa Julio y observa con detalle como de la palma de sus manos salen pequeñas estelas rojas.

Arakneida vela por los últimos momentos de Leza, junto con Estela, Macarena y otros tantos más que han sabido compartir con la emperatriz salvaje los últimos cinco años de lucha. También los subordinados de Leza la acompañan mientras sufren los efectos de la desintegración.

—Dramonzuk, se acabó...no...diosa perversa. Deja al emperador dragón y enfréntanos con tu propia fuerza. —desafía Arakneida con una voluntad que se nota en la voz.

—¡Ja! ¡¿crees que soy ignorante o con inexperiencia para no darme cuenta de cuando una batalla no se puede ganar?!

—Que yo sepa...te encuentras obligada a permanecer con una forma no física.

Los ojos de Dramonzuk se abren, demostrando que detrás, Andará esta inquieta. Arakneida presiente con mayor fuerza las emociones y lo que vive Martin ahora con el poder que la ata a él gracias al éter.

—¡Mierda! ¡¿cómo es posible que se haya dado cuenta?! ¡subestimé excesivamente a estos malditos monstruos y su conexión con el humano! No me había dado cuenta de que este mocoso fuera tan importante para ellos como para enfrentarme. Y lo que es peor...me estoy debilitando cada vez más por permanecer en un mundo que me rechaza. —piensa Ankara.

El cuerpo de Leza termina por desintegrarse sin dejar rastro, pero con una sonrisa feliz. Sus subordinados se van con ella hincados de rodilla mostrando el máximo respeto. Incluso entre los camaradas del gremio humano y compañeros monstruos hay tristeza profunda.

Estela, quien sostenía su mano hasta el final, se pone de pie cabizbaja y con su espada empuñando con fuerza. Arakneida se da media vuelta y ve que al poder proveniente de la zona mana de Martin se suma el aura del elemento que domina ella:

—Estela, comprendo tu dolor ante la pérdida. Incluso yo...—la consuela hasta que Estela interrumpe amablemente.

—Descuida. No dejaré que me desmotive. No en esta batalla tan crucial.

Estela agita su espada hacia un lado. Avanza unos pasos hasta ponerse a la par de Arakneida:

—¿Una última vez? —pregunta Arakneida, sonriendo.

—Ha sido un viaje tremendo. De enemiga a una de mis mejores amigas. Lo que es la vida.

—No te me pongas así, querida. Vas hacerme llorar y en este momento no quiero. —tuerce sus manos formando hilos qué se desprenden de las yemas de los dedos.

—Ya lo discutiremos tomando café. —levanta la espada de filo verde.

—¡Jajaja! ¡¿siguen creyendo que pueden enfrentarme?! ¡lamentable! — exclama Dramonzuk, mofándose de las dos.

Detrás de ellas se acercan Julio, William, Lorkamos, Cromana, Steindra. Al otro lado Macarena, Kargroot, Bautista, Bao, hacen retroceder a las hordas qué antes parecían incontenibles.

Los números se reducen gracias a los aliados que no dejan de llegar. Ahora llega una coalición de Senegal, Ghana, Nigeria, Sudáfrica, Annobon y Argelia siendo liderados por una vieja conocida de William. Musume, Ichika y la coalición europea de Marcos arrasa a todos los monstruos dragones.

La expresión de Dramonzuk es de una extraña mezcla entre shock y satisfacción al ver como caen las hordas de monstruos una tras otra. El emperador sigue luchando contra Ankara para recuperar su cuerpo.




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