Llamado del Corazón

CAPÍTULO 10

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Kendra dejó escapar un suspiro silencioso. No tenía caso enojarse con su prometido por irse así, sin despedirse. Él siempre hacía lo que quería, como si las reglas del mundo no se aplicaran para él. Esa era una de las razones por las que le había atraído al principio, aunque ahora empezaba a ser exasperante.

—Dijo que te llamaría más tarde —le informó Vicenzo.

—Será un milagro si lo hace —murmuró ella con resignación.

Vicenzo le dio una palmada reconfortante en el hombro.

—Entremos, hace un poco de frío.

Kendra asintió, y justo cuando se giraba para regresar a la casa, vio a Hania acercarse con Maya en los brazos.

—¡Buenos días! —la saludó con entusiasmo.

Hania devolvió el saludo, avanzando hacia ellos. Pero su atención pronto fue capturada por el hombre junto a Kendra. Alto, de físico imponente, con músculos marcados bajo la tela de su camisa. Sus ojos verdes menta irradiaban una intensidad hipnótica que contrastaba con sus labios gruesos y perfectamente dibujados. La mandíbula cuadrada, fuerte y bien definida, exudaba confianza, mientras que su cabello rizado ondeaba levemente con la brisa, dándole un aire salvaje y encantador. Era la clase de hombre que no solo atraía miradas, sino que las atrapaba.

No había visto a un hombre que provocara ese efecto en ella desde Alaric, y eso le provocó una mezcla incómoda de sensaciones.

—¿Qué tal todo? ¿Pensaste en lo que hablamos ayer? —inquirió Kendra, sacándola de su trance.

Hania parpadeó, apartando la mirada con esfuerzo de aquel hombre irresistible y concentrándose en su anfitriona.

—Sí, de hecho venía a decirte cuál fue mi decisión... —comenzó a decir, pero sus ojos se desviaron de nuevo hacia el hombre, quien la observaba de forma penetrante desde que ella había llegado.

«¿Cómo es posible que la mujer a la que quiero en secreto desde hace tanto tiempo sea la ex prometida de mi primo?» pensó Vicenzo sin poder creerlo aún.

—Perfecto —respondió Kendra, sin perder detalle del sutil intercambio de miradas—. Antes, déjame presentarte. Él es Vicenzo Rossi, el primo de mi prometido Alaric.

Hania lo escudriñó en silencio, sintiendo que ya lo había visto...

—Un placer —dijo Vicenzo, extendiendo la mano, mientras forzaba una sonrisa para enmascarar el torbellino de emociones que luchaba por mantener a raya.

«¡Pero claro. Él fue el tipo que llegó en helicóptero al rancho y al que insulté luego de que casi me mata!» pensó Hania.

—Ella es Hania Valentyne, aunque ya lo sabes —dijo Kendra soltando una risilla—. Y su preciosa hija Maya.

—Hola... —saludó Maya, agitando su manita en el aire con su habitual dulzura.

La mirada de Vicenzo recayó en ella. La conocía por las fotos en revistas, siempre le pareció que era una niña encantadora. Ahora que sabía que había una posibilidad de que fuera la hija de su primo, sintió algo de nostalgia.

—Hola, preciosa —respondió amable, estrechando su pequeña mano. Maya le sonrío. Luego de unos segundos volvió a posar sus ojos en Hania. Por primera vez, no supo cómo comportarse o qué decir, así que pensó que lo primero era disculparse por ese primer mal encuentro. Se aclaró la garganta—. Quiero aprovechar que nos acaban de presentar oficialmente para disculparme por lo que pasó ayer, no fue una primera buena impresión. Admito que fui un imprudente por aterrizar aquí sin previo aviso.

—Al fin admite que fue su culpa —respondió Hania. La tensión en el aire era casi palpable. Vicenzo sacó pecho y de forma elegante llevó ambas manos a los bolsillos de su pantalón.

—Para ser justos —agregó, sin perder la compostura—, solo una parte de la culpa fue mía. La otra fue suya.

—¿Ah, sí? —ella arqueó una ceja—. ¿Y cuál sería mi parte de la culpa?

—Su imprudencia, por supuesto. Usted no debía estar corriendo bajo la lluvia en ese momento —contestó.

Hania apartó la mirada un poco avergonzada, en el fondo sabía que él tenía razón y ella no debió estar corriendo como una loca bajo la lluvia cuando aterrizó, pero se negó a admitirlo.

—Como sea, espero que la próxima vez sea más precavido.

—Espero que usted también... Señorita Valentyne...

El modo en que pronunció su nombre la sacudió de una forma inesperada, un calor repentino recorrió su cuerpo. Algo en su voz, en su mirada penetrante, rompía su aparente calma.

Kendra notó esa tensión y soltó una risita.

—Bueno ya que todo está claro, que les parece si vamos a cambiarnos y nos reunimos para desayunar en el jardín.

—Sí, mami, vamos, que tengo hambre —trató de convencerla Maya con su vocecita encantadora. El corte en su manito había dejado de doler y todo en lo que podía pensar ahora era en "comida".

—Complace a la niña. Y de paso aprovechamos y me cuentas qué decidiste —insistió Kendra.

Hania asintió lentamente, pero sus pensamientos seguían enredados en la presencia de Vicenzo. ¿Cómo era posible que alguien tan exasperante fuera también tan... atractivo?




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