Linaje del Mal

18. Los espero

 

Andromeda 


—    Maldita sea Dahlia devuelve al niño.

 

—    Cierra la boca y escuchen. No mataré al niño todavía, el ritual para Hécate se tiene que realizar durante una luna de sangre y eso es la otra semana. Sabes que siempre me ha gustado jugar al escondite, veamos si puedes encontrarme.

 

—    ¿Por qué haces esto Dahlia? Tu no eres así. —que demonios está pasando— Ni siquiera crees en esas estupideces de rituales y los dioses.

 

—    He cambiado mucho Romy, pero tú jamás lo entenderías. En fin, necesitaba la sangre de un inocente y Lukah Corvus cayó en mis manos como un regalo.

 

—    No entiendo Dahlia, ¿Para que necesitas a un inocente, de qué es ese ritual?

 

—    Para desencadenar el poder en su máxima expresión Romy.


Antes de que pueda decirle algo más, Sebastian me arrebata el teléfono de las manos aunque esté en altavoz.


—    Escucha maldita perra, te juro que si le tocas un cabello a mi hijo, te voy a convertir en un maldito ratón para que mis cuervos te destrozen, miembro por miembro. — ¡Diablos! Nunca lo había visto así. 


Antes de que Sebastian le siga gritando profanidades se escucha el llanto de un bebé. Sebastian se paraliza y escucho una voz masculina en el fondo pidiendo que callen al niño. No está sola.


—    Ya dije todo lo que tenía que decir. Los espero.


Sebastian maldice y estrella el teléfono contra la pared.


—    Viejo, no. —dice Mitch desde el marco de la puerta al ver su teléfono en pedacitos.

 

—    ¿Qué demonios? ¿Alguien me puede explicar que demonios acaba de pasar? —pregunta Sebastian exasperado.


No se que pensar, Dahlia, la mujer que vi crecer y llegó a convertirse en mi mejor amiga, juega con la vida de un bebé de tan solo dos meses. Todo se jodio.


—    Dijo que le encantaba jugar a las escondidas. Cuando Dahlia era una niña Lyudmila nos llevaba al Green Mountain National Forrest en Vermont, solíamos jugar en esa casa por horas. Estan ahí.

—    Bien, Mitch nos iremos en el jet y si encuentras a alguien vivo diles que si no están conmigo estarán con Graham, bajo tierra. —con eso sale de la habitación echando humo por sus orejas. 


Mitch lo sigue de cerca y ambos desaparecen de mi campo de vista. Me pregunto si a esto se refería Jade cuando me dijo que quería una pizza sin pepperoni, ella lo vio venir y no le tomé importancia. ¡Mierda, olvidé por completo a Jade y Malcom! Y no tengo un maldito teléfono para llamarlos.


Decido salir en busca de uno, subo al carro de Dahlia y conduzco hasta el centro comercial más cercano. Estacionó el auto e intento entrar y salir rápido, no necesito llamar la atención y no se quien puede estar observando. Le pido a la chica del mostrador el mejor teléfono que tenga, pago y tomo asiento en una banca frente a un jardín del centro comercial. Marco al número de Malcom y espero a que conteste.


—    ¿Quién es?

 

—    Soy yo Malcom. —digo sonando exahausta.

 

—    Romy, ¿como están? —intento explicarle lo que sucedió pero antes en vez de salir palabras de mi boca, salen sollozos.

 

—    Me traicionó Malc. —respondo cortante.

 

—    Lo voy a matar Romy, te prometo que Corvus se arrepentirá. —niego con la cabeza aunque el no pueda verme.

 

—    Fue Dahlia, Malcom. Me apuñalo por la espalda y se llevo al bebé de Sebastian —mi corazón duele en tan solo pensar en eso.

 

—    No, ella tal vez no... —se mantiene callado por unos segundos, no entiende por que su hermana haría algo así.

 

—    Malcom, solo prométeme que te vas a cuidar, a ti y a Jade.

 

—    ¿No crees que ella intente hacernos daño, o si?

 

—    No lo sé, te quiero. Hablamos luego. 


Me quedo inmóvil. Yo vi a Dahlia crecer, la vi convertirse en la mujer que es hoy, bueno no literalmente la de hoy. Siempre fue una chica ambiciosa, le gustaba llamar la atención, pero no era malvada. "El ritual para Hécate se tiene que realizar durante una luna de sangre" No entiendo que quiso decir con eso. Lyudmila era una bruja muy creyente en la diosa de la hechicería, Hécate, cada año le hacía un sacrificio y la honraba, pero Dahlia y yo siempre nos burlábamos de eso, no se que cambió. Algo debió de pasarle cuando empezó a viajar. Recuerdo la voz que se escuchó en el fondo de la llamada, ¿con quién podría estar?


Me  pongo de pie y regreso al auto pero antes de abrir la puerta escucho a alguien maldecir. Me asomo lentamente y veo a un señor mayor recogiendo sus cosas, se le ha roto su bolsa. 


—    Déjeme ayudarlo. —le digo con un tono amable, el señor levanta la vista y me encuentro con unos ojos azules, se ve bien para su edad y lleva puesto un traje. Es un señor adinerado.

 

—    Muchas gracias señorita. —pausa un momento y me mira como si tratase de recordar algo— ¿Disculpe, pero la conozco? Me parece familiar su rostro.

 

—    No lo creo señor. —termino de ayudarlo y me dirijo hacia mi auto— que tenga buen día.


Y con eso me voy a toda velocidad hacia la mansión esperando que Sebastian no haya notado mi ausencia.




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