Linaje: Secretos de Sangre

Capítulo XXVIII: Encierro

• ENCIERRO

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Eso no! —Casi grité por lo absurdo de sus palabras—. Ustedes no pueden hacer eso, Amelia es parte de su familia —dije tratando de tranquilizarme, sin embargo, era más mi miedo, yo no quería que nadie más muriera y no iba a permitirlo.

—Tranquilízate. —Me respondió serio—. Edward aún cree que estas aquí por culpa Lawrence. Él aún no sabe nada, aunque una vez que lo haga… Eso es lo él que hará. Amelia es muy astuta, uso a su favor su petición y se las arregló para engañar a Lawrence y así no tener nada que ver contigo.

En esos instantes maldije a Amelia con todas mis fuerzas.

Apreté mis puños, fruncí mi ceño y miré a Leonard con decisión.

Él solo negó.

—De nada sirve lo que estás pensando —dijo sin dejar de mirarme—. Ella es mucho más lista que eso. Es mejor que se lo digas a Edward —advirtió y por primera vez me sentí impotente.

—¿En dónde está él?

Me apresuré a preguntar.

Aquel hermoso ser torció una mueca en sus labios y luego de tanto pensarlo me respondió:

—Encerrado —dijo cerca de la ventana—. Hace tres días él intentó matar a Lawrence.

Tras escuchar esas últimas palabras mi corazón se detuvo, no podía dar crédito a lo que Leonard me estaba diciendo, Edward no podía estar encerrado, él no podía haber intentado matarlo.

—Pero lo hizo, así que mi padre tuvo que intervenir. Él no podía permitir que esos dos se mataran entre sí, fue por eso que los puso en aislamiento.

Enarqué mi gesto, era difícil poder creer eso, no imaginaba a Edward y a Lawrence luchando.

—Pues debes créelo.

La voz de Leonard comenzaba a sonar un tanto irritada y era entendible, estábamos hablando acerca de su familia.

Suspiré con pesadez porque nada de lo que se suponía que tenía que ser estaba pasando.

Quería llorar, quería regresar el tiempo. Me sentía bastante mal.

—Y debes estarlo. —Alcancé a oír a Leonard decirme—. Lea, desde que mi hermano te eligió como su compañera nos colocó a todos en una posición realmente difícil y no solo ahora debemos presentarnos con Sebastián forzosamente, sino que, también ahora tenemos que lidiar con ella.

Mientras aquel vampiro hablaba mi mente no dejaba de pensar en un millar de cosas, no obstante, no importaba en que tanto pensará porque todos mis pensamientos al final terminaban con el nombre de Amelia.

—¿En dónde está ella? —pregunté al hacer contacto con sus ojos.

Leonard levantó una ceja.

Supuse que fue por la manera en la que pregunté o quizá fue porque aún seguía pensando en lo que rondaba por mi cabeza.

—En casa —dijo—, aunque se pasea muy poco por ella.

Baje la mirada, necesitaba pensar en algo más que en eso que tenía dentro de la mente.

—¿Y Edward?

Rápidamente pregunté por él, tenía que verlo, sin embargo, Leonard no me respondió o más bien no le di el tiempo de hacerlo.

Sin esperar por su respuesta me arranqué las sondas bajando a toda prisa, aunque cuando lo hice mis piernas no me sostuvieron, aún me encontraba demasiado débil. Intenté levantarme, pero en ese instante las puertas de mi habitación se abrieron dando paso a un par de enfermeras que entraron a revisarme.

Una de ellas se quejó al verme mientras que la otra intentó parar mi sangrado.

—Es que acaso estás mal de la cabeza. —Alcancé a escuchar a una de ellas, pero yo solo tenía la mirada puesta en Leonard, quien estaba aferrado a la pared, mirándome pálido e incontenible.

No me asusté, aunque sabía que debía de hacerlo.

Pronto, mis ojos comenzaron a cerrarse y, aunque traté de resistirme no me fue posible, el mundo comenzó a darme vueltas y de nuevo volví a perder la conciencia.

✤✤✤✤✤✤

Horas más tarde mientras aún me encontraba sumergida en algún lado de mi mente pude escuchar de fondo mi nombre. Su voz había sonado suave, cálida y lejana.

Sonreí al reconocerlo.

Amaba el eco que producía su voz.

Poco después abrí los ojos, sabía que él estaba aquí, conmigo. Respiré profundo y susurré su nombre, encontrándome con él frente a mis ojos.

Estiré una de mis manos y tomé su rostro.

Él me estaba mirando. Sus ojos oscuros reflejaban mi apariencia, me veía algo pálida y desastrosa con mi cabello enmarañado y con aquellas grandes ojeras violáceas que cubrían mis ojos. Tontamente me disculpe por ello, él no dijo nada, solo sonrió mientras recorría un poco de mi cabello colocándolo detrás de mi oreja.

—¿Cómo te encuentras?

Fue lo primero que él me preguntó.

—Mejor. —Mentí al incorporarme—. Aunque sigue doliendo un poco —añadí rápidamente al mirar los gestos que él producía en su cara.




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