Linaje *disponibles primeros capítulos*

Capítulo 7

 

~Caden~

Observo como se alejan rápidamente. Las expresiones son divertidas de ese par, no indican que teman una llamada de atención por parte de sus padres. Pers se coloca a mi lado, aun tratando de limpiar su camisa, poniendo especial atención a una mancha oscura en la parte inferior, que olisquea, arrugando la nariz.

―Son terribles ―resopla―. Siempre quise tener un hermano, pero ese par me hace sentir feliz de ser hijo único.  

Sonrío moviendo la cabeza, golpeando su brazo.

―No todos son tan terribles ―comento encogiéndome de hombros, gesto que imita, poco convencido. Sí, todos temen las fechorías de ese par, pero también hacen que esto no sea monótono. Obviamente, cuando no eres el objetivo.

―¿Qué pasó aquí? ―Klaus se acerca a donde estamos, mirando divertido a Pers, que tiene un aspecto desastroso.

―No preguntes ―masculla arrancando una pluma de su cabeza―, mejor iré a darme un baño. Nos vemos luego.

―¿Qué fue? ―insiste, revelando lo que ocultaba detrás de su espalda.

―Marvin y Mail. Eso fue.

―Oh. ¿Qué hicieron esta vez? ―Señalo el gallinero con la cabeza. Asiente mirando los restos de la persecución que se perciben a simple vista―. ¿Y Elise?

―Fue a llevarlos a su casa.

―Pobre. Tardará más en ir, en que vuelvan a escabullirse. ―No puedo estar menos de acuerdo, siempre lo hacen―. Me alegra tener una hermana.

―No todas las niñas son tranquilas ―comento pensado en Airem.

―Lo sé, pero ella sí.

―¿Y eso? ―pregunto mirando las flores que sostiene.

―Son para Kassia. Sigue sin recuperarse de su resfriado ―explica observándome curioso―. ¿No es posible que hagas algo al respecto? Se le echa de menos. ―Comenzamos a movernos en dirección de su casa.

―Lo siento ―murmuro mirando mis manos―, solo funciona en heridas superficiales o provocadas. Nunca lo he probado con enfermedades y ella no me dejaría.  

―¿Por qué no?

―Le preocupa que me debilite o sea contraproducente.

―¿Es posible?

―Debilitarme, sí. Cada vez que sano a alguien, mis fuerzas merman por cierto tiempo. Por eso no quiere que lo haga. Menos por un simple resfriado, dicho en sus palabras.  

Nuestros padres nos advirtieron al respecto, en especial a mí. Antes cuestionaba el hecho de que ninguno de ellos mostrara sus habilidades, hasta que escuche lo que implica usarlas sin contenerse. Un arma de doble filo, así es como el señor Haros lo define.

―No lo sabía ―farfulla rascándose la cabeza―. ¿Le ocurre lo mismo a Josiah?

―Sí, aunque es menos severo el efecto. Él es más resistente, ya sabes.

―Supongo.

Ser híbrido y sanar implica una mayor carga, porque me debilito con más rapidez. Es por eso que solo lo uso cuando se trata de casos serios, donde la vida esté en riesgo. Y desde luego con Elise, es la excepción. Esa chica es demasiado descuidada cuando se trata de sus hermanos y eso me hace sentir protector hacia ella.

Levanto el rostro, extrañado de verlo en la entrada de la casa de mis abuelos. Abiel se vuelve ligeramente al sentirnos llegar. Me dedica una mirada a manera de saludo, pero su frente se tensa al ver a Klaus. Quien es ajeno al gesto y se mantiene alejado, intimidado por él.

―¿Ocurre algo malo? ―pregunto deteniéndome, en tanto que Klaus se adelanta hacia la puerta. No tiene problemas con la mayoría de ellos, excepto con Abiel que impone.

―No ―responde sin dejar de mirar de reojo a Klaus, que a su vez pareciera querer traspasar la puerta con la mirada―, solo he acompañado a la señorita Lena.

Eso es algo poco común, pero no lo cuestiono.

―Puedes esperar adentro ―sugiero no gustándome la idea de que se quede fuera, como si fuera un extraño. Para mí, es un amigo, el maestro que nos enseñó a combatir.  

―Prefiero esperar aquí.

―De acuerdo. ―Lo observo poco convencido, pero respetando su decisión. Yo no soy nadie para dar órdenes, no me gusta.

Sigo a Klaus, que cruza la puerta, sin ocultar su emoción por verla. Temo que no resultara muy bien eso. Ella no lo ve de ese modo.

―¡Caden! ¡Klaus! ―saluda desde la cocina. Tiene el rostro manchado de harina y usa un viejo mandil que también tiene restos de comida. Mis abuelos están sentados en el comedor, bebiendo té. Parecen divertidos con lo que sea que esté intentando hacer. Todos sabemos lo desastrosa que es en la cocina. Aunque nadie nunca se lo diría.




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