Linaje del Mal

21. Ahora podremos estar juntos


Andromeda 

 

Empezamos a abordar el jet privado de Sebastian, logro divisar la palabra "Corvus" al costado del avión, lo había olvidado, ellos tienen viñedos y son muy ricos. Subimos al jet Sebastian, Charles, Lydia, Mitch y yo. Veo cuatro pares de lo que parecen ser unas sillas muy cómodas, Lydia y su padre se sientan juntos en un par  y Mitch se sienta solo en una silla mientras saca unos auriculares, reclina su asiento y cierra los ojos. Presiento que no sería una buena idea sentarme a lado de Charles así que me resigno al asiento del fondo. Intento dormir pero cada vez que cierro mis ojos solo puedo ver la retorcida sonrisa de Dahlia.
 ¿Por qué hace esto?


Cuando por fin logro sacármela de la cabeza siento el jet despegar y me aferro a mi asiento.


—    ¿Te dan miedo los aviones?¿Acaso no has viajado por todo el mundo? —me pregunta Sebastian sentándose al frente mío.

 

—    Si he viajado mucho, pero la idea de estar en una caja de metal que pesa 397,000 kilos y vuela a 45,000 pies de altura no me causa felicidad. 

 

—    ¿Siempre eres así de sarcástica Romy? 

 

—    No, a veces estoy durmiendo.


Ambos nos reímos y mantenemos silencio, una linda azafata se detiene frente a nosotros y nos pregunta que queremos comer. Como no tengo ni idea que sirven aquí dejo que Sebastian ordene por mi. 


—    Yo quiero un platillo de humus y ella unos ravioles. —la chica le sonrie a Seb y se retira hacia el fondo del jet. 

 

—    Detesto la pasta.

 

—    ¿En serio? No te preocupes puedo cambiarlo. —dice nervioso buscando a la azafata. 

 

—    Es broma Sebastian.

—    Más te vale porque estaba empezando a creer que había algo mal contigo. ¡A quien no le gusta la pasta!

—     Malcom es italiano y por alguna extraña razón se canso de comer pasta todo el tiempo. 


Hablamos por mucho tiempo sobre cosas insignificantes, jugamos yo nunca y adivina la canción. Sebastian es divertido cuando no se empeña en ser un patán.


—    ¿En donde naciste? —me pregunta Sebastian tomándose la última gota de su vino.

 

—    En Andorra, pero mis padres eran griegos.

 

—    ¿Andorra? —bueno no dire que no esperaba esa reacción, Andorra es un lugar poco conocido— Dónde queda.

 

—    Queda entre España y Francia. Es pequeño pero lindo.

 

—    Interesante, tal vez un día me lleves. 

 

Finjo que no recibo el mensaje pero no puedo evitar sonrojarme como lo hago cada vez que veo a Harry Styles cantando Kiwi.


—    Hablemos de ti Seb, ¿Qué te gusta hacer? —preguntó con ganas de saber más del misterio llamado Sebastian Corvus.

 

—    Bueno, no es por presumir, pero cocino excelente —dice con un tono petulante— Algunos dirían que soy el próximo Gordon Ramsay.

 

—    Bueno tal vez algún día me puedas invitar a cenar.


¡Boom! Toma un poco de tu propia medicina Corvus.


—    Tal vez Romy, tal vez. 


Después de eso decido que necesito dormir un poco antes de aterrizar, pero inmediatamente sé no es un sueño pacífico. 

 

•••

 

Lo veo frente a mí, está completamente empapado y su ropa está vieja y maltratada. Él solo está de pie frente a mi con cara de decepción y el labio roto. Intento apartar la mirada, pero algo me fuerza a verlo. Siento las lágrimas correr por mis mejillas como cataratas, solo tengo ganas hacerme una bola en el piso y llamar a mi mamá, pero no lo hago.


—    Me dejaste morir Andromeda. Ellos no me mataron, tu lo hiciste. Solo miraste como el agua inundaba mis pulmones y no hiciste nada. 

—    Isaac yo... —mi voz se corta cuando chorros de agua empiezan a salir por boca. 


Me estoy ahogando.


—    Pero no te preocupes querida mía. Ahora podremos estar juntos.




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