• ADVERTENCIA •
—Edward. —Lo llamé una vez más al verlo acercarse a la ventana, pensando en la decisión que ya había tomado—. Quédate un poco más, por favor —pedí con sutileza.
Él me miró apenas, inseguro de quedarse.
—Yo... No lo sé —dijo en medio de un titubeo—. No creo que esta noche sea buena idea para quedarme.
Lentamente me acerqué a él, pensando en el por qué no quería hacerlo. Desde que Lawrence apareció en mi vida no había noche alguna en la que él no se quedará conmigo, sin embargo, el destello en sus ojos me respondió.
Le sonreí.
—¿De verdad crees que vas a lastimarme? —inquirí cerca de sus labios—. Edward, si esta noche será la última de mi vida al menos déjame disfrutarla, quiero recordar lo que se siente ser humana por primera y última vez —susurré reafirmando mi decisión.
Estaba segura de querer entregarme a él. Le daría a beber de mi sangre y sería completamente suya.
Sin pensarlo de nuevo lo besé.
Él no se resistió.
Sentí la comisura de sus labios sobre los de míos. Había veces en las que me sorprendía la forma en la que nuestras bocas se juntaban, era como un juego de dos piezas opuestas que encajaban perfecto pese a la ironía.
Edward me acariciaba con la yema de sus fríos dedos mientras recorría cada parte de mí cuerpo, como tratando de no lastimarme como la última vez que lo intentamos y es que era obvio, entre sus brazos yo era como una débil hoja de papel, sin embargo, poco a poco él comenzó a olvidarse de sus miedos.
A pesar de que él ya no estaba siendo nada amable con sus caricias sentía como él amaba cada parte que tocaba y conocía de mí. Mirarlo con esa clase de sentimientos muchas veces me confundía por qué, de alguna manera sabía que él había conseguido remover emociones dentro de mi cuerpo que creía que ya no tenía. No sabía cómo ni cuándo había sucedido, lo cierto era que lo que sentía por él estaba aquí, latente y ardiendo como fuego dentro de mi pecho.
Mi vista se fue hacia él, Edward me sonreía.
Pensé que quizá estaba leyendo mis pensamientos, aunque toda suposición se vino abajo cuando él arrancó parte de mi ropa. Era obvio que no estaba tratando de averiguar lo que yo estaba pensando.
Podía sentir su aroma y la frialdad de su cuerpo desnudo sobre el mío.
—¿Estás segura?
Me susurró mientras deslizaba su nariz por entre mis pechos desnudos hasta llegar arriba y oler la parte frontal mi cuello.
Dejé caer mi cabeza hacia atrás, permitiéndole un mejor acceso.
—Sí —respondí en un murmullo.
Lo escuché sonreír y en menos de un segundo me vi recostada sobre la cama con su cuerpo sobre el mío.
Edward atrapó mis manos entre las suyas, presionándolas con fuerza mientras me dejaba sentir entre mis piernas lo excitado que se encontraba.
Un suave gemido se escapó desde el fondo de mi garganta cuando mordió sin perforar uno de mis senos, había dolido, aunque no tanto como imaginaba. Mordí uno de mis labios y guardé silencio, no quería despertar a nadie o más bien, no quería que nadie nos escuchará. Gemí por lo bajo y una pequeña e involuntaria sonrisa se escapó sus labios.
Lo miré apenas, sus ardientes ojos me reclamaban, me deseaban.
Volví a sonreírle porque al igual que él, yo también lo deseaba.
Estaba ansiosa, quería que él me tomará, sin embargo, Edward mantuvo la calma. Me soltó un poco y acarició mi mejilla siendo apenas un roce con el lado contrario de sus dedos, luego retiró un poco de mi cabello, alejándolo de mi cara.
Sin dejar de besar mis hombros Edward acarició mis piernas, iba de abajo hacia arriba hasta llegar a tocar mi centro el cual hizo suyo con sus hábiles dedos. Me encorvé al sentirlo, era una sensación extraña, pero a la vez asombrosa; el calor de su cuerpo y el sustancial frío de sus manos solidificaban todas y cada una de mis emociones, congelándolas en una penetrante sensación que se fue intensificando con el paso del tiempo hasta que, él mismo me hizo abrir los ojos.
Una de sus manos atrapó el resto de mi ropa interior y tiró de ella, dejándome desnuda en un parpadeo. Al sentirlo, supuse lo que se venía, abrí un poco más mis piernas y sin dejar de mirarlo a los ojos le permití el acceso completo a todo mi cuerpo, él sonrió y rápidamente se despojó de toda su ropa.
Comencé a desearlo y avergonzarme al mismo tiempo, nunca un chico me había visto completamente desnuda y en estos momentos él era el primero.
Edward se colocó entre mis piernas sin ser delicado, podía sentirlo a él y a su palpitante miembro erecto, frío, caliente, húmedo como el hielo seco; era una mezcla perfecta que me llevaba al borde de la locura.
Lo sentía desnudo sobre mí y, ¡maldición! Era jodidamente bello. Edward tenía un cuerpo perfecto, uno por el que cualquier hombre o mujer matarían.
Pronto, bajó a mi abdomen y comenzó a besarlo hasta subir a mis pechos y atrapar uno de ellos, grité al sentir sus colmillos clavarse, pero el sonido no se propagó ya que él se encargó de cubrir mi boca. Me aferré a las sábanas. Edward era todo un experto ante mi incapacidad para hacer algo. Sus manos volvieron a mis piernas, las tomó y abrió, yo lo dejé, permitiéndole que bajara de nuevo hasta que en cierto momento me vi moviéndome frente a su boca.
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Editado: 10.08.2020