Linaje: Secretos de Sangre

Capítulo XXIX: Tensión

• TENSIÓN

Por un largo tiempo no dije nada y, aunque intenté disculparme no fui capaz de hacerlo.

Estaba nerviosa, conteniendo el aire dentro de mis pulmones mientras lo miraba sentado a los pies de la cama en un pequeño e incómodo sillón negro de hospital, sus ojos oscuros no dejaban de mirarme.

Sin quitarme la vista de encima se puso de pie y se acercó en silencio.

Tragué duro al imaginar lo que posiblemente estaría pensando, sin embargo, conocer sus pensamientos era difícil.

—Eres necia. —Me dijo una vez que llego a mi lado—. Te dije que te recostaras bien —espetó con las manos dentro de sus bolsillos.

Sentí un cruel nudo en mi garganta cuando me dijo eso, Edward casi nunca me hablaba de esta manera.

—Estúpida.

Me insulte a mí misma conteniendo mis ganas de llorar.

Hice mis manos puño y arrastré la sábana entre mis dedos.

—No, no llores. —Me dijo en un instante cerca de mis labios—. Ya no estoy molesto, al menos no contigo —dijo y yo lo miré.

Él limpió una de mis lágrimas.

—Estoy molesto conmigo mismo y con ese maldito bastardo.

Apreté mis labios. No me gustaba la forma en la que él se expresaba, lo hacía con dolor y sufrimiento.

Bajé la vista a mis manos por algunos segundos y luego la levanté.

—Yo... —espeté, aunque no alcancé a terminar mi frase porque él rápidamente me besó.

Fue un contacto rápido pero profundo, algo extraño que me hizo sonreír.

—Lea, yo jamás extrañare tus besos. —Me dijo sin dejar de mirarme—. ¿Y sabes por qué nunca lo haré? —A pesar de que creía saber la respuesta negué—. Porque tus besos son y serán para siempre míos —susurró besándome de nuevo, aunque esta vez aquel beso no duró demasiado porque en ese maldito momento las puertas de mi habitación se abrieron.

Como casi siempre él se retiró a una velocidad impresionante.

Inmediatamente conduje mi vista hacia la puerta insultando por dentro aquel nuevo sujeto que recién había entrado, es un hombre joven y bastante apuesto; supuse que aquel hombre de piel morena y cabellera larga se trataba de mi médico.

—Veo que te encuentras mucho mejor.

Me dijo mirándome discretamente por la comisura de uno de sus ojos mientras se ajustaba sus gafas redondas y centraba su atención en la tablilla que traía entre sus manos.

—Sí —contesté asintiendo con una pequeña sonrisa, ya casi no dolía.

Aquel hombre sacó un par de utensilios y comenzó a revisarme.

—Sea lo que sea que hayas estado haciendo que te quede de experiencia que no debes volver a repetirlo. —Volvió a decirme, aunque esta vez lo hizo caminando de regreso a los pies de mi cama—. Parece que todo está en orden. Te mandaré algunos medicamentos para el dolor —dijo anotando algunas cosas—. Y en un par de días quiero que vuelvas.

Lo miré un poco, mi doctor era demasiado joven, pero se veía que tenía experiencia.

—De acuerdo —contesté—. Lo tendré en cuenta.

—Bien —espetó serio pero amable mientras se dirigía a Edward—. Sé que dije que la daría de alta mañana, pero en vista de que está mucho mejor arreglaré algunas cosas y podrá irse a casa en un rato —dijo revisando una última vez su tablilla para después dejarla en su lugar y retirarse.

Cuando el médico se fue, Edward volvió a mirarme, estaba serio.

Exhalé.

De nada servía seguir ocultándole la verdad.

Chasqueé los dientes y negué, al final Leonard tenía razón.

Respiré profundo, apreté los labios y lo miré con decisión.

Luego de que terminará de contarle lo sucedido, Edward perdió por completo la cabeza, se veía realmente molesto, afortunadamente me había reservado algunas cuantas cosas como el decirle que Amelia había estado en mi habitación momentos antes de que él llegará y claro, también me había reservado el contarle sobre su amenaza.

¿Por qué lo hice?

No lo sé, sólo sabía que debía de hacerlo.

—Por favor ya, no te enojes —dije tratando de calmarlo, pero no era como si funcionará.

—Es que tú no la conoces —dijo al detenerse.

Sí, tal vez no la conocía y la verdad no quería conocerla. Sentía que comenzaba a odiarla, sin embargo, yo no quería que ninguno de ellos la lastimara.

—Lea, entiende que si ella vuelve a...

—Sí, lo sé.

Lo interrumpí en voz baja pensando en cómo resolver mi problema sin tener que acudir a lo que Leonard me había dicho que no.

Era una locura, pero al final si no conseguía solucionarlo de alguna manera no me quedaba más remedio que hacer eso.



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En el texto hay: muerte, dolor, vampiros y romance

Editado: 10.08.2020

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