• DESDÉN •
Poco a poco un raro sentimiento de culpa comenzó a llenarme cuando vi a Matthew darme la espalda. No había sido mi intención herirlo, pero... cuando me di cuenta ya lo había hecho.
De nuevo había lastimado su corazón.
Tomé una gran bocanada de aire y miré hacia el techo en un vano intento por controlar mis lágrimas, fue entonces que desde la entrada a la sala logré escuchar a mi abuela hablarme:
—Lea, no es mi intención entrometerme, pero creo que deberías disculparte con él. Fuiste demasiado grosera.
Al escucharla, volví la vista hacia ella y la miré con el ceño fruncido.
¿Perdón? ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Disculparme? ¿Yo? ¿Por qué iba a hacerlo? Además ¿había escuchado bien? Ella me había llamado: ¿grosera? ¿Era en serio?
Ja. Por primera vez en todo el día me jacté, luego apreté los puños y sin ser consciente de mis propias palabras hablé. Estaba harta de escuchar a todo el mundo decirme lo que tenía que hacer.
—¿Estabas oyendo? —inquirí con la voz firme.
Marie me miró y suspiró. Ella no era de las personas que se ocultaran detrás de las puertas, sin embargo, mi conversación debió haber sido muy escandalosa como para haber llamado su atención.
—No pude evitarlo —dijo, acercándose a mí—. Su discusión fue algo... dura —musitó, yo volví a reír.
—¿Enserio? ¿Y eso te da el derecho a oír tras las puertas?
—No, en realidad no. Pero esta es mi casa y lo que pase en ella me interesa.
—Ah.
Me limité a contestar para luego quedarme callada.
¿Qué más podía decir si ella estaba en lo cierto?
—Lea. —Me llamó luego de unos segundos—. Sabes que no me gusta entrometerme en tus cosas, pero Matthew es un buen chico, conocemos a su familia desde hace años y...
—¡¿Y eso qué?! —Le interrumpí sin dejar de lado el tono grosero de mi voz—. No porque los conozcamos de hace años quiere decir que sean buenas personas. ¡Y no voy disculparme!
—¡No, Lea! ¡Te equivocas! Si tienes qué. Fuiste demasiado grosera. Él solo expresó sus sentimientos y tú lo lastimaste.
Mis cejas se fueron hacia arriba.
—¿Qué yo lo lastime? ¡Por favor! —solté con cierto tono de sarcasmo—. Abuela, si estuviste ahí todo este tiempo escuchando, entonces sabrás que fue él quien me lastimo primero.
—Pero él intentó resolverlo y, aunque estoy en contra de eso no fue justo que lo tratarás de esa manera.
—Y qué se supone que tenía que decirle, ¿eh? —inquirí golpeando la parte lateral de mis piernas—. Matthew, no te preocupes. Te perdono. Yo también te amo. —Hice un ademán—. Dime, eso es lo que querías escuchar. Porque si es así creo que te equivocaste.
—Claro que no, pero herirlo de esa forma... No fue nada agradable. Tú más que nadie sabes lo enamorado que ese chico esta de ti. Te ama desde que eran prácticamente unos niños.
En ese instante me mordí la lengua para no soltar una mala palabra. Maldición. A pesar de que su comentario había sido cierto, no puede evitar enojarme más de lo que ya estaba. Sabía que Matthew me amaba desde hace mucho, pero yo ya no podía hacer nada, mi corazón no lo amaba y no lo amaría nunca.
—Es que tú no lo entiendes. No sabes nada —espeté volviendo a mirarla—. Ese chico rompió mi corazón.
—Y se disculpó. Lea, tal vez no entienda lo que te hizo, pero no todos los hombres tienen la cortesía de hacerlo y no es que lo esté defendiendo, pero...
—Pues pareciera que sí. Abuela, soy tu nieta y se supone que debes apoyarme a mí.
—Lea, no estoy del lado de ninguno de los dos. Ambos cometieron errores y deben disculparse.
—Una disculpa no es suficiente y ya te dije que yo no tengo porque hacerlo. Además, si lo perdono... ¿Qué pasará si lo vuelve a hacer? Estoy segura que hará lo mismo en el futuro. Tan solo no vayamos lejos, mi padre y mi madre...
—¡Lea! —Me gritó—. Eso es diferente.
—¡No! No lo es. —Volví a levantarle la voz—. Al final ellos terminaron separándose, ¡¿y todo para qué?! Para que mi hermano y yo termináramos en un pueblo como este donde todo es tan extraño.
—No, Lea. —Me dijo con tristeza—. Itan y tú terminaron aquí porque es más seguro, además no tenían a dónde más ir. Somos su única familia.
—¡Una que se está convirtiendo en una molestia!
Ni siquiera supe porque dije eso solo... lo hice.
—¿Así que eso es lo que piensas de nosotros?
De pronto, la gruesa y seria voz de mi abuelo sonó a mis espaldas.
Maldición.
Hubiera querido decirle que no, pero estaba tan encrespada que las palabras fluyeron de mi boca casi por sí solas.
—¡Sí! ¡Maldita sea, sí! —contesté—. Son una maldita molestia. Últimamente no han hecho otra cosa más que presionarme. Me piden cosas que no quiero y me obligan a salir con alguien que no me interesa y ahora... ¡pasa esto! —grité señalando a mi abuela—. ¿En serio quiere que me disculpe con alguien que me lastimó? ¡Maldición! ¡Los odio! ¿Cómo pueden imponerme cosas? Estoy harta de todo y de todos. Estoy cansada de aparentar ser la nieta perfecta y de levantarme todas las malditas mañanas sonriendo para que no sospechen cuanto me duele haber asesinado a mis padres. Ya no quiero mentir. Ya no quiero esta vida llena de hipocresías. ¡Quiero ser feliz! ¡Quiero que me dejen en paz!
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Editado: 10.08.2020