Linaje: Secretos de Sangre

Capítulo XXIV: Inclusión

• INCLUSIÓN

—¿Nerviosa?

Me preguntó Edward una vez más antes de salir de la comodidad su cuarto.

—No —murmuré apenas, pensando en que había sonado lo suficientemente convincente como para que él dejara de observarme, sin embargo, él me seguía mirando—. Está bien, sí — dije—. Estoy un poco nerviosa ya que será la primera vez en que conozca a tus padres —acoté, sintiendo como cada célula de mi cuerpo temblaba.

Él me sonrió, parecía divertirse con todo el pánico escénico que sentía.

—Tranquilízate. —Me contestó—. Estarás bien.

Lo miré por unos segundos, no estaba segura de que tan ciertas eran sus palabras, sin embargo, necesitaba confiar en él. Respiré hondo, tomé con fuerza su mano y asentí con total seguridad.

Con cada paso que daba, sentía como el pasillo por el cual caminábamos se iba haciendo cada vez más estrecho. Empezaba a sentirme mareada y el temblor en mis piernas no me estaba ayudando. Mis manos temblaban y esa pequeña sensación de hormigueo en la boca de mi estómago me estaba matando al irme imaginando al resto de su familia.

—Tranquila, no van a comerte —dijo a mi lado.

Inmediatamente me detuve.

Solté su mano y lo miré llena de pánico.

Él solo sonrió.

—Me gusta cuando pones esas caras —dijo—. Me haces pensar en toda la clase de cosas que podrías estar pensando —masculló, proliferando su risa—. Y no, esta vez no estoy leyendo tu mente, aunque podría, pero trató de no hacerlo.

Sin saber que responder guardé silencio hasta que él volvió a tomarme de la mano para halarme con suavidad.

—Sigamos —dijo.

Un último paso y ahí estaba yo, mirándolos a todos de frente.

Edward me abrazaba por la cintura, aunque yo no le estaba prestando atención, mis ojos estaban totalmente centrados en aquellos vampiros que me miraban de una forma extraña. Sus oscuros ojos rojos eran tan fuertes y penetrantes que ni el mejor de los aromas que había en estos momentos podía hacer que yo dejara de temblar.

Quise retroceder, pero en esos instantes Edward me lo impidió al colocarse detrás de mi espalda.

Pronto, mi contacto visual con aquellos vampiros se rompió, me era difícil poder mantenerles la mirada. El ambiente era algo tenso, sentía que no podía respirar. Empezaba a tener miedo, sin embargo, Edward se las arregló muy bien para calmarme.

Él me miró por unos momentos, luego se volvió hacia resto.

—Familia... —comenzó él en un tono tranquilo y como era de esperarse—...Quiero presentarles a Lea, la mujer que será de ahora en adelante y para siempre mi compañera —murmuró y por primera vez su tono de voz me llenó de un extraño calor.

Escuchar aquella última palabra en sus labios hizo que mis mejillas se sonrojaran, causando que alguien a mis espaldas inhalara profundamente. Di un pequeño respingo cuando lo vi, es un hombre alto, joven y hermoso. Aunque un extraño y borroso recuerdo me hizo llevar rápidamente una de mis manos a mi cuello.

A pesar de que no lo recordaba sentía que entre él y yo había pasado algo.

—Aún sigues siendo tan irresistible —dijo casi frente a mis labios—, pero, aunque quisiera… —murmuró lento, dejando su frase en el aire cuando una suave y tierna voz intervino al darme la bienvenida.

Había sido una voz tan angelical que por un segundo me pareció estar en el paraíso, sin embargo, cuando supe de dónde provenía aquel eco me estremecí, no por miedo, sino por lo joven y hermosa que es.

Alta, delgada, de tez blanca y de piel aterciopelada. De ojos grandes y afilados; de facciones refinadas que se definían junto a su esparcida, larga y lisa cabellera oscura. Mujer amable, de entre unos treinta y cinco o cuarenta años de edad o eso supuse.

—Lea. —Me llamó Edward acaparando mi atención—. Ella es mi madre, Victtoria Le Blanc, y el hombre que está a su derecha es mi padre, Aston Easley —citó él haciendo una especie de reverencia hacia aquel ser quien parecía una persona seria y callada, de facciones robustas, pero a la vez refinadas. Hombre igual de alto y atractivo que su esposa, aunque su piel es un poco más bronceada, aun así, seguía siendo caucásico igual que Leonard. Parecía ser un hombre enérgico que difícilmente podía ser contrariado ante su edad madura y su porte lleno de presunción y arrogancia. Sin duda, un ser demasiado riguroso, capaz de causar un infarto con tan solo mirarlo a los ojos y del cual, yo solo recibí como saludo un asentimiento—. Y él es Leonard, mi hermano, aunque ya lo conoces. —Me dijo haciéndose aún lado.

—Bienvenida a casa.

Me susurro Leonard al abrazarme.

Su recibimiento había sido cálido y sencillo, aunque algo extraño.

—Gracias —musité en voz baja sin dejar de mirarlo.

—Y yo soy Lawrence —dijo de pronto aquel otro ser que no recordaba—. Aunque también ya me conoces —agregó.



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En el texto hay: muerte, dolor, vampiros y romance

Editado: 10.08.2020

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