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A la mañana siguiente cuando Maya recibió la noticia de que su mamá y Vicenzo eran novios, casi no lo podía creer. Estaba en la mesa del comedor, dibujando una princesa y un pegaso cuando su mamá soltó la bomba.
—¿¡Qué!? —exclamó, dejando caer el lápiz que tenía en la mano.
Miró a su mamá con los ojos muy abiertos, luego a Vicenzo, que estaba sentado enfrente.
—¿Es una broma? —preguntó, ladeando la cabeza, tratando de entender.
—No, es verdad, Maya —dijo su mamá con una sonrisa nerviosa—. Vicenzo y yo somos novios ahora.
Maya parpadeó, dejando que la noticia se asentara. Era raro, pero también un poquito emocionante.
—¿Entonces…? —Giró su mirada hacia Vicenzo, que la miraba expectante—. ¿Eso quiere decir que vas a ser como… mi papá?
Vicenzo pareció sorprendido, aunque no se le borró la sonrisa. Se inclinó hacia ella, apoyando los codos en la mesa.
—¿Tu papá? —la pequeña asintió—. Bueno, me habría encantado serlo, pero sabes, tú tienes a tu padre, que es mi primo Alaric y él te quiere mucho. Yo no pretendo quitarle ese lugar, prefiero ganarme mi propio lugar en tu vida y en tu corazón. Ser algo como... Tu mejor amigo, tu compañero de travesuras o, no sé, tu cómplice favorito. ¿Qué opinas?
Maya se cruzó de brazos, pensando.
—Bueno, está bien —le sonrió con un aire travieso—. Me caes bien porque haces reír a mi mamá… y también a mí. Pero… si vas a ser su novio, tienes que hacer algunas cosas.
—¿Qué cosas? —preguntó Vicenzo con una seriedad fingida, como si estuviera tomando apuntes en el aire.
—Tienes que hacer reír siempre a mi mamá… —empezó Maya, levantando un dedo por cada punto—. Y llevarme por helado cuando mi mamá y mi papá Alaric no puedan.
Vicenzo asintió solemnemente.
—Puedo hacer eso. ¿Algo más?
—Sí. Si vienes mucho, ¡también tienes que ayudarme con la tarea y a dibujar!
—¡Eso es fácil! —exclamó Vicenzo, dándose una palmadita en el pecho—. Soy el mejor dibujante de dragones que existe.
Maya lo miró con escepticismo.
—¿Dragones?
—Sí. Dragones, princesas, castillos… ¡Lo que quieras!
—Mmm… bueno. Está bien, ya lo veremos —dijo finalmente, alargando la mano como había visto hacer a los adultos—. Trato hecho.
Vicenzo estrechó su pequeña mano con toda seriedad.
—Trato hecho, estrellita. —a continuación le dio un besito en la mano. Aquel gesto hizo sonreír a Maya y Hania respiró aliviada.
—Señora, disculpe que la moleste, tiene visita —interrumpió el ama de llaves.
Hania se dio la vuelta. Alaric estaba en el umbral de la puerta.
—Buenos días —saludó Alaric con calma.
Maya volteó a verlo al reconocer su voz.
—¡Viniste! —verlo la alegró mucho.
Se bajó de la silla y fue corriendo a abrazarlo.
—Le prometí que hoy la llevaría a la escuela —dijo Alaric ante la cara de confusión de Hania—. Con todo lo que pasó ya no pude decirte, espero que no te moleste —levantó a Maya. La pequeña rodeó su cuello con sus pequeños brazos.
—No...—Hania negó con la cabeza y esbozó una sonrisa—. Puedes llevarla cuando quieras.
Alaric besó la mejilla de Maya, mientras por el rabillo del ojo observaba como Vicenzo se acercaba a Hania y entrelazaba sus dedos con los suyos. Aquello le confirmó que ya había algo entre ellos.
—¿Papá, por qué vas a llorar? —le preguntó Maya en tono bajito—. ¿Estás triste porque mamá y Vicenzo son novios?
Alaric negó con la cabeza, sintiendo un nudito en la garganta.
—Yo soy feliz si tu madre lo es —volvió a darle un besito en la mejilla.
—¿Alaric podemos hablar? —inquirió Vicenzo.
Su primo asintió.
—Ve a buscar tu mochila, cariño. Nos iremos después de que hable con mi primo.
Maya asintió.
—Te acompaño mi amor —dijo Hania acercándose a Maya.
Alaric la bajo y su madre tomó su mano para llevarse a Maya al segundo piso.
Vicenzo se acercó a Alaric.
—Salgamos —le pidió y fueron al jardín.
Se detuvieron frente a la casa del árbol. Alaric recordó con melancolía aquella tarde cuando se pusieron a construir la casa. Fue un momento hermoso que hoy solo podía atesorar en el corazón.
—Alaric, tengo que decir que lo siento. Sé que pese a todos los conflictos e intrigas, la amas y que deseabas poder tener una segunda oportunidad para hacerla feliz.
—No te disculpes, jugaste limpio. Con tus atenciones y la confianza que a mí me faltó, tú lograste ganarte su corazón.
—Si te soy sincero, llegué a creer que Hania te daría otra oportunidad. Fui a ese restaurante con un profundo miedo porque en verdad dudé.
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Editado: 22.11.2024