• CONJETURA •
Sentir sus labios junto a los míos fue algo maravilloso, y si antes había dicho que no podía pensar en nada, en estos momentos lo hice mucho menos. Me gustaba besarlo, sin embargo, un fuerte escalofrío a mis espaldas nos separó.
Inmediatamente me giré, debajo de la puerta unos temibles ojos oscuros nos estaban mirando.
Pronto, entre en pánico. Sentía que no podía moverme, aunque Edward si logró hacerlo ya que con una pequeña sonrisa y con las manos dentro de sus bolsillos se giró hacia su mínima audiencia, luego levantó la cabeza y esperó a que él le hablara:
—Edward —pronunció aquel otro chico en un tono que me llenó de más escalofríos—. ¿Qué es lo que está haciendo ella aquí?
Su tono de voz había tenido una cierta clase de reclamo, aunque en el fondo de ella hubo algo más que no me hizo quitarle la mirada encima.
—Nada —contestó Edward al resguardarme detrás de su espalda.
Fue en ese instante en el que por instinto di un paso hacia atrás. Aquel chico que estaba frente a nosotros tomó el marco de la puerta y lo estrujó con una extraña fuerza.
Parecía contenerse.
Mi ceño se frunció. Creo que no lo entendía. Mi cerebro se esforzaba por comprender lo que estaba pasando porque aun cuando alguien fuera tan fuerte, no era capaz de romper la madera con sus manos, mucho menos de la forma en la que él lo había hecho.
Edward volteo a mirarme, aunque yo no lo hice con él. Mis ojos estaban totalmente centrados en aquel otro ser que me miraba como si quisiera atacarme.
Lo miraba con horror, el miedo se había apoderado de todo mi cuerpo.
Pronto pude ver como sus venas principales se remarcaron, contrayéndose una y otra vez hasta dejar visible esa extraña tonalidad entre azul y verdosa. Estaba asustada, mirando como el color de sus ojos oscuros cambiaba. Literalmente había dejado de respirar y más lo hice cuando miré en la superficie de su boca dos extrañas cosas.
Parecía un demente.
Era como si fuera la primera vez en mucho tiempo en la que aquel ser volvía a comportarse de esta manera. En sus ojos se veía la necesidad de saciarse y creo que yo tenía lo que él estaba buscando. La comisura de sus labios se fue hacia arriba mientras me sonreía y me hablaba con un suave murmullo. No alcancé a escuchar lo que me dijo, mucho menos a entenderlo, pero sea lo que sea que me hubiera dicho hizo que un nuevo escalofrío me atravesara la espalda.
De pronto, hubo un enorme silencio y surgió una gran tensión.
Lo vi apretar con fuerza sus manos, elevó el rostro y miró al techo. Las venas de su cuello y el resto de su cuerpo comenzaban a relajarse, pensé que todo había terminado, pero en un segundo me atacó.
Cuando mi espalda chocó contra la dura pared solté un enorme grito lleno de dolor. Todo había sucedido tan rápido que no podía creer lo que estaba pasando; su fuerza, su velocidad, sus manos frías alrededor de mi cuello.
Apenas si podía respirar o tocar el suelo con la punta de mis dedos.
Él me estaba asfixiando.
Me estaba matando.
Trataba de luchar con desesperación para quitármelo de encima mientras esperaba a que Edward hiciera algo, sin embargo, poco a poco aquel demonio me bajó, se acercó a mi cuello y se quedó ahí, permaneciendo por lo que a mí me pareció un largo tiempo hasta que por fin se retiró.
—Fascinante —murmuró extasiado—. Tenerla tan cerca y no hacerlo es... sumamente difícil —susurró para sí mismo con los ojos cerrados y cerca de mis labios—. Su olor, su presencia y, su aliento.
Con la mano que él tenía libre me acarició, marcándome con la yema de uno de sus dedos, luego recorrió la comisura de mi rostro, desde mis sienes hasta llegar a mi mentón y bajar por mi cuello para tocar mi corazón.
Su agarre se suavizó y por fin me dejo respirar, sin embargo, no me soltó.
Mis piernas temblaron de miedo mientras pensaba en: ¿quién diablos eran ellos?
Vampiros, creo que eso fue lo último en lo que pensé antes de que él pusiera la palma de su mano sobre mi frente y me mandará de nuevo a dormir.
✤✤✤✤✤✤
Cuando desperté lo primero que hice fue llevar las manos a mi cuello, aún podía sentir sus frías manos tocarme.
—¡Maldición!
Me quejé.
Estaba segura de que no había sido un sueño ni tampoco una maldita pesadilla, había sido real.
Me revolví el cabello con ambas de mis manos.
¿Qué es lo que eran ellos? ¿Acaso eran lo que estaba pensando?
Una incontrolable risa nerviosa se me escapó de los labios. Eso era imposible. Mis vecinos no podían serlo y aun cuando lo fueran no serían tan tontos como para revelar un oscuro secreto. Lentamente fruncí mi ceño. ¿Y sí en verdad lo eran...? ¿Y si los cuentos que me recitaba mi madre cuando era más pequeña no eran solo cuentos?
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Editado: 10.08.2020