Narrador
El aire se tensó en el instante en que la voz de Adrián tronó al otro lado de la línea. Emma, con el teléfono pegado a la oreja, sintió un escalofrío helado recorrerle la espalda. Las palabras, crudas y cargadas de furia, se grabaron en su mente. Su respiración se detuvo y sus palabras no salían, quería hablar, explicar, decir que solo intentaba ayudar a su hija, pero las palabras se negaban a salir.
El peso de la acusación la inmovilizó. El silencio se prolongó, sólo roto por el sonido furioso de la respiración de Adrián que parecía un toro, ella lo entendía como padre, ver un número desconocido hablando con su hija, pero no era la manera. Y su manera tan cavernícola de actuar dejó a Emma con un nudo en el estómago. No hubo nada más. Solo el sonido que indicaba que la llamada había terminado. Emma bajó el teléfono lentamente, sus dedos temblaban. El sonido de la bocina de un carro la sacó de su trance.
Paloma la mira preocupada.
—¿Todo bien, Em? ¿Le pasó algo a la niña? preguntó preocupada por el rostro pálido de su amiga.
Emma soltó un suspiro tembloroso y pasó una mano por su cabello.
—Dios, lo descubrió—dijo, su voz apenas un susurro.
Paloma frunció el ceño y colocó su mano en su hombro al verla a punto de llorar.
—Quiero que te calmes, explícame ¿Quién descubrió qué?
—Adrián. Él descubrió que Cielo tenía su teléfono—Emma cerró los ojos por un segundo, sintiendo el peso de la situación—, él me llamó y de mala manera me dijo que me alejara de su hija.
Paloma abrió los ojos, sorprendida.
—¡¿Qué?! ¿Y cómo lo descubrió? Ay, amiga, pobre niña.
—Supongo que vio el número en el historial de llamadas. Lo se, era obvio que iba a pasar, pero no pensé que sería así de rápido, ni así de… bueno, mal educado para no decir otra palabra—Emma soltó un suspiro pesado y miraba el número en su pantalla del teléfono —, pensé que tendría tiempo para ayudarla, para que dejará de vivir en esa fantasía y, luego yo me alejaría—Emma se mordió el labio inferior, por la preocupación—, lo que más me preocupa es Cielo. ¿Cómo estará? ¿Qué le habrá dicho su papá? Se ve que es inestable, si hubieras escuchado como me habló. Ella solo quería hablar con su mamá, por él mentirle y decirle que vive en el cielo. Ahora él pensará que yo soy una loca, que le estoy haciendo daño a su hija cuando es el primero —La angustia en su voz era palpable y Paloma solo trataba de consolarla—, no quiero que Cielo sufra por esto. Ella ya ha pasado por mucho, lo siento aquí.
Colocó su mano en donde está su corazón.
—Tranquila, Emma. Entiendo que estés preocupada, pero no es tu culpa. Tú solo querías ayudar. Lo importante ahora es pensar qué hacer. Hablaremos con servicios infantiles.
—¡No! — Emma gritó—, no, podemos hacer eso, Cielo ama a su padre y es lo único que tiene, pensaré qué hacer… Cielo es inteligente, buscará la manera de llamarme, lo se…
Su mirada se perdió en la ventanilla y su mente corriendo a toda velocidad, intentando encontrar una forma de saber cómo estaba la pequeña.
❤
En la gran mansión de Adrián el silencio era pesado. Cielo, arrastraba los pies descalzos por la sala, su pequeña boca fruncida en un puchero. La frustración le quemaba en el pecho, una llama rabiosa que no entendía.
Elena no quería irse a su habitación de servicio solo al verla así, le preparo unas galletas y un vaso de leche.
—Mi niña, miro lo que tengo para ti. Vamos a la camita y comemos un poco y luego, tesoro te leeré un cuento.
Cielo nego, aunque su boca se hacía agua al ver las galletas con chocolate y otras con fresa.
—Preguntale a mi papi si puede comer, el no deja que coma azúcar — dice mientras mira a su papá molesta.
Adrian, cierra su laptop y levanta la mirada.
—Elena retirate, me alegra que Cielo sepa las reglas, yo la llevaré a su cama, solo deja el vaso de leche.
Elena, asintió y dejo un beso en el cabello de Cielo y se fue preocupada su habitación.
—Ven, aqui, cariño — la llama, pero cielo no se mueve, termina ciendo él quien llegua a su lado y baja a su altura, se perdía en sus ojos verdes y le dolía ver ese color en ellos—, ¿por qué no quieres decirme con quién hablabas?.
Cielo se encogió de hombros, evitando su mirada y cruzo sus brazos sobre su pecho. Su hija no era así y esto le asustaba mucho mas, Cielo tenia mucho tiempo hablando con una desconocida que la ha cambiado.
—No…, no te voy a decir — Su voz era un hilo delgado y frunció sus labios.
Adrián suspiró, la paciencia comenzando a flaquear. Se quito los lentes y masajeó el puente de su nariz.
—¿Es que no confías en papá? Solo quiero saber quién es tu amiga. Me preocupa que estuviste hablando con una extraña, las personas son peligrosas cariño— La preocupación era real, una punzada fría en su estómago. Desde que Clara había partido luego del cáncer, lo que más temía era perder a su pequeña por eso la mantenía segun él a salvo de mundo.
—¡No es una extraña!— El grito de Cielo lo sobresaltó. Sus ojos, normalmente llenos de un brillo juguetón, estaban ahora nublados por las lágrimas—, ¡es mi amiga! ¡Y no te lo voy a decir!
La pequeña se cruzó de brazos, su cuerpo temblando con una mezcla de rabia y tristeza.
Adrián sintió un nudo en la garganta, su hija nunca le había alzado la voz y verla así le rompía el corazón. Pero su instinto paternal le exigía respuestas.
—¿Por qué no? Solo dime su nombre. ¿Vive cerca de aquí? ¿La conoces del parque?
—No voy al parque. Tampoco tengo el parque donde jugaba con mi mami…, y no, no te diré—Cielo dio un pisotón, sus pequeñas manos hechas puños—, ¡no quiero hablar contigo!
Sin más, se dio la vuelta y corrió escaleras arriba, dejando a Adrián pasmado con su reacción. Más tarde, Adrián intentó una última vez. Cielo estaba en su cama, dándole la espalda.
—Cielo, Cariño…— susurró Adrián, con el corazón apretado—, papá solo quiere darte un beso de buenas noches.
Editado: 28.07.2025