• TEORÍA •
Todo había sucedido tan rápido que no tuve el tiempo suficiente para gritar. Sentía las entrañas atoradas en la garganta y un vacío enorme en donde se suponía debía estar mi corazón.
—¡Maldición!
Era imposible que él me estuviera haciendo esto. Tenía deseos de golpearlo y lo hubiera hecho de no haber sido porque cuando lo busque él ya no estaba conmigo.
Suspiré.
Nada de lo que pasará por mi cabeza tenía sentido.
Todo era demasiado confuso. Eso era lo que me repetía una y otra vez al mirar la distancia y la altura que Edward y yo habíamos recorrido. Era ridículo pensar que alguien pudiera salir ileso a una caída como esas e incluso, hacerlo sin que nadie se diera cuenta. No era lógico, aunque si me ponía a analizarlo todo iba cayendo en una absurda teoría.
Sacudí la cabeza con fuerza, mis vecinos no eran ni podrían ser en esta ni en ninguna otra vida una clase de vampiros.
—Ellos no... ¿O sí? —susurré mordiendo con suavidad uno de mis dedos.
Me era un poco difícil creer en los cuentos que mi madre me recitaba cuando era más pequeña, aunque eso de alguna manera hizo que apareciera en mis ojos un extraño brillo que se fue intensificando con el tiempo.
Sonreí para mis adentros, era increíble saber que jamás hemos estado solos. Que el mundo no solo se componía de humanos, sino que, también, de otras extrañas y fantásticas criaturas.
Estaba tan inmersa dentro de mis pensamientos hasta que algo me hizo pensar en que ellos no eran los únicos.
Tragué en seco ante la idea.
¿Y si en verdad no estaba equivocada? ¿Y si había más vampiros aparte de ellos?
Por alguna extraña razón corrí hacia mi espejo de cuerpo completo, sentía que debía revisarme. Me observé toda hasta que mis ojos se posaron sobre mi cuello, lo toqué un poco. Sabía que algo me había pasado, pero en esos momentos no supe el qué, aunque en lo más profundo de mi cabeza creía recordar algo, sin embargo, supuse que solo había sido la sensación porque no tenía nada. También recordaba haber sentido un calor sobrehumano recorrer mi pecho, desabotoné la camisa y me miré.
Algunas imágenes esporádicas vinieron a mi mente al tocar uno de mis senos, eran confusas e irracionales, todas se mezclaban unas con otras, estaban difusas. Apreté los ojos con fuerza e intenté aclararlas, pero solo pude sentir bajo mis bragas como me mojaba, había una voz en mi cabeza que lo provocaba, fue entonces que, estúpidamente, cerré los ojos mientras dejaba que esa sensación poco a poco me atravesara.
—Es bueno saber que aún me recuerdas. —Escuché de fondo en uno de mis oídos mientras me dejaba llevar por lo suave de su voz—. Y aunque ahora me gustaría hacerte mía no puedo, pero tarde o temprano lo serás y esta vez él no podrá impedirlo —terminó de decirme.
Tras esas últimas palabras abrí los ojos de golpe.
Tenía el corazón exaltado.
¿Qué demonios estaba pasado?
Apenas si respiraba.
—¡Demonios!
Me quejé al dejarme caer sobre la cama.
Era frustrante no saber lo que estaba pasando.
Mis ideas estaban totalmente revueltas, era como si mi mente solo pudiera recordar cierto tipo de cosas, aunque por alguna razón, en estos momentos solo podía pensar en Edward y en su aún desconocida naturaleza.
Él era una persona realmente extraña, su actitud, su apariencia, su forma de ser y de existir.
Estaba decidida a investigarlo y ya sea que fuera por curiosidad o algo más, yo sabía muy bien que a ningún ser humano le cambiaban los ojos de un color a otro, tampoco y por más rápidos que fueran, aparecían en un lugar diferente, así como tampoco nadie podía tener la piel tan fría y oler como nadie más en el mundo.
Inconscientemente cerré los ojos.
Imaginar a Edward tan cerca de mí me emocionaba, jamás había estado tan concentrada en una sola persona, mucho menos en alguien como él. Edward me gustaba, eso no podía negarlo, sin embargo, el que él me gustará no significaba que yo también le gustará, eso era algo estúpido. Un vampiro jamás se fijaría en un ser humano, mucho menos en alguien como yo, además; los vampiros no existían o eso era lo que yo quería seguir creyendo.
Todo era una completa locura o al menos lo fue hasta que el sonido de las sirenas me hizo volver a mi realidad. Había olvidado que mis abuelos estaban hablando con la policía. Dejé de lado mis pensamientos y con lo primero que saqué del armario bajé a la estancia en busca de ellos.
Estaba bajando las escaleras cuando de pronto los escuché.
Mi abuela estaba de espaldas a mí. No quería asustarla así que la llame con voz baja. Ella giró hacia mí y me miró, sus hermosos ojos claros estaban rojos y humedecidos.
Por unos instantes me dolió el mirarla así, ella era una mujer muy fuerte, pero en estos momentos se notaba lo destrozada que estaba.
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Editado: 10.08.2020