Hoy no he tenido esa pesadilla extraña como la de ayer. Anoche pasé un buen rato con Clara, y luego cenamos unas hamburguesas caseras hechas por el don. Él parecía contento, como si esperara recuperar esa sensación de familia que en el tiempo perdió.
Son las 12:00 del mediodía. Hace poco llevé a Clara de compras, como me pidió el don. Ahora desayunamos unos panqueques con dulce de leche, como solo él sabe hacer. Y, como siempre, están excelen.... Ou... Algo acabo de inquietarme.
Apenas di el primer bocado, sentí una ligera opresión en la cabeza, como un temblor que apareció en un instante:
—¿Estás bien, Joe? ¿Te pasa algo? —me pregunta el don, visiblemente preocupado.
—No te preocupes, estoy bien —respondí, tratando de tranquilizarlos—. No fue nada.
A pesar de mis palabras, el don no parecía del todo convencido, pero no insistió. Clara me miró con algo de inquietud, su expresión suave pero alerta, como si también hubiera notado algo raro. El ambiente en la habitación se volvió pesado por un momento, y mi mente se desvió. Intenté concentrarme, pero la sensación no desaparecía. Había algo en mi interior que no lograba ignorar.
Terminé de comer sin muchas ganas, aún con esa opresión persistente en la cabeza que no me dejaba pensar con claridad. Las palabras del don, los sonidos de la casa, todo parecía difuso, como si estuviera viendo todo a través de una niebla espesa. Tal vez, solo sea una mareo momentáneo...
Después de desayunar, fui a ayudar al don a mover unos muebles viejos que quería sacar del patio. Según él, ya no sirven para nada. Clara insiste en ayudar, pero el don no se lo permite:
—No mí niña, no quiero que te lastimes—Dice el don con un tono de sobreprotector.
Yo, para aliviar un poco el ambiente tenso, le lancé una leve sonrisa amistosa, intentando romper esa pequeña expresión molesta de clara.
Finalmente, decidimos que era momento de descansar. Clara y yo nos dirigimos a nuestra respectiva Habitación, dispuestos a echarnos una siesta. mientras que el don se quedó sentado un rato afuera, disfrutando del aire hasta dormise.
El día parecía haber comenzado tranquilo, pero algo dentro de mí seguía inquietándome...
¡¿Qué rayos está pasando?! No puedo dormir… Estoy acostado en la cama, pero el sueño no llega. Ese leve avizor en mí actúa frenéticamente, me invade. Decido que lo mejor será tomar aire fresco.
Abro la puerta de la habitación, pero antes de dar un paso, el don me detiene:
—¿Joe? Estás bien? Te veo un poco raro hoy, mijo.
—Eh… sí, estoy bien, solo necesito salir afuera a respirar un rato.
—¿Seguro? Estás sudando… ¿Quieres contarme algo?
Lo miro unos segundos, intentando ocultar la incomodidad que crece dentro de mí.
—No, no es nada… —mi voz suena más débil de lo que parece. Aclaro mi garganta y trato de sonar más tranquilo—. Oye, ya que saldré, ¿quieres que pase por algo en el camino?
—¿Podrías comprar el pan para la cena, tal vez? Eso sí, no tardes mucho, ya son las 7 de la tarde.
Asiento sin decir nada más. No quiero preocuparlo. Salgo de la casa apresuradamente, El aire afuera me golpea con fuerza, pero no logro calmarme. siento como si algo se moviera entre mis entrañas y la terrible jaqueca apenas está comenzando...
Voy directo al supermercado, tan pensativo que ni siquiera me dí cuenta de que ya estoy aquí. La cajera me atiende, pero algo en su mirada me inquieta. Su expresión es rara, como si me fuera familiar. ¿Será la misma del otro pueblo? No lo sé… Honestamente siquiera me interesa en este preciso momento.
—Suerte que llegó justo a tiempo, —me dice el supervisor mientras paso por la caja—. En unos minutos cerramos. Andan a full con los robos acá, lamentablemente.
Respiro profundo, buscando calmarme… Tal vez, finalmente, estoy comenzando a sentirme mejor.
Con el pan en la mano, regreso a la casa del don. Abro la puerta, y al instante Clara me sonríe, un gesto amistoso:
—¡Qué rápido volviste, amigo! —dice, sentada en la silla.
Ella, en la mesa, el don con los platos, con la cena ya servida. Ambos me mirando tranquilamente...
Un golpe abrupto entra en mi. La bolsa del pan cae de mis manos, aterrizando con un estruendo sobre la mesa.
—¡DESPIERTA! 5, DESPIERTA! ¡AAAAAH! —mi mente grita con desesperación.
¿Qué me está pasando? Mi cabeza está llena de imágenes erráticas, como un cúmulo de flashbacks inconexos. Sangre, una barba, papeles volando… No entiendo nada. Necesito huir, necesito huir ya.
—¡Hey! ¿A dónde vas? —grita Clara, pero ya no puedo detenerme.
Corro, corro sin pensar, con el corazón palpitando en mi pecho como nunca antes. ¿Qué me pasa? Las imágenes siguen, más rápidas y confusas. papeles, rostros desconocidos, figuras figuras… Mi mente está atrapada, retorciéndose en una espiral.
Es de noche. No sé cuánto tiempo he corrido, no se a que hora entre por esa puerta, no se en qué dirección voy, ¡ME SIENTO CONSUMIDO POR COMPLETO!. De repente, tropiezo. El suelo me recibe en golpe seco, y mis costillas chocan contra una roca gigante entre los pastos y todo se apaga...
...
¿Por qué esto? ¿Por qué ahora? Tal vez, una gran parte de todo este recorrido me ha hecho sentir extraño, fuera de lugar. Jamás he hecho nada, solo observar y aprovechar los momentos. Quizá una parte de mí se queja de esto, y ahora recurre a cosas del pasado que ni siquiera entiendo.
Miro mi ropa: sangre. Empieza a notarse cerca de mi abdomen. La sensación de calor y frío se mezcla. Ellos me acogieron con confianza, me abrieron las puertas. Esta zona… no he visto nada agradable, a excepción de ellos. El hotel, el pueblo, las calles… todo es oscuro, pesado.
Mis ojos caen en dos figuras en la esquina opuesta de la calle. Un hombre con capucha y otro más bajo, como si estuvieran buscando a alguien, alguien que puedan tomar de la calle. Solo los observo. Como siempre lo hago. Sé lo que están pensando. Se lo que van a hacer, y que lo que harán despues. siguen a una chica del pueblo, seguro que planean acorralarla, robarle sus pertenencias… o quizás algo peor como le pasó al vagabundo.