Lindas responsabilidades vol.1

CAPITULO 15 MI TURNO

CAPÍTULO 15
Mi turno

Mientras los días pasan, Samantha poco a poco se va recuperando y, consecuentemente, ayudando a Ángel a cuidar a los niños.

Oliver y Beatriz mejoran lentamente; la fiebre y el dolor de garganta los dejan en un par de días.

Valentín y Elizabeth, aunque con náuseas, se recuperan a un ritmo admirable.

Alya, por otro lado, se recupera más lento por alguna razón.

Una semana pasa en un abrir y cerrar de ojos.

El día empieza con Samantha preparando el desayuno. Su actitud se ve alegre al haberse recuperado por completo.

Tarareando una melodía suave y cálida, Oliver y Beatriz se unen a la preparación de la comida.

En el fondo de la escena yace Ángel, aún dormido. El ruido de la cocina no le afecta y su sueño parece imperturbable.

Samantha sirve el desayuno a los niños: cada plato con cereal, leche y fruta.

Beatriz, Oliver, Elizabeth y Valentín se sientan a comer mientras Samantha intenta despertar a Ángel.

Él la escucha, pero solo se tapa la cara con la cobija.

—Coman ustedes... no... no quiero levantarme —el tono de Ángel se nota agotado y sin fuerzas.

Samantha lo destapa rápidamente y, al tocarle la frente, esta arde como brasas.

—¿Qué le pasa? —pregunta Oliver, preocupado.

—¿Se enfermó por nuestra culpa? —el tono de Beatriz, un tanto triste.

—No, no se preocupen. Debe de estar cansado —Samantha disimula su preocupación.

Ella siente una presión en el pecho, pero no se doblega. Sin perder tiempo, llama al padre Isaías, quien le dice que avisará a Alison.

La expresión de Samantha muestra un leve y diminuto disgusto, pero sus palabras lo disimulan:

—Se lo agradezco mucho, padre —su tono calmado y agradecido.

Pasadas las horas, llega Alison. Quien la recibe es Samantha, y con un tono un tanto cortante le dice:

—Hola... gracias por venir... pasa.

—Sí, sí. No podía dejar que le pasara algo al jefe —el tono de Alison muestra confianza.

Samantha la mira seriamente de reojo.

Mientras Alison lo examina, Samantha ve por la ventana a los niños jugando en el patio. Siempre que los ve así de alegres no puede evitar sonreír, pero al regresar su mirada, la escena que ve le resulta un tanto incómoda.

Alison, con una mano, acaricia con delicadeza el rostro de Ángel, y con la otra le hace chequeo de ojos y lengua.

—¿Alison? —Ángel, con los ojos cerrados, la reconoce por la voz.

Samantha suspira con leve molestia y mira a otro lado.

"¿Por qué... por qué estoy sintiendo esto?" piensa, confundida.

—Lo bueno: no es gripe, así que ninguno de ustedes lo contagió. Lo malo: es dengue, así que tendrás que comprarle bebidas hidratantes y acetaminofén —su tono calmado se mantiene.

—Creo que ahora será mi turno de cuidarlo —dice Samantha en voz baja.

—Bueno, me voy, pero vendré a trabajar mañana —exclama Alison mientras alza sus cosas.

—Sí... él... él ya me lo había informado —Samantha no disimula su tono.

Alison se va con la misma serenidad y tranquilidad con la que llegó.

Samantha, por otro lado, se queda pensativa.

"¿Acaso él se alegró de que ella viniera? Pero... ¿por qué eso me importaría?"

Este momento es interrumpido por Ángel, quien se levanta casi como si nada y camina hacia la cocina.

Ella corre hacia él para detenerlo:

—Espera... debes descansar —su tono lleno de preocupación.

—Estoy bien, esto no es nada —el cansancio en su voz delata su mentira.

A lo que Samantha le regaña:

—Deja de ser necio y acuéstate —su tono serio y bajo.

—Solo... solo... déjame sentarme un momento —Ángel empieza a sudar; el dolor electrizante en sus pies lo domina.

—Oye... oye, si necesitas algo yo te lo llevo, pero acuéstate —ella empieza a elevar la voz.

—No soy un bebé, solo quiero tomar agua —dice él mientras intenta levantarse.

Ella lo ayuda, sosteniéndolo, pero Ángel no resiste y cae sobre Samantha, quedando cara a cara, sintiendo la respiración del otro en su rostro.

El corazón de ella se acelera, sus manos tiemblan y su rostro se enrojece. Pero Ángel, aunque nervioso, está hipnotizado por el azul de la mirada de ella.

Samantha coloca su mano en el rostro de Ángel, tal vez como apoyo o quizás como algo más, pero es devuelta a la tierra por la alta fiebre que él carga.

"¿Qué debería hacer? Me gustaría que este momento durara un poco más, pero..." sus pensamientos se entremezclan, confundiéndola.

—Creo... creo... que deberías regresar al sofá —la voz de Samantha, temerosa, avergonzada y algo más.

—Sí... sí... sí... claro —Ángel se levanta, con evidente dolor, apoyándose contra la mesa. Samantha se para rápidamente y le ayuda a caminar al sofá, con su corazón aún latiendo como si corriera un maratón.

Pasadas las horas, llega la noche. Mientras Samantha prepara espagueti para la cena, su mente se ve en otra parte, recordando e inmersa en sus pensamientos:

"¿Debí... debí haberlo...?" Su rostro se enrojece por completo. "¿Qué tonterías estoy pensando?"

—¿Te pasa algo? —pregunta Beatriz, confundida al verla sonrojada.

—¿Estás enferma otra vez? —el tono de Oliver, igual de confundido.

—No... solo... solo estaba pensando en algo sin importancia —Samantha no oculta su nerviosismo.

Mientras tanto, Ángel, acostado en la frescura del piso, juega junto a Valentín construyendo con los legos. Construyen una torre junto a unos muros que casi alcanzan el metro de altura.

Alya y Elizabeth se han quedado dormidas en el suelo mientras pintaban con sus crayones.

"Me pregunto por qué a Valentín no le gusta el color rojo y naranja. Bueno, es muy selectivo con la comida; tiene sentido que lo sea con todo lo demás." piensa Ángel mientras ve al niño armando los muros.

...




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