Me encontraba con el corazón roto mientras mis lágrimas caían por mi rostro provocando que mi maquillaje se corriera. Horas antes me había preparado por el gran día de mi vida, aplicando el maquillaje con tanta perfección para que en ese momento no sirviera de nada.
Ese día me había levantado con la ilusión de mi boda, pero todo rápidamente se había ido a la mierda cuando encontré a quien iba a ser mi esposo en un par de horas, follando con mi propia hermana en su maldito vehículo a plena luz del día.
─ ¡Te odio! ─grité a la habitación vacía con dolor
Estaba lista para que me peinara cuando me percaté de que había dejado los zapatos que utilizaría en la recepción en el condominio. Le dije a la estilista que me diera media hora para ir por ellos, ella había asentido antes de pasar con una de mis demás de honor para que la peinara. Llegué al condominio con una gran sonrisa en mi rostro, estaba lista para entrar y salir rápidamente ahí cuando algo me llamó la atención, el automóvil de mi hermana se encontraba estacionado en el aparcamiento y eso era raro. Caminé hacia el vehículo frunciendo el ceño, mi hermana debía estar en la habitación contigua a la mía alistándose para mi gran día, no enfrente a mi departamento.
Sonreí, tal vez podía darle un susto de muerte como los que ella me provocaba, sin embargo, el susto me lo llevé yo al ver a mi hermana horcajadas de un tipo que no le podía ver el rostro. Ambos estaban semidesnudos y los movimientos que mi hermana hacía dejaba muy en claro lo que estaba sucediendo en ese vehículo.
Estaba lista para dar la vuelta e huir de ahí antes de que ellos me vieran cuando algo en el antebrazo del tipo me llamo la atención, me acerqué a la ventana lateral y pegué mi cara con está para terminar reconociendo el tatuaje que Josh se había hecho en nuestro sexto aniversario como pareja. Era un corazón con mi nombre en medio de él, era un cliché, pero me encantaba saber que tenía una parte de mí en su piel.
Mis llaves cayeron al suelo haciendo un gran estruendo en el silencioso aparcamiento, me agaché antes de que ellos me vieran espiándolos. Agarré las llaves con una mano temblorosa mientras que la otra estaba sobre mi boca para que mis sollozos no los escucharan, pero por lo visto ellos estaban más concentrados engañándome que prestando atención al resto del mundo.
Me arrastré por el piso hacia el interior de edificio, me sentía tan mal por lo que había visto que lo sentía como un mal sueño, más bien una maldita pesadilla de la cual quería despertarme. Entré al edificio hecho un manojo de nervios y con los ojos llenos de lágrimas.
El guardia, que siempre estaba en la recepción para atender a las vistas, corrió hacia mí cuando me vio tan descompuesta y en esa posición. Me erguí en toda mi estatura y le di una falsa sonrisa esperando que no preguntara que me sucedía.
─ ¿Se encuentra bien señorita Meredith? ─preguntó y mordí el interior de mi mejilla para no dejar que las lágrimas salieran.
─Uh, si ─asentí temblando─. Solo vine a ver algo para la recepción.
─ ¿Segura? ─él estaba preocupado.
─Estoy bien ─sonreí con todos mis dientes─, solo un poco nerviosa por esta noche.
Él asintió sin creer, pero me dejó seguir con mi camino. Estaba agradecida de que no me preguntará más. Ingresé al ascensor y aplasté el número hacia mi piso, me derrumbé por completo cuando las puertas se cerraron, abracé mis piernas contra mi pecho esperando llegar a mi piso, el viaje se sintió eterno para mí. Llegué a mi piso y me levanté para correr hacia mi departamento, cerré la puerta detrás de mí y las lágrimas salieron sin mayor esfuerzo.
Ahora me encontraba sentada, llevaba dos horas en esa posición y mis piernas se encontraban dormidas, pero no me importaba. Mi mundo y todo lo que conocía se había derrocado a mis pies, mi móvil no dejaba de sonar y era el único sonido en la habitación, aparte de los sollozos y los gritos desgarradores que dejaba salir de vez en cuando.
Si las cosas hubieran sucedido como estaba planeado en ese momento estaría diciendo mis votos frente al sacerdote, pero no tenía las fuerzas para enfrentarme a Josh ni a mi familia, mucho menos ver a los ojos a mi hermana. ¿Cómo pudo hacerme eso? Los odiaba a los dos, por mentirme y por romper mi corazón.
El móvil volvió a sonar y lo agarré para lanzarlo contra la pared más cercana, estaba harta de su sonido, me estaba volviendo loca. Quería estar sola con mi dolor, mis lágrimas seguían cayendo por mi rostro y no sabía si en algún momento pararían, me arrastré hacia mi bolso, la había tirado al otro lado de
la habitación cuando había entrado a nuestra habitación. A la habitación donde muchas veces habíamos hecho el amor.
Había tanto recuerdos a mi alrededor, tantos planes y sueños que quería realizarlos junto a él. Conocí a Josh cuando tenía dieciséis años en una playa cercana, habíamos hecho clic tan rápido que no me sorprendió cuando se me había declarado y pedido ser su novia meses después. Siete años después, volvió a arrodillarse frente a mí para pedirme ser su esposa, le había dicho si sin pensarlo dos veces. Lo amaba con todo mi corazón y quería ser su esposa más que nada.