CAPÍTULO 17
¿Quién es ella?
Samantha llega a casa algo cansada por el peso de las bolsas. Al entrar, lo primero que ve es a Alison en la cocina haciendo el desayuno y a Ángel en la computadora trabajando.
Esta escena la confunde, y no puede evitar preguntar:
—¿Qué carajo pasa?
Ángel no se había percatado de su presencia. Al verla, se quita los audífonos y la recibe con cansancio en la voz:
—¿Cómo te fue? Los niños todavía no han despertado.
—Encontré todo, pero... ¿qué hace ella aquí? —pregunta Samantha con evidente disgusto.
Alison se acerca, secándose las manos con el delantal de Samantha puesto:
—Perdón si me pasé, jeje. Es que Ángel dijo que habías salido, así que quise ayudar en algo antes de empezar a trabajar.
Samantha voltea a ver a Ángel con seriedad. Él, con las ruedas de su silla, retrocede lentamente hacia atrás, regresando al trabajo.
Ella inhala y exhala, luego entrega las bolsas a Alison y le dice con una voz tranquila:
—Bueno, ya que deseas ayudar, hazle esta maicena a Ángel. Gracias —todo esto con una sonrisa más que fingida.
Alison toma la bolsa, un tanto incómoda, y regresa a la cocina.
Samantha se sienta junto a Ángel, ya que sus computadoras están en la misma mesa, y le da el frasco con la medicina para evitar el vómito.
Él, agradecido, le dice con una leve sonrisa:
—Gracias, te lo pagaré más tarde.
Ella se pone un tanto seria y fija su atención en la computadora:
—No te lo estoy cobrando. Tómatelo y regresa a descansar.
Ángel se toma la medicina, poniendo cara de asco por el sabor, y sigue trabajando.
Samantha le pone la mano en la frente y ve que la fiebre sigue y lo ve a lo ojos con seriedad.
Él solo se limita a suspirar. Apenas puede mantener los ojos abiertos. Se levanta y se acuesta en el sofá.
Ella solo lo observa sin saber qué decir, y continúa editando.
Llega la hora del desayuno y los niños se despiertan.
Oliver, frotándose los ojos y bostezando, llega a la sala y se extraña al ver a Alison cocinando:
—¿Por qué ella está cocinando?
Samantha, con tono despreocupado, le contesta sin apartar la vista de la computadora:
—Ella se ofreció a preparar el desayuno. Jueguen mientras esperan a que esté listo.
Beatriz llega y pregunta lo mismo, igual de confundida. Oliver le dice algo al oído. Samantha los voltea a ver, intentando escuchar, pero no logra nada.
Oliver termina de contarle, y Beatriz se ve más confundida. Pregunta despistadamente:
—¿Entonces ya no son novios?
Samantha agacha la cabeza, sonrojándose totalmente. Sus manos tiemblan al tocar cada tecla, pero se controla al escuchar a Ángel decirles:
—¿Niños, quieren jugar un nuevo juego? Lo acabo de comprar.
Ambos niños corren hacia el sofá donde está acostado Ángel, quien les da sus dos tablets.
—¿Es más difícil que Stardew Valley? Porque los combates de Stardew Valley son muy fáciles —dice Beatriz mientras inicia el juego.
Ángel ríe levemente:
—Créeme, Don't Starve te sorprenderá —su tono deja ver que sabe lo que pasará.
Inicia el juego y ambos niños empiezan a explorar el mundo, recogiendo flores, rocas, pedernales y palos, descubriendo los crafteos y las mecánicas.
Beatriz busca cómo crear armas para defenderse, creando una lanza y un hacha con las que aprende a talar árboles. Su rostro refleja concentración.
Mientras tanto, Oliver decide explorar, aprender qué se come y qué no. Termina descubriendo una aldea de hombres cerdo y sus cultivos de zanahorias.
Llega la noche dentro del juego y ambos niños pierden cuando sus personajes mueren por la oscuridad, habiendo durado solo un día.
—¿Qué pe... pe... pero cómo? —Beatriz se frustra por perder tan rápido.
Oliver, por su parte, inicia una nueva partida.
—En este juego todo te puede matar. Por eso deben aprender a sobrevivir —el tono de Ángel, un tanto burlón pero sonriente.
Los niños inician una nueva partida. Usando sus nuevos conocimientos, arman un campamento improvisado y logran sobrevivir la primera noche.
Mientras tanto, Samantha se concentra en recortar clips graciosos de un stream. Pero aunque el YouTuber tiene millones de suscriptores, no tiene nada de carisma, y los bostezos de ella revelan su aburrimiento.
Llega Alya, adormitada, con los ojos entreabiertos, diciendo:
—Se orinaron en la cama.
Ángel y Samantha la voltean a ver. Ella va a ver a los bebés, cambia las sábanas y los baña.
Mientras baña a los tres niños con delicadeza, llega Alison preguntando con su típica serenidad:
—¿Dónde está la leche para la maicena?
Samantha suspira y responde:
—Creo que se me olvidó comprar.
Alison, conservando su tono, le pregunta:
—¿Quieres que vaya a comprar? Es que a Ángel no le gusta la maicena sin leche.
Samantha siente algo en el pecho y voltea a otro lado. Luego, en menos de un segundo, una duda llega a su cabeza. Se lo pregunta, confundida:
—¿Y tú cómo lo sabes?
La voz de Alison tiembla, junto con sus manos, intentando dar una rápida explicación:
—Yo... yo... creo... que él me lo dijo.
Samantha se pone seria y exclama:
—Como sea, pídele dinero a Ángel y ve a comprar la leche si quieres.
Los bebés deciden ignorar todo esto y jugar en el agua de la bañera.
Llega la hora del desayuno y todos se sientan a comer, menos Alison, quien solo termina de cocinar y se sienta a empezar a editar.
Ángel, junto a ella, le va explicando cómo tiene que editar el videoblog que les han encargado. Ella, con una cálida sonrisa, pone en práctica cada consejo.
Mientras tanto, Samantha y los niños hablan sobre lo que les toca aprender ahora.
Ella recuerda la propuesta del padre Isaías y les dice:
—Creo que les vendría bien convivir con niños de su edad. Dentro de unos días habrá una reunión para los niños del pueblo.