Linaje: Secretos de Sangre

Capítulo XVI: Despedida

• DESPEDIDA

Inmediatamente después de que terminamos de besarnos, una voz profunda y gruesa sonó desde uno de nuestros costados, fue entonces que al escuchar mi nombre me giré y lo vi.

¿Qué diablos hacía él aquí?

Sus ojos estaban puestos en mí mientras me miraba con cierta clase de dolor y celos al haberme encontrado con Arlus.

—Yo... —murmuré sin dejar de mirarlo.

No sabía qué más decir. Tal vez había sido la impresión o era solo que Arlus no me estaba dejando. Sentí que meneé los labios, pero ningún sonido salió de mi boca.

Lo escuché suspirar y luego lo vi desviar la vista hacia algún punto.

—¿Vas a atenderme o... prefieres que me vaya? —preguntó sin siquiera mirarme.

Mi rostro se desfiguro al escucharlo, su tono de voz no me había gustado en lo absoluto, tenía un cierto tono de reclamo.

—¿Disculpa...? —inquirí sintiendo que él estaba siendo de lo más injusto conmigo.

Fruncí el rostro y le grité, él no iba a tratarme de esta manera, mucho menos le iba a permitir que me hablara en ese tono.

—¡Oye, no! —dije poniéndome de pie.

Corrí hacia él, lo tomé por el brazo y lo halé.

Él me miró.

—Lea enserio, sino vas a atenderme regresaré luego —dijo al soltarse—. Yo solo venía a hacerte una invitación, pero en vista de que estas algo ocupada... Creo es mejor que me vaya, así ustedes dos podrán seguir en lo que estaban.

Matthew trataba de sonar igual que siempre, pero era obvio que estaba molesto.

Un profundo gemido se escapó de mis labios ante su patético discurso, no me estaba gustando su mala actitud, tampoco era como si esperará a que él me hablará de otra manera, sin embargo, se estaba comportando de una forma tajante.

Él no tenía ningún derecho de hablarme así.

Apreté los puños y retuve en mi interior las inmensas ganas que tenía de golpearlo.

¿Qué era lo que él se creía?

Entre nosotros dos no había nada más que una simple y efímera amistad la cual aún estaba en duda. Aparté mi mirada y con toda la furia que sentía dejé salir todas las emociones que tenía guardadas dentro de mi pecho.

Respiré hondo y me acerqué aún más.

—¿Qué se supone que significa eso? —pregunté con rabia—. ¿Y qué estás haciendo aquí en mi casa? —demandé cruelmente.

—Pues exactamente lo que estás pensando y... la puerta estaba abierta. —Me respondió de la misma manera en la que yo le estaba hablando—. Pero como dije, regreso luego porque se nota que estás bastante ocupada.

Su tono de voz sonó muy sarcástico.

Al sentirme furiosa, mis puños se apretaron aún más, era increíble que ya no pudiera reconocer al chico que tenía frente a mis ojos, él no era Matthew.

—Pues como estoy tan ocupada te pido que te largues de mi casa. ¡Ahora! —grité—. ¡Tú ya no eres bienvenido! —dije de la misma forma grosera en la que él me estaba hablando, fue entonces cuando escuché a Arlus carcajear a mis espaldas—. ¡Y tú...! ¿De qué diablos te ríes? —pregunté con demasiada fuerza mientras me giraba hacia él.

—¿Pues de qué más? —contestó ladino—. De ti y de él, por supuesto —dijo volviendo a reír—. El idiota está celoso.

Enarqué una de mis cejas, de verdad empezaba a molestarme.

—Arlus, ¡¿por qué diablos no me haces un favor y tú también te largas de aquí?! —repliqué furiosa, señalando la puerta.

—Como quieras —dijo elevando uno de sus hombros—. De todas maneras, yo ya me iba.

—Pues ya te estás tardando.

En ese momento Matthew intervino detrás de nosotros.

Me giré hacia él y lo miré sin muchas ganas.

—¿Es que acaso ustedes no entienden? Quiero que ambos se larguen de mi casa. ¡Ahora!

—Pues yo me iré en cuanto este tipo se vaya —dijo Matthew a la defensiva.

Arlus sonrió.

—Deberías aprender a controlar tus celos, niño. —Le dijo con superioridad y arrogancia—. Ya que en futuro podrían traerte demasiados problemas —añadió sin dejar de mirarlo.

—Matthew no tiene porque ni de qué estar celoso —interferí e inmediatamente sus ojos azules se clavaron en mí.

—Bueno, como sea —dijo Arlus viniendo hacia mí—. Ese es un asunto que a mí no me interesa, aunque con alguien como tú cualquiera estaría celoso de encontrarte en el suelo con otro —bisbiseó cerca de mis labios, atrayéndome de nuevo con sus susurros.

—¡Ya basta!

Escuché a Matthew gritar.

Me giré sobre mi lugar y lo vi, tenía las manos formadas en puño.

—Sí, eso... ¡Ya basta! Lárguense de mi casa —refuté aguantándome las ganas que tenía de llorar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.