~Lena~
Me llevo las manos a las mejillas, sintiendo el rubor que las cubre. ¡Oh! No sé cómo he podido hacerlo, coquetear abiertamente con Abiel. Solo espero que nadie se haya percatado, aunque en un lugar donde estoy rodeada por vampiros, es prácticamente imposible.
Empujo la puerta, entrando discretamente en la sala principal. Donde como cada atardecer, están reunidos mis padres, el señor Uriel, Irina, la tía Elina y Alain. Algunas veces están los demás, pero seguro han tenido sus propios asuntos que atender. Todos conversan animados, dedicándome una mirada amable a manera de saludo que respondo agitando la mano, pero sin interrumpir su charla. Todos son tan adorables y no me refiero a su aspecto perfecto y siempre jovial, sino a la relación que mantiene cada pareja. Se nota a kilómetros lo mucho que se quieren. ¿Y aun así no comprenden por qué quiero encontrar una persona especial?
Me desplazo hasta el sillón donde está sentando mi padre, quien tiende una mano en mi dirección. La tomo, dejándome caer en el brazo del mueble, dedicándole una pequeña sonrisa. Su expresión seria y mirada astuta, me indica que sabe lo que hice con Abiel, así que probablemente no sea él único, lo que significa que me espera una larga charla. Sobre cosas que aun soy joven para hacer.
Miro a mi madre, que me sonríe abiertamente. Parece que ella no lo ha hecho y eso es bueno. Sé que les importo demasiado, a mi también me importan ellos, pero a veces siento que me pierdo de algo. Y no solo de no tener a alguien. De esos silencios raros que se hacen, cuando todos intercambian miradas. Soy hibrida, no puedo leer la mente, como lo hace mi tío Farah. A veces me gustaría para seguirlos.
Declino la oferta de té y los escucho, estudiando sus expresiones. Iría con Josiah, pero supongo que debe estar con mis tíos, así que mejor no importunarlos.
Este lugar a veces es tan silencioso, nada comparado con Jaim, donde muchos sonidos pueden percibirse. Principalmente, las risas y conversaciones de las personas. Algo que no siempre hacen aquí. Suspiro mirando por el ventanal, donde el cielo comienza a oscurecer.
―¿Todo bien?
Me esfuerzo por mostrarme tranquila, pero es complicado ocultarle las cosas a mi padre, no solo por lo intuitivo que es, sino porque puede indagar con Abiel. Y lo hace. Tal vez por eso él me evita como si tuviera la peste.
―Si. Y antes de que lo digas, no hice nada ―cuchicheo inútilmente, porque sé que todos aunque no lo parece, me han escuchado.
La esquina de su boca se curva ligeramente, al tiempo que da un pequeño apretón a mi mano. Lo sabe. No puedo evitar reír, abrazándome a su pecho. No dirá nada, esa es su señal. De nuevo, esto queda entre ambos, como algunas otras cosas y no es que confiemos en mi madre, pero obviamente ella no apoyaría mi coqueteo con Abiel. Él tampoco lo hace, pero es un poco más permisible. Soy su niña consentida, siempre quiere lo mejor para mí.
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La pierna derecha de Irina se eleva con rapidez, logrando rozar el rostro de Pen, quien con un ágil movimiento retrocede antes de que impacte de lleno. ¡Impresionante su rapidez! Ambos sonríen misteriosamente, preparándose para el siguiente movimiento. Ahora arroja un golpe con el puño, que con algo de esfuerzo, detiene antes de que alcance de su nariz. Está jugando con él.
Sonrío. A veces es divertido verlos, aunque no tanto cuando él está en la misma habitación. No me ha mirado, ni por error, se mantiene rígido, en el otro extremo de la sala de entrenamientos, junto a Anisa, quien sostiene una espada y que mueve distraídamente. ¡Oh no! ¿Acaso piensa…? Antes de que termine la pregunta mentalmente, arroja la cuchilla. La filosa hoja rasga el traje de Pen, para que después Irina la sujete.
¡Ops! Eso estuvo cerca. Parece que de nuevo han reñido y esa ha sido una demostración del grado de malestar.
Pen se incorpora y le dirige una larga mirada, pero más que malestar en sus ojos, hay algo tan intenso y abrazador que incluso yo puedo percibirlo. ¡Qué calor! No hay duda, ese par es tan explosivo. Se quieren, pero no por eso dejan de pelear.
―¿Ahora vamos a jugar con espadas? ―pregunta él, enarcando una ceja, sin dejar de mirarla como si quisiera comerla y no como alimento realmente. Reprimo las ganas de reír, porque tengo a mi madre a un lado de mí y no le gustaría enterarse de las ideas que me pasan por la mente en este momento.
―¿Eres capaz de quitársela? ―inquiere Anisa divertida. Evidentemente, esta es una especie de provocación, solo que una, un poco extraña. Siempre son más de golpearse entre ellos, pero hoy han dejado a Irina en medio de su pelea.
Él sacude la cabeza, desechando de inmediato la idea. Claro que podría, pero prefiere los combates cuerpo a cuerpo y darle cierta ventaja a Irina por ser una chica. Aunque ella no lo necesite realmente, es de las mejores, aunque le gusta ser reservaba y solo mostrarlo cuando la provocan. He escuchado cosas asombrosas de ella, sobre las batallas de lidiaron antes de que Jaim se fundara.