Lindas responsabilidades vol.1

CAPITULO 10 CUIDADOS

CAPÍTULO 10
CUIDADOS

Ángel prepara el desayuno junto a los niños, cortando sus frutas favoritas para servirlas con cereal.

Corta las fresas para Elizabeth en rodajas delgadas.
La pera y el melón de Valentín en cubos.
Las fresas, bananas y manzanas de Alya y Beatriz en trozos pequeños.
La piña de Oliver con precisión, como a él le gusta.

Los bebés llegan a desayunar y se extrañan al no ver a Samantha.

—¿Y mamá? —pregunta Alya, confundida.

—Ella está descansando, princesa —responde Ángel con voz tranquila y serena—. Vengan a comer.

Los cinco niños comen en silencio. Cada bocado suelta un eco incómodo, y el desayuno se hace largo.

Mientras tanto, Ángel le da piña y manzana congelada a Samantha. Toma cada cubo con el tenedor y se lo ofrece con delicadeza, directo a la boca. Ella, sin abrir los ojos por el ardor de la fiebre, come en silencio. Su respiración se nota cansada.

Cada trozo de fruta congelada alivia levemente el dolor de garganta. Al terminar, Ángel la ayuda a recostarse de nuevo y la arropa con suavidad.

Alguien toca la puerta. Ángel va a atender, mientras los niños, a escondidas, se meten al cuarto y se acuestan junto a ella.

Al abrir, se encuentra con una chica posiblemente menor que él. De silueta delgada y cabello oscuro que apenas le llega a los hombros, se presenta con energía:

—Buenos días, el padre Isaías me envió para ayudarte con tu novia.

Ángel se incomoda por la intromisión del sacerdote.

"Para ser religioso, es muy entrometido" —piensa, un tanto molesto. Luego responde:

—Sí… sí, pasa. Gracias por venir.

Al llegar ambos a la habitación, encuentran a los cinco niños abrazando a Samantha.

Ángel se enoja levemente y los regaña:

—Niños, no pueden estar aquí.

Beatriz y Oliver se levantan con la cabeza agachada, tristes.
Los bebés, en cambio, no quieren separarse.

Ángel se frustra más, pero intenta mantener el control. Uno por uno los levanta, aunque los tres ponen resistencia: gritan, patalean, pero no tienen fuerza para resistir.

Con los niños afuera, la joven comienza a examinar a Samantha.

—Perdón por esa escena —dice Ángel, con algo de pena.

—No te preocupes. Se nota que los niños la quieren mucho. Me llamo Alison, por cierto —responde ella con serenidad.

Luego de varios minutos tomando la temperatura y examinando sus ojos y lengua, Alison concluye:

—Bien, tu novia estará bien. Solo es gripe. Con los cuidados correctos, se recuperará pronto.

—Gracias por tu ayuda… aunque solo somos amigos —dice Ángel, aliviado.

—¿Ah, sí? Qué bien entonces —responde Alison, con tono analítico.

—¿Cu… cuánto te debo? —pregunta él.

—De hecho, me preguntaba si podías darme trabajo como editora de videos. El padre Isaías me habló de tu situación —dice Alison, aún serena.

—Bueno, sí… necesito mucha ayuda. ¿Cuándo podrías empezar? —responde Ángel, más aliviado.

—Creo que dentro de una semana. Estoy un poco ocupada —dice ella, con algo de pena.

Ángel acepta, y Alison se marcha contenta.

Al llegar a la sala, Ángel nota a los niños tristes en el sofá.

—Pe… perdón —dice Oliver, con la cabeza agachada y voz temblorosa.

Ángel suspira y se sienta junto a ellos.

—Sé que ustedes la quieren mucho, pero si se enferman también, no podré cuidarlos a todos —su tono es calmado y paternal.

—Es que estás enojado con nosotros —dice Beatriz, entre lágrimas.

Ángel la abraza con ternura.

—No estoy enojado con ninguno de ustedes. Perdón por haberlos hecho sentir así.

Oliver también lo abraza, y sus lágrimas logran escapar.

Luego de un rato, Ángel deja a Oliver y Beatriz cuidando a Elizabeth y Valentín, mientras él, acompañado por Alya, se dirige a comprar algo para cocinar.

En la tienda, se le ocurre hacerle caldo de pollo a Samantha.

"No hemos comido carne en casi un mes. Sé que a ella le encanta, pero…"

Saca su teléfono y cancela sus suscripciones a tres plataformas de streaming.

"De todas maneras, ya ni las miraba" —se justifica, aunque su corazón lo siente.

Regresa con las compras y ve a los niños jugando en el suelo.
Beatriz repasa el abecedario.
Oliver entretiene a Elizabeth.
Valentín construye con sus legos.

"Esto me tranquiliza" —piensa, lleno de seguridad.

Empieza a preparar el almuerzo, aunque cansado. Los niños lo ayudan con el rayador y cortan las verduras en rodajas, tal como le gusta a Samantha.

El tiempo pasa volando. Ángel almuerza junto a los niños.
Elizabeth, Valentín y Alya ahora prefieren comer solos, como niños grandes.

Almuerzan en unidad.
Oliver dice que quiere construir una ciudad en Minecraft, pero no encuentra el lugar adecuado.
Beatriz le cuenta que encontró una aldea en una montaña que sería perfecta.
Alya le cuenta a Elizabeth y Valentín todo lo nuevo que había en la tienda: dulces, jugos, juguetes.

Luego del almuerzo, y habiendo enfriado un poco la comida de Samantha, Ángel le ayuda a comer. Se le ve un poco mejor, aunque todavía decide no abrir los ojos por la fiebre.

Come en silencio, mientras Ángel le da las cucharadas despacio.
Ella disfruta la suavidad de las verduras y la carne.

Al terminar, él la ayuda a recostarse nuevamente.
Mientras se retira, escucha cómo ella le dice:

—Gracias —casi imperceptiblemente.

Samantha se despierta notablemente mejor, aunque aún débil. Al ver su teléfono, nota que son las cuatro de la mañana. Se levanta, y la primera escena frente a ella es Oliver y Valentín durmiendo abrazados. Eso la llena de ternura.

Va al baño para asearse, luego a la cocina por agua.
Al llegar a la sala, ve a Ángel dormido en su escritorio, con la computadora encendida y el programa de edición abierto.

Se entristece al verlo así. Intenta despertarlo.
Él, adormitado, no consigue abrir bien los ojos, pero la sigue hasta el sofá.




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