Emma
Paloma me esperaba fuera, lista para irnos. Sabía que debía informar al capitán sobre la cantidad de dinero, aunque me sentía extraña con todo el asunto. Toqué dos veces la puerta de su oficina y el capitán Becerra, con su voz firme, respondió con un "Adelante". Entré y me acerqué a su escritorio.
—Capitán, ya es hora de retirarme, pero quería dejarle este cheque aquí. No sé cómo proceder con tal cantidad— dije, dejando el papel en sus manos.
Sus ojos brillaron con una luz inusual y se rascó la barba gris. El capitán era un hombre atractivo, a pesar de su edad, se mantenía en forma. Él y Paloma habían sido las únicas personas que estuvieron a mi lado por meses después del accidente que cambió mi vida. No tengo padres ni hermanos, fuí hija única criada por mi padre, no supe de mi madre hasta años después cuando mi padre falleció, mi vida estuvo ausente de amor, la verdad me preguntó lo mismo que paloma ¿cómo logro ser tan buena persona? la verdad es que todo lo que necesite me lo dio un libro que en grande tiene escrito “Bíblia” y no necesite nada más.
No me sentí más sola y seguí con mi vida y mi profesión, y se que todo lo que Dios permite es un propósito y solo él sabe porque ahora estaba detrás de un escritorio.
—A ver, a ver, Emma, quiero ver— dijo, tomando el cheque.
—Hoy Paloma trajo a un señor por pasarse una señal de tránsito. Era algo que se podía resolver en la vía, pero sabe cómo es ella, a veces exagera— expliqué, aunque por dentro sentía que algo no cuadraba.
El rostro del capitán se transformó. Carraspeó y guardó el cheque con una rapidez sospechosa.
—¿Te dijo algo?
—No, pero no había ninguna información en la base de datos de la estación. Es extraño, la búsqueda del hombre no arrojó nada, pero ya su información quedará registrada en mi otra jornada. Debería...
—No, no registrarás nada. Y no quiero que hables de esto con la oficial Paloma, ni con nadie. ¡Es una orden!— dijo, elevando la voz.
Retrocedí y asentí, intentando disimular la sorpresa, pero por dentro, una semilla de duda comenzó a crecer. <<¿Por qué tanta urgencia en ocultar un simple incidente de tránsito? ¿Y por qué ese cheque, de una cantidad tan desorbitada, no le parecía extraño?>>
No podría dejar de lado las llamadas de Cielo. Por más que intentara alejarme, sentía que esa niña necesitaba ayuda. Y lo poco que vi de su padre, no podía imaginar la vida que le esperaba a Cielo en soledad.
Salí de la oficina del capitán y Paloma me esperaba con el brazo extendido, lista para irnos. Al salir, me miró pensativa y me empujó con el codo para hacerme despertar.
—¿Me dirás qué te sucede?—preguntó.
—Nada, estoy bien…—intenté desviar la conversación.
—Si, claro. Te conozco como la palma de mi mano— insistió, con una sonrisa en sus labios.
—No sé por dónde comenzar, pero lo que sí sé es que no puedo dejar de pensar en Cielo —admití, mirando el suelo mientras caminábamos tomadas del brazo, si me saltaba terminaría en el suelo.
Mi amiga giró su rostro como en una escena del exorcista, sus ojos muy abiertos. No le ocultaría nada.
—¿La niña que venía con el guapura de su padre?
Sonreí y asentí. Sí, era muy atractivo, pero amargo como un limón.
—Vamos por la cena, Pao, porque hoy te cuento cómo ya conocía a esa pequeña rubia. Y no solo eso, tengo un presentimiento...
Mientras caminábamos, le conté a Paloma sobre las llamadas al 911 y cómo reconocí la voz de Cielo. Ella escuchaba con atención, y sus expresiones pasaban de la sorpresa a la indignación y llanto, en pensar en la fantasía que tenía esa niña en su cabeza. Le hablé de cómo me partía el alma escucharla. Le dije sobre la forma en que el capitán me había ordenado no registrar el incidente y cómo se había quedado con el cheque.
Paloma frunció el ceño.
—Eso es muy extraño, Emma. ¿El capitán Becerra, tan estricto con los procedimientos, ocultando algo así? No me gusta nada.
Paloma conocía muy bien al capitán, ella tenía rango mayor que yo y más tiempo en la estación
—A mí tampoco y no puedo sacarme de la cabeza a esa niña. Siento que tengo que hacer algo por ella. Su padre…, se ve tan perdido. Necesito saber qué pasa.
Ella niega y me agarra por los hombros antes de subir a su coche.
—¿Y qué piensas hacer? Yo se que no descansaras, y asi te diga que no, te meteras de cabeza en esa familia que no te ha pedido ayuda.
Sonrió porque sí, no iba a detenerme.
—No lo sé. Pero, siento que Cielo, de alguna forma, es una llave para entender todo esto. Mañana me llevas muy temprano a la estación, necesito estar si ella llama — le dije, sintiendo el peso de la decisión—, pero también, una parte de mí, esa parte que siempre me mete en líos, me dice que este hombre esconde algo. Una persona que está tan limpia, sin rastro, pero con un aura de misterio y un dolor tan grande que se siente. Es como si llevara un secreto en sus ojos, en su silencio. Y esa punzada que sentí cuando lo toqué… Fue algo más, una especie de reconocimiento, de una conexión que no tiene sentido. Como si ya lo conociera de antes, de otro lugar.
Paloma asintió y confiaba en ella y se que no me dejaría sola en todo esto…
Narrador
En la inmensidad de la mansión de Adrián, Elena corría detrás de Cielo, una pequeña ráfaga de energía y emoción. Su risa, clara y melodiosa, llenaba cada rincón, un sonido que, en otro momento, Adrián habría atesorado. Pero hoy, las risas de su hija le recordaban lo mucho que intentó que el día fuera diferente, pero al final, solo había conseguido revivir más miradas de lástima de parte de sus empleados y los que conocían a Cielo. La gente le decía a Cielo que era tan bella como su madre, y cada vez que Adrián lo escuchaba, sentía que su corazón se detenía y atentó a que no dijeran algo de más que destruyera la burbuja que había creado para su hija. Se arrepintió de llevarla, de exponerla y de miradas llenas de lástima. Hoy, Cielo solo había estado pintando y comiendo helado, y su energía estaba disparada, un contraste cruel con el vacío que él sentía.
Editado: 28.07.2025