Andromeda
Maldita sea, ¿De verdad quiero estar aquí?
No entiendo por qué Sebastian se ha molestado, tiene a su hijo a salvo y el estupido anillo. ¿Para que más me necesita?
Alejando todos estos pensamientos me dirijo a la puerta de cristal por la que salió Sebastian. Me tengo antes de salir, esta nevando. Aún así puedo ver a Sebastian de perfil. Incluso molesto es apuesto, la nieve parecía derretirse antes de si quiera tocarlo, aunque aún podía divisar unos cuantos copos en su cabellera negra. Me lleno de valor y decido unirmele en el balcón. No lo miro, mantengo mi vista fija en el horizonte de Manhattan temo desmoronarme si lo miro a los ojos.
— No entiendo por qué te pones así. Es lo mejor para todos. —no me dice nada mientras juega con los cordones de su pantalón de pijama— ¿No me vas a hablar?
Que infantil. Decido irme pero mi cuerpo me lo impide, es como si actuara involuntariamente. Solo me queda hacer una sola cosa, admirar su belleza. Ugh, sueno como Dahlia cuando regresaba de la escuela con un nuevo novio. Estar mucho tiempo cerca de Sebastian no me hace bien, me garganta se cierra y mi piel se calienta como un volcán apunto de hacer erupción. Lo peor de todo es que esa sensación no me desagrada, y no puedo permitirme que me agrade.
Solo fue alguien que ayude para quitármelo de la espalda y compartimos un par de sesiones acaloradas. Eso es todo.
Joder, ni yo misma me creo eso.
No puedo evitar echarle otro vistazo. Tengo que irme de aquí.
Entro rápidamente de nuevo a la sala y me encierro en un baño, no puedo, no puedo quedarme por el simple hecho de que un solo pensamiento me rinda por la cabeza. Sebastian parecía un ángel bajo la nieve y yo era el estupido demonio que se enamoró él.
Dios, no puedo respirar. Me siento mareada y siento que la cabeza me va a explotar. Estos "ataques" no suelen darme desde hace casi dos años, cuando murió Lyudmila.
2017
— ¡No quiero esto! —me grita Jade desde el comedor.
— ¡Jade ya no se que quieres! —es la tercera vez que le cambió su maldito plato por otra cosa, son Mac & Cheese.
— ¡Quiero otra cosa! —protesta y lanza el plato a través de la cocina.
— ¡Jade! ¡Cuál es tu maldito problema! —mi paciencia se esfuma.
— ¿No sé, tal vez es que mi madre esta muerta? ¡Y me dejo sola contigo!
— ¿Y me lo dices a mi? ¡Yo estoy atrapada con una mocosa ingrata, mira a tu alrededor Jade! —le gritó sin importarme qué me escuchen en Nueva Jersey— ¿Dónde están tus hermanos? ¿Ah? ¡ No hay nadie, solo yo!
Las lágrimas empiezan a salir de sus ojos e inmediatamente se que metí la pata.
— ¡Te odio! —y con eso se va a su habitación y azota la puerta.
La sigo por las escaleras y toco frenéticamente su puerta.
— Jade abre la puerta. —pero no me contesta— Vamos abre la puerta.
No escucho nada, absolutamente y empiezo a preocuparme. Rompo la cerradura y me encuentro con Jade intentando salir por su ventana. Estamos en el último piso del gran caserón, son cincuenta pies de altura, se matará.
— ¿Jade que mierda crees qué haces? Baja de ahí.
— ¡No! Iré a buscar a Dahlia. —antes de que pueda seguir con su plan maestro su pie resbala y cae.
— ¡Jade!
Me inclino con la mano extendida hacia la ventana y suelto una bocanada de aire cuando la veo suspendida en el aire. La ayudo a subir y la abrazo con fuerza para que no se me escape. Le besó la cabeza y me disculpo mil veces.
•••
Esa noche ella durmió conmigo, fue la última vez que peleamos y que use mis poderes de aeroquinesis.
2019
No se que hacer, no puedo dejar a Malcom y a Jade solos. Soy lo último que tienen. Sigo dándole vueltas a la idea cuando un llanto se escucha en el cuarto de Sebastian. Alguien ya se despertó.
Entro a la habitación, tomo al niño en mis brazos y empiezo a meserlo.
— Shh... Todo está bien pequeño Lukah, ya estás a salvo. —no puedo evitar esbozar una sonrisa al ver su carita relajarse.
— Quédate con nosotros, —me volteo y encuentro a Sebastian con apoyado en el marco de la puerta— conmigo.
— Seb...
— No Andromeda, escúchame por una vez en tu vida. Yo quiero estar contigo, ¿okay? Quiero que seas parte de mi vida, y la de Lukah. Malcom y Jade pueden venir con nosotros, solo se que tú me haces sentir bien. Y no me importa, no me importa lo que diga mi padre o cualquier otra persona. Para mi tu, —se acerca a mi tomando mi barbilla para que lo mire a los ojos— eres perfecta. Así que por favor, no me dejes.
Acaricio su mejilla con una mano y con la otra sostengo a Lukah, ni siquiera lo tengo que pensar dos veces.
— No te dejaré Sebastian.