• ANEXO •
—Síntesis e introducción al segundo tomo—
En algún punto extraño y ambiguo del otro lado del mundo...
Las puertas de dos hojas enormes de una gran habitación semioscura se abrieron, dando paso a un impetuoso vampiro que caminó lento hacia aquel otro ser oscuro que se encontraba situado a los pies de su elegante y descomunal trono. Aquel ser, al notarlo se giró despacio, sintiendo y reconociendo en la punta de su nariz un único aroma que le hizo encender su gélida mirada.
Miró hacia la puerta y habló:
—Alto —pronunció con voz fuerte y cabal a dos de sus guardianes, deteniéndolos justo antes de que estos atacarán aquel vampiro que no tenía invitación.
Aquel prominente ser ladeo un poco su cabeza y como esperando una respuesta guardó silencio, deseando escuchar su voz.
—Mi señor...
Se atrevió a hablar aquel intruso mientras se arrodillaba y lo reverenciaba.
Sebastián, quien era el vampiro que estaba a su frente, entornó ligeramente sus perfilados ojos rojos en él.
—Por como luces… —dijo con voz pausada—… veo que eres uno de nosotros. —Su tono de voz no solo era ronco, también era sensual—. Sin embargo, no recuerdo haberte creado —murmuró sin dejar de mirarlo—. Dime, ¿quién eres y con qué derecho te atreves a irrumpir dentro de mi castillo?
Aquel otro ser le sonrió altivo, no era necesario decirle, Sebastián ya debería de saberlo o al menos, debía de tener un tipo de idea con todo aquello que rondaba dentro de su mente, la cual, a pesar de ser una de las más fuertes en estos momentos era como si no lo fuera.
El chico a su frente encendió sus ojos y estirando su mano hacia la puerta la llamo.
—Su nombre es Itan Rize, padre —dijo Amelia al cruzar el recinto—. Y él es lo que todos habíamos estado buscando. Un albino.
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—Fin del primer tomo e introducción al segundo—
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Editado: 10.08.2020