Me levanté de la cama, aunque no sabía si realmente me sentía despierto. No logré dormir. Mi mente seguía funcionando como una máquina de sobrepensamientos.
Lo único que puedo hacer es seguir adelante. Mí nuevo rumbo no espera.
Al salir de la habitación, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta de salida del hotel, el recepcionista me detiene:
—Disculpe, joven, ¿a dónde se dirige? —me pregunta con un tono de curiosidad.
—Siendo honesto, no lo sé —le respondo —. Tal vez explorar un poco la zona, y adentrarme en el lugar en el que estoy ahora mismo.–
—No estarás planeando irte y buscar otro lugar, ¿verdad? —preguntó, ahora un poco más preocupado—. Porque usted pagó por tres noches..–
—¿Tres noches? —pregunté, confundido.
—Sí, tres noches. Y, de hecho, si se comporta bien podría incluso quedarse una cuarta, por cortesía del hotel jeje. Un buen huésped como usted no es algo que vea todos los días.–.
–Entendido —respondo con una apatía agraciada.
Por un momento le pregunto:
—: ¿Hay algún supermercado o almacén cerca para comprar algo?
El recepcionista se cruza de brazos y me respondió con un aire de seriedad.
—Bueno, tenés uno a unos metros cruzando la esquina, pero, sinceramente, no te lo recomiendo. Hay dos razones: está carísimo y casi nadie compra ahí.
—¿Entonces qué me recomienda? —le pregunto.
—Mirá, si gustas ahorrar y comprar algo decente, te recomiendo que vayas a la localidad que está un poco más alejada. Sales por esta calle, vas derecho por unas cuantas cuadras hasta cruzar una ruta un tanto desértica. Es un camino tranquilo, no hay mucho tránsito. Una vez la cruces, vas a ver un pequeño árbol que no separa del pueblo que parece estar separado del resto. Allí está el supermercado, no tiene pierde.
Asentí con la cabeza y murmuré un "gracias" mientras abría la puerta. Me esperaba un nuevo recorrido.
Segundos después de salir por la puerta del hotel, me topo con el grupo de personas que vi en la ventana durante la madrugada. Todavía están allí, lidiando con el lioso enfrentamiento que tuvieron con el sujeto anoche.
Decido acercarme a las aparentes víctimas para intentar comprender lo qué había sucedido:
–¿Están bien? —le pregunto al chico de remera de mangas cortas, que parece estar al mando de la situación.
—Nosotros sí —me responde, —, pero nuestro amigo fue herido en la rodilla, Por suerte, logramos retener al tipo con ayuda de unos vecinos. Ahora estamos esperando a la policía no más.
Mientras habla, noto a la señora llorando en su hombro, totalmente asustada por lo que le pasó anoche. Mi punto de vista se desvía hacia el agresor, que está sentado contra una pared, con tres vecinos rodeándolo con la intencion de asegurar que no intente escapar. su rostro: frío y en un punto fijo, con una cicatriz muy marcada en mejilla derecha.
—Terrible situación.. —digo con tono decepcionado, mientras miro a los alrededores. me regreso al chico y le pregunto, intentando sonar casual:
–¿Sabes que fue lo que lo hizo explotar tan así?
—Ese tipo está loco —responde con hastío,—. Ya causó varios problemas en este pueblo. La primera vez estafó a mi pareja que es ella, lo denunciamos y le quitaron varias de sus cosas. En la segunda ocasión, se rumorea que baleó a un tipo tras una pelea. Y ahora esto.
—¿Seguro que sólo fue eso? —insisto, recordando las palabras que dijo anoche.
—Porque lo escuché con un tono más vengativo o queriendo ajustar algo con ustedes–
El chico asiente con un suspiro frustado-.
—Ah, eso... su mente está en otra nube. Parece que confundió a mi amigo con otro tipo que vivía en el barrio hace tiempo, uno que lo cortó con un cuchillo en la cara. Anda a saber en qué estaba metido también. Hay cada loco en este mundo, ¿no?
–Sí... —respondo, dejando que la conversación se apague
Miro de nuevo al agresor. Sus ojos están desorientados, como si no comprendiera del todo la gravedad de lo que hizo. La tensión en el aire es pesada, y el ambiente parece congelado mientras todos esperan la llegada de la policía.
No hay mucho más que pueda hacer aquí, mejor seguiré mí camino. Pero mientras me alejo, no puedo dejar de pensar la cantidad de historias que se repiten de esta manera en el mundo. Algunas peores incluso.
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El camino es lejos, tal como me lo describió el recepcionista del hotel: Estoy rodeado en la calle y los árboles, y ni un solo auto pasa cerca. Por lo visto está ruta fue olvidada con el pasar del tiempo, al igual que la localidad a la que pertenece. O quizás ambas.
Mientras camino, observo los árboles que flanquean el camino recto. Por suerte no es un camino complejo; no hay esquinas ni curvas para memorizar. Solo seguir adelante.
A pocos kilómetros de llegar al pueblo, escucho murmullos que provienen del costado de la ruta. Me detengo y presto atención. Entre los árboles, dos personas parecen discutir.
Es un chico y una chica.
—¿Les pasó algo? — pregunto mientras me acerco con cautela.
El chico levanta la vista, sudoroso y algo agotado. Frente a ellos, una moto está atascada en un charco de barro. Casi a punto de estamparse con un árbol de no ser por unos centímetros.
—Sí... Parece que necesitamos ayuda —dice mientras hace una sonríe desalentado—. Tratamos de desviarnos de la ruta para acortar el camino, pero por poco chocamos contra un árbol. Ahora la moto quedó atascada..
—¡Es tu culpa! —exclama la chica, dándole un ligero golpe en el hombro—. Te dije que yo debería conducir.
—Si quieren, los ayudo —les digo, tratando de ayudar en la pequeña discusión. Ambos asienten con gratitud.
–Nos organizamos rápidamente. El chico empuja desde atrás mientras yo intento levantar la parte delantera para liberar las ruedas.
—Mueve las ruedas lentamente hacia adelante y atrás, así se sueltan del barro —le sugiero.
Con algo de esfuerzo, la moto empieza a separarse del lodazal. Después de unos minutos, el chico logra arrancarla y sale del charco con éxito.