CAPÍTULO EXTRA
POLLO, CONEJO, CABRA
Alison se estaciona frente a la casa de Ángel y Samantha. Viéndose en el retrovisor, arregla su peinado y se coloca un toque más de labial.
Cuando llega a la casa, toca el timbre, pero luego recuerda que tiene las llaves. Esto le saca una leve sonrisa.
Abre la puerta, y lo primero que ve al entrar es a Samantha acomodándole la corbata a Ángel. Esto le borra la sonrisa unos segundos, pero la vuelve a levantar.
Él se levanta para decir, con un tono alegre y nervioso:
—Gracias por venir, no confiamos en nadie más para cuidar a los tres bebés.
Alison, con actitud y tono juguetón, se acerca a los niños y les dice:
—Bueno, es que no puedo resistirme a estas cositas de azúcar.
Los bebés ríen, pues el tono de Alison es caricaturesco.
Ella, con serenidad y sonriente, le dice a Ángel:
—Espero que los niños encuentren divertida la granja de papá.
Samantha, despreocupada, le responde:
—Ellos están emocionados por ver a los animales, más Elizabeth, que desea acariciar un conejo.
Alison carga en brazos a Elizabeth y, con la misma voz caricaturesca, le dice:
—Te conseguiré el conejo más suave para que acaricies.
Elizabeth, sonriente, exclama:
—Shi nejo shave.
Alison pregunta, aún sonriente:
—¿Cómo están Oliver y Beatriz?
Samantha responde:
—Nerviosos y emocionados… más bien ansiosos.
Ángel, con una sonrisa de cansancio, exclama:
—Estaban tan nerviosos que se durmieron en la madrugada.
Alison dice, sonriente y cálida:
—Pues no deben estar nerviosos, solo son inscripciones en la escuela. No hay nada interesante en eso.
Samantha, con tono de cansancio, responde:
—Díselo a ellos.
Pasada media hora, y luego de un viaje silencioso en el auto, llegan a la granja.
Con delicadeza y cariño, Alison baja del auto a cada niño, y estos quedan boquiabiertos con el gran campo verde que se extiende por kilómetros.
Valentín señala unas vacas a lo lejos diciendo:
—Aka banca, café, nega.
Alya queda hipnotizada por la gran línea de rosas blancas y rosas sembradas a lo largo del patio.
Elizabeth pregunta con tristeza:
—¿Dónde eshtán los nejos?
Sale de la casa un hombre moreno y alto, con trozos de sacate molido en su ropa y sombrero de tela.
—Papá, buenos días —el tono de Alison es amoroso.
El hombre llega y la abraza, recibiendo un beso en la mejilla de parte de su hija.
Posteriormente se agacha para darle la mano a los niños uno por uno. Estos primero retroceden, pero lentamente se acercan y le dan la mano, chocando los cinco.
Alison se ríe, baja y tiernamente, mientras piensa: "Eso es descortés, de seguro se los enseñó Samantha."
—¿Quieren comer algo antes de ver los animales? —el tono del padre es lleno de serenidad.
Los tres niños asienten, sonrientes.
Luego de unas galletas, llegan al patio, donde Valentín se acerca al ver las gallinas de diferentes colores:
—Llina, gallo, llitos.
El niño queda maravillado por los colores del gallo, quien con elegancia se pasea por el patio:
—Lojo, lillo, vede —Valentín lo sigue lentamente.
Alison se preocupa y le grita despacio:
—Cuidado, no lo vayas a tocar.
Su padre se ríe con exagerada carcajada:
—No debes temer, este gallo es muy manso y dócil.
Mientras tanto, Alya ve a una cabra pequeña que se acerca a ella con curiosidad.
El señor se agacha y le dice:
—Puedes acariciarla. Nació hace un mes y no tiene fuerza para hacerte daño.
La niña empieza a acariciarla y, sonriente, exclama:
—Suave, suave.
Elizabeth, con tristeza, pregunta a Alison:
—Lichan… ¿y los nejos?
Ella se agacha y, con serenidad, le dice:
—Es verdad, princesa. Te lo prometí y te lo cumpliré.
Alison se levanta y le pregunta a su padre:
—¿Dónde están los conejos, papá?
El señor los lleva a un lugar cercado con malla de alambre. Durmiendo yacen dos conejos grandes: el macho blanco y la hembra negra. A su alrededor, pequeñas crías acurrucadas junto a ellos.
Los bebés quedan llenos de emoción y ternura al verlos.
Elizabeth no puede evitar sonreír, pues jamás había visto animales tan tiernos.
Al ver la presencia del granjero, los conejos corren hacia él y los demás.
La coneja, que es la más grande, se acerca a Elizabeth, y esta la toma en brazos:
—Shave, liente, nejo.
El corazón de Alison no puede contener la masiva cantidad de ternura que le provoca ver a los bebés acariciando a los conejitos.
El padre sonríe también, diciendo a Alison sin apartar la vista de los bebés:
—Me recuerdan a ti. Recuerdo que amabas mucho a tu gato.
Ella sonríe mucho más por el recuerdo:
—Aún amo a los animales, y aunque extraño a Pichi, tengo lindos recuerdos.