Limit Breaker volumen 7: La cacería final

Capítulo 40: El nuevo orden que da esperanzas al mundo

Martín, se queda maravillado por el paisaje que se encuentra ante él. Millones de estrellas iluminando el espacio, planetas girando y el sol brillando con intensidad. Aún flotando y casi sin fuerzas, se permite unos momentos para maravillarse ante tal vista:

—Que hermoso. —murmura mientras sus brazos caen y cierra los ojos lentamente mientras va descendiendo.

Cae desmayado a miles de kilómetros de altura. El frio gélido golpea su cuerpo, dañándolo severamente y causando moretones, así como rasguños.

Su cuerpo, sin la influencia de la activación del éter empieza a sufrir la aceleración del desgaste físico aún sin que Martín se percate. Desde abajo, Julio ve que una figura está cayendo a muy gran velocidad. Nota que es el cazador y lejos de alegrarse porque por fin ha derrotado a la diosa, entra en estado de alerta y avisa a los que puedan prestar apoyo:

—¡Maldición, es Martín! —grita Julio.

—¡¿Qué?! —se altera Arakneida.

—No, Martín. Si no logramos alcanzarlo, su cuerpo podría sufrir severos daños. Aun así…— Estela mira a todos los cazadores. La condición de cada uno es peor que el otro. Hay heridos graves. Cazadores ya sin maná y hasta inclusive quienes ya no tienen fuerza. —Bien. —vuelve su mirada hacia Martín. —¡Julio, Arakneida…!

—No hace falta que lo digas. —Arakneida sobrepasa a Estela junto con una enorme cantidad de cazadores y monstruos, sorprendiendo a la chica. —¡Magia arácnida: extensiones de soberanía!

Arakneida despliega una enorme cantidad de telaraña que cubre varios edificios y los conecta entre sí. Todo esto se construye debajo del trayecto que sigue Martín:

—¡Julio, rápido…! ¡¿huh?! —Arakneida se queda congelada y cae de rodillas. Lo mismo ocurre con Julio. La inmensa mayoría de los que intenta ayudar a Martín llegaron a su límite e incluso lo superaron. Apenas pueden levantar la cabeza y ver como cae el cazador.

La única que se mueve contra todo pronostico e ignorando su propio cuerpo es ella, Estela. Su cuerpo le duele con una intensidad que haría llorar hasta al más rudo, pero ella sigue avanzando. La magia de viento la envuelve con forma de túnica transparente y se asoman por su espalda, metiéndose dentro y luego sobresaliendo con la forma de dos alas como las de un hada.

Da un salto hacia arriba, despega con un solo aleteo en dirección hacia donde Martín va cayendo. Estela extiende sus brazos y logra amortiguar su caída, pero ambos, ya exhaustos, caen aún más rápido. No se despega de él y hasta antepone su cuerpo para que, al caer, ella absorba todo el daño posible.

Se aferra a él mientras cierra sus ojos y aprieta los dientes. Sabe que es posible que no logre acabar bien, pero si es para salvar a su amada, entonces ella prefiere pagar el precio absoluto.

Entonces y antes de que toquen el suelo a varas decenas de metros se forman telas de araña y dos figuras se acercan saltando entre los edificios. Una de ellas está herida con el torso sangrando y la otra apenas puede moverse, pero el impulso por salvarlos es más fuerte. Tanto Macarena como Julio se mueven a toda prisa para poder rescatarlos en su caída.

Julio llega a tomar a Martín y Estela, envolviéndolos en sus brazos aprovechando que es de contextura más grande que ambos, y Macarena se suma colocándose debajo de ellos y con lo que queda de su magia de arena, usa su habilidad “torbellino arenoso” para reducir la velocidad de caída.

Finalmente, caen sobre las telas de araña muy cerca del suelo, pero al final logran ser salvados gracias a la voluntad de todos los que pudieron y tuvieron aún fuerza.

Varios después, Martín logra despertar en una habitación blanca y al ver el techo se encuentra con varias plantas crecidas y agrietando la estructura. Es un hospital, pero con las heridas de la gran guerra aún palpitando.

Martín gira su cabeza y ve a Estela, apoyada contra su mano durmiendo. Todo ese tiempo que el cazador estuvo sin poder despertar, Ella se mantuvo a su lado, cuidándolo y protegiéndolo como así lo hizo durante esos cinco largos y angustiantes años que fueron perseguidos por Dramonzuk.

Estela levanta la mirada y al verlo consciente y sonriéndole, ella no evita llorar como una niña pequeña y sin medirse, salta con sus brazos hacia él hasta abrazarlo con todas sus fuerzas. Los sollozos de la cazadora se vuelven tan sonoros que todos los que se encuentran en los pasillos entran en masa, Lorkamos, Arakneida, Macarena, William, Julio, todos y cada uno de aquellos a los que ha conocido y también provocó cambios positivos en su vida, sienten la emoción de verlo con vida y por fin con la certeza de que todo haya acabado.

Por la tarde, Martín recibe su comida, una bandeja con un trozo de pan, ensalada y un pedazo de pescado. La situación de los últimos cinco años ha sido muy mala con muchas especies extintas y mayormente las que fueron usadas para consumo humano como carne o ropaje. Pero él no se queja, la poca comida que le ofrecen la agradece con gusto y disfruta con cada porción que ingiere. Mientras disfruta del pescado siendo empujado por el pan, Estela le dice:

—Puedo traerte postre si quieres. Hay gelatina, chocotorta, oh y también este postre colombiano ¿Cómo se llamaba? Ah, las obleas con arequipe. Una chica llamada Sofia vino a traer en grandes cantidades.

—No, estoy bien. Gracias amor. —responde sonriente.




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