Andromeda
A pasado una larga hora pero no le digo nada a Sebastian, tiene un gran apego a este auto, bueno considerando que costo tal vez ochocientos grandes yo también le tendría mucho apego. Empiezo a jugar con mis cuchillas haciendo unos trucos que me enseño Malcom. Sebastian mira fijamente la carretera como si eso fuera a invocar a alguien que nos ayude.
— Acéptalo, no vendrá nadie. —rueda los ojos y me murmura un: esperemos unos minutos más.
— ¿De dónde sacastes esas cosas? —me dice señalando ambas cuchillas en mis manos.
— Lyudmila me las regalo hace mucho tiempo, les decía didyma, significa "gemelas" en griego. Se complementan. —antes de que le advierta que no las toque me quita una de la mano y examina las gemas que tiene incrustadas. Lo miro confundida e impresionada, el no debería de ser capaz de hacer eso.
— Esta tibia.
— Debería de haberte quemado la mano. —es justo como lo pensé, los poderes de Sebastian están bastante desarrollados y solo esperan ser liberados— Lyudmila las hechizo para que quemen a cualquier persona que no sea yo, y se que dejan una marca fea porque Dahlia quería jugar con ellas cuando tenía tres años y todavía tiene la cicatriz en la mano. Ahora la pregunta del millón es: ¿Desde cuándo tienes esta inmunidad hacia el calor?
— No lo sé. —ahora no soy la única confundida— No tengo ni idea que soy.
Esta última parte la dice más para si mismo que para mi. Nos quedamos callado unos veinte minutos hasta que se irrita y me dice: "vámonos". Salimos del auto y empezamos a caminar por la carretera, mira una vez más para atrás como despidiéndose del hermoso Aston Martin y seguimos nuestro viaje.
•••
No sé por cuánto tiempo hemos caminado pero se que estamos en Minnesota. Siento que moriré si doy dos pasos más. Antes de que me pueda quejar ambos escuchamos el motor de un auto. Nuestras cabezas se giran tan rápido que me sorprende que no nos hallamos desnucado. En la distancia puede ver una camioneta negra, justo cuando le voy a hacer señas Sebastian toma de mano y nos mete hacia el bosque.
— ¡Corre y no te detengas!
Maldita sea estoy segura que son los hombres que trabajan para su hermano psicópata. Me esfuerzo lo más que puedo para no tropezar. Escucho hombres detrás de nosotros gritando: "Atrápenlos" "No los dejen escapar" "Yo quiero a la bruja" y muchas otras cosas más. Corremos lo más rápido que podemos, pero alguien tira de mi pelo.
— ¡Auch! —con mi grito Seb se voltea e intenta quitármelo de encima, pero el tipo le golpea la cara y lo tira al suelo.
Sebastian busca su arma pero el hombre la toma y la lanza al otro lado del bosque. Intento sacar una de las cuchillas de mi chaqueta pero esta se me resbala y cae al suelo, la pateo y queda justa a lado de la mano de Sebastian, él entiendo lo qué intento hacer y en un movimiento rápido le corta la garganta al hombre liberándome de su agarre. Seguimos corriendo unos metros más adentro del bosque hasta que las voces ya no se escuchan.
— Los perdimos. —me dice Sebastian recuperando el aliento.
Miro a nuestro alrededor y no veo nada más que acres llenos de árboles.
— No, nosotros nos perdimos.