Capítulo 4:
SONRISAS
Llega la mañana y los niños se despiertan, la luz de un nuevo día entra por la ventana sin invitación, iluminando los rostros de los mayores.
Al ser despertados por el cálido amanecer, ambos bostezan casi en sincronía y, al oler algo delicioso proveniente de la cocina, se levantan.
Ya no llevan la ropa sucia, ambos llevan una camisa de Ángel cada uno, aunque por obvias razones les queda como vestido.
Aún un tanto temerosos, los dos niños mayores salen rumbo a la sala.
Cuando llegan a la sala, ven a Samantha haciendo el desayuno, con una sonrisa en el rostro, cortando verdura para agregarla a los huevos que va a freír.
Mientras tanto, Ángel, con gran concentración, está trabajando en su computadora de escritorio.
Samantha los ve y les dice con una voz cálida y dulce:
—Buenos días, niños. El desayuno estará en seguida, siéntense si quieren.
Ambos asienten y se acercan a la mesa sin prisas.
Ángel pone en pausa su trabajo, se da la vuelta y se sienta en la mesa junto a los niños, pero no sabe cómo iniciar una conversación, intenta improvisar algo, pero nada llega.
El niño intenta decir algo:
—Yo...
Pero no lo completa al ver que Ángel se levanta y se va a la cocina, y su única reacción es agachar levemente la cabeza.
Ángel vuelve y, con mucha hospitalidad, les sirve a ambos un vaso de leche con chocolate con una leve sonrisa.
Ambos dicen al unísono, con un tono un tanto alegre:
—Gracias —y proceden a probarlo.
Sus expresiones se alegran más al disfrutar de este nuevo sabor.
—Está muy rica —dice la niña mientras se toma cada trago lentamente para saborear cada gota.
Al verlos disfrutar esta bebida, algo entra al corazón de Ángel, haciéndolo soltar un leve suspiro acompañado de una sonrisa que no se va mientras él aprecia la escena.
Samantha, en la cocina, recibe la misma sensación y no para de sonreír al verlos disfrutar el momento.
Ángel va a la cocina nuevamente y ayuda a Samantha a servir los platos. En este vaivén a la cocina, él aprovecha para preguntar, intentando sonar lo más ligero posible:
—¿Cuáles son sus nombres?
—Me... me llamo Beatriz —dice la niña con voz dulce y temerosa.
Al verla, el niño también se anima a hablar:
—Yo... mi nombre es Oliver.
Los cuatro desayunan mientras los bebés aún duermen, hablando de cosas sencillas, preguntando sobre cómo han sentido su estancia en la casa.
Beatriz, con cada palabra, se le nota más alegre:
—Nunca había dormido tan bien, se sintió como dormir en una nube.
Oliver agrega con una alegría similar y mostrando una sonrisa llena de emoción:
—Sí, y las cobijas estaban muy calientitas. Fue difícil levantarme de la cama, estaba muy cómodo.
Samantha no aguanta y se ríe levemente por las palabras de los niños, mientras Ángel es contagiado por las sonrisas de los tres.
Luego del desayuno, Beatriz, Oliver y Samantha van a despertar a los bebés para darles de desayunar, mientras Ángel vuelve al trabajo.
Se pone los audífonos y empieza a recortar cada clip en los minutos y segundos apuntados en su libreta, agregando cada canción y efecto de sonido que se le había ocurrido mientras veía la grabación del stream en el autobús aquella noche.
Mientras edita los clips ya recortados, ve por el reflejo de la computadora a Samantha alimentando a los bebés con ayuda de Beatriz y Oliver, dándoles una papilla de fruta. La escena le saca una sonrisa torpe que lo acompaña por un buen rato en su edición.
Luego de unas horas, termina y pone el proyecto a guardarse. Se quita los audífonos y truena los dedos de sus manos y su cuello.
Al voltear a ver atrás, ve a los niños sentados en el suelo coloreando unas imágenes con los bolígrafos de colores de Samantha, y esta en la cocina lavando la ropa de los niños en el fregadero.
Ángel se acerca y se sienta en el suelo junto a los cinco niños, preguntando con suavidad mientras ve los dibujos:
—¿Qué animal es este?
A lo que Beatriz, sonriendo, responde:
—Es una jirafa.
Obviamente no se ve como una jirafa, pero él le dice que le ha quedado muy bien.
Oliver, con un tanto de emoción, le muestra su dibujo, y Ángel al verlo se asombra un poco, pues Oliver ha dibujado la sala pero desde arriba.
—Tienen talento —exclama Ángel. Esto les regala una alegría más grande a los niños.
Beatriz se levanta y le presenta a los bebés a Ángel.
—Él se llama Valentín, tiene dos años.—dice mientras abraza al niño. Su piel blanca y cabello rubio lo hacen ver como un pequeño ángel.
Ángel lo saluda diciendo “mucho gusto” mientras le acaricia el cabello.
Beatriz ahora abraza a la niña de cabello rizado, y unos lindos ojos café claros y brillantes, diciendo:
—Ella es Elizabeth, tiene dos años.
—Y por último, ella es Alya. Tiene tres años —dice mientras abraza a la niña que Ángel llevó al hospital. Alya sonríe mostrando sus lindos ojos color esmeralda.
Ángel saluda a las dos niñas en un juego muy infantil, besando sus manos, diciendo:
—Es un placer conocerlas, bellas damas.
La acción deja salir pequeñas risas de Oliver y Beatriz.
Samantha cuelga la ropa en el patio para que el sol la seque y vuelve adentro.
Al llegar a la sala, ve cómo Ángel está acostado en el suelo dibujando junto a los niños. La escena le da una pequeña alegría aparentemente indescriptible y se une a ellos.
Oliver, con curiosidad, pregunta:
—¿Qué dice allí? —apuntando con su dedo a la camisa de Ángel.
Este responde:
—Nueva York, la ciudad que nunca duerme —y luego de pensarlo unos segundos, les dice—: ¿Les gustaría que les enseñáramos a leer y escribir?
Ambos niños aceptan con una alegría y ansias desbordantes.
Ángel se levanta y va por una mochila pequeña que está dentro de su maleta.
Mientras, Samantha se acuesta en el suelo y les muestra cómo dibuja una paloma con una rama de olivo en su pico, dejando a los niños maravillados.