~Lena~
Es solo el orgullo, lo que me permite moverme, mantenerme firme y no denotar mis emociones mientras entramos en la ciudad. Regularmente soy amable y saludo a los guardias y vampiros que encuentro, pero en este momento simplemente me limito a sonreír, con el mejor intento de sonrisa alegre que puedo esbozar.
No me detengo, tampoco espero por él o me aseguro de que me acompaña, simplemente cruzo las puertas de la residencia y avanzo por el pasillo directo hacia mi habitación. Sé que Josiah no está, así que no puedo ir con él, aunque tampoco sería una buena idea. Probablemente diría «te lo dije», se enojaría, odiaría verme llorar y todo terminaría haciéndose más grande. Algo que no quiero por muchas razones.
Tiro de la manija y entro, cerrando la puerta de inmediato, sin decir una palabra. Permanezco apoyada en la entrada, mirando a la nada, rememorando sus palabras, su expresión. Ni siquiera puedo pensar en ese beso o en el anterior sin sentirme culpable. Y lo peor, tengo que cumplir mi palabra.
Dejarlo en paz. ¿Puedo hacerlo?
En otras circunstancias, no tendría problemas para ir en contra de mi promesa, buscaría la manera de romper su careta, de entrar, pero no ahora, no después de las emociones que reflejó su cara, su voz, sus ojos.
Muevo mis dedos, manteniendo mi postura, poniendo el seguro, sin importar lo irracional que pueda parecer. Ya no me importa. Aspiro un par de veces antes de apartarme de la puerta y dirigirme a la cama, donde me desplomo, sin importarme llevar aun los zapatos o arruinar mi aspecto. Soy un caos. Siento un enorme desasosiego que bloquea mi garganta y humedece mis ojos.
Tal vez me equivoque, quizás no era miedo lo que tenía, sino… ¿repulsión? ¿Desagrado? ¿Odio?
Suspiro despacio, cerrando los ojos, para evitar sucumbir a las ganas de llorar. No puedo dejarlo estar, en cualquier instante aparecerá mi madre y se daría cuenta de que algo no va bien. Soy buena con las escusas, pero no me siento capaz en este momento. No podría mentirle, menos a ella o a mi padre.
No quiero salir de aquí, no quiero ver a nadie, me siento fuera de lugar. He estado tan concentrada en él, en conseguir que me mire, que responda a mi sentir, que no sé qué debería hacer para mantener la distancia. Tal vez no debería preocuparme, puede que él se encargue como lo ha estado haciendo. Sí, eso sería lo mejor. Al menos hasta que sea capaz de poner en orden mis ideas.
―¡Idiota! ―maldigo en voz alta, frotando el rostro contra la manta. No estoy segura si va dirigido a él o a mí, por hacerme falsas ilusiones, por perseguirlo a pesar de todas las advertencias dadas por los demás. Quizás lo merezco por hacerle lo mismo a Klaus, aunque yo nunca le he besado...
No vayas por ahí, Lena. Tengo que actuar con madurez, aunque no sea lo que quiero hacer en este instante. ¿Lo peor de todo? Me siento demasiado avergonzada como para contarle lo que pasó a alguien que no sea Josiah. Por mucho que me reprenda, sabrá que debería hacer. ¿Dónde estás?
~Airem~
Me aseguro de llenar mis pulmones antes de sumergirme de nuevo, agitando los pies para impulsarme y llegar más profundo. El agua se siente templada y no es para menos, hoy hace un buen clima. Bastante. Emerjo después de dar varios giros y desplazarme hacia el centro del lago, reto el exceso de agua de mi rostro con las manos, empujando a su paso el pelo hacia atrás. Miro el cielo despejado y sonrío extendiendo los brazos, permitiendo mantenerme a flote, moviéndome ligeramente únicamente con las piernas.
―¿Piensas quedarte todo el día ahí? ―inquiero en voz alta, aunque sé que no es necesario gritar para que me escuche, aun con el ruido de la cascada detrás de mí―. Es más divertido mirar de cerca.
Espero sin girarme, atenta al sonido de sus pasos cautelosos y su indecisión. ¿A que le teme? ¿Qué le golpee por espiarme? No sería el primero que lo haga.
―No quería importunar ―dice con esa voz rasposa y firme que mueve cosas dentro de mi pecho. Cualquiera pensaría que por ser gemelos tendrían cada uno de sus rasgos idéntico, pero existen pequeñas diferencias que les hacen ser identificables. Y su voz es uno de ellos.
Caden es más cálido y expresivo a la hora de hablar. Josiah es misterioso y preciso incluso al expresarse y tal vez es eso lo que me atrae.
Ladeo el rostro, obteniendo una vista de su persona. Sus ojos son otro rasgo que los distingue y no me refiero al color carmín. Sino a la madurez que reflejan. Y al deseo que muestran en este momento. Es crudo e intenso. Me gusta.
―No me digas que soy la primera mujer que ves desnuda ―comento dedicándole una sonrisa socarrona. Da un par de pasos, inclinándose en el borde. Soy consciente de que la escasa ropa que llevo encima deja poco a la imaginación y por alguna razón eso agrada. No sería lo mismo si fuera otro, pero es Josiah.