~Lena~
Dicen que deseamos lo que no podemos tener y creo que es lo que todo el mundo piensan respecto a lo que siento por Abiel. Si bien es cierto que no oculto mi gusto por su persona desde hace algún tiempo, también lo es el hecho de que no se trata solo de un encaprichamiento, como he escuchado comentar a la tía Elina. No, no es, lo sé. Me gusta ese hombre desde que tengo uso de razón. No en el sentido amoroso, lógicamente, sino en general. Él siempre me ha visto distinto. Cuando era pequeña, me trata con respecto, pero siempre guardando distancia. No era como el resto, que trataba de complacerme o quedar bien. No. Cuando comencé a crecer, fue aún más evidente la barrera invisible que estableció entre ambos. No me miraba directamente y siempre ha usado esa frase que me molesta “señorita”. No me gusta. Hace un par de años, cuando mi cuerpo cambió notablemente, un par de cosas crecieron y otras más tomaron forma, algunos comenzaron a verme distinto. Si, varios, menos él. Quien parece seguir esforzándose por no notarme.
―¿Qué nueva travesura estás planeando? ―inquiere Josiah mirándome por encima del enorme libro que sostiene. A veces su actitud lo hace parecer como un viejito, casi como Bail.
Sonrió dejando caer los pies del diván en el que me encuentro sentada.
―¿Por qué crees que estoy planeando una travesura? ―No tengo argumentos para negarlo del todo, difícilmente puedo quedarme quieta, así que prefiero evadir la pregunta. Siempre he sido así. Primero me encantaba estar detrás de mi padre, luego de mi madre. Pero ella es demasiado ruda y ama combatir con quien acepte hacerlo.
No soy débil, de hecho tengo bastante fuerza, pero pelear no me parece apasionante. No tanto como poner en apuros en Abiel y esa es la única razón por la que acepto acompañarla en sus entrenamientos. No obstante, hasta ahora nada ha dado resultados. Soy bonita, lo sé. No solo porque mis padres lo dicen, lo veo en el espejo cada mañana. Pero no parece ser suficiente para él. Y comparándome con otras vampiresas, incluso las pocas de la guardia, sigo siendo alguien promedio que no llamaría la atención. No de alguien como él, eso creo.
―Te conozco, prima. Solo cuando te pierdes en tus pensamientos, es porque estás tramando algo.
Sonrío de lado, poniéndome de pie. Sí que me conoce, ¿y cómo no habría de hacerlo? Desde pequeños hemos sido muy unidos, sobre todo después de que Caden se mudó.
―Que bien me conoces. Pero hoy te ha fallado ―digo divertida rodeando su silla, para abrazarlo por detrás―. Solo reflexionada, nada en particular.
Palmea mis manos y me mira, moviendo la cabeza hacia los costados.
―Creo saber en qué.
―¡¿Qué tiene de malo que me guste?! ―cuestiono apartándome, mirándolo con malestar. Si, puede que no sea tan común que alguien de 17 años, tenga gusto por alguien que tiene un aspecto de un hombre de casi 30 años. Es decir, soy consciente que luce mayor que mi padre y que el tío Danko. Eso sin contar que en teoría tiene más de 1000 años. Pero no me importa.
Si lo vemos de esa manera, pues si es un poco raro, pero no imposible. Además, hay algo con lo que nadie cuenta. Yo creceré y él seguirá viéndose exactamente igual.
―Nada.
―¿Entonces? ¿Cuál es el problema? ―Se encoje de hombros, mostrándose tan tranquilo ante mi arranque―. ¿No hay nadie que te guste? ―Una pequeña sonrisa brota de sus labios.
―No tengo tiempo para esas cosas ―dice golpeando con el dedo la pasta del libro. Resoplo. Sí que lo tiene.
Josiah es un alma rebelde como yo. Quizás por eso nos llevamos tan bien. Desde niño escapaba a Jaim para ver a Caden, cuando iba de visita a casa de Farah. Después su destino cambió, tal vez porque ambos tenían cosas que atender, porque Caden era duramente reprendido por “distraerlo” o porque quería evadir que lo encontraran, pero comenzó a explorar los alrededores de las ciudades.
Por irónico que parezca, se preocupaban por él. Y digo irónico, porque tengo la certeza de que en algunos años será más fuerte que mi tío o que papá. Aunque como yo, no le gusta demasiado luchar. Supongo que no somos lo que nuestros padres quisieran, aunque no por eso dejan de querernos.
Mamá me ama, siempre está al pendiente de mí, aunque es muy sobreprotectora. Papá es igual. Me encanta hablar con él, es tan paciente e inteligente. Los amo a ambos. Y la manera en que se complementan.
―Mentiroso ―niego―. Tiene que haber alguien.
Tenemos la misma edad y la tía Elina dice que ellos son más enamoradizos.
―No. En el consejo la mayoría son varones y las pocas mujeres, son demasiado mayores.