Llámenme Emperatriz

CAP 3

3

 

Estaba distraída observando detenidamente mi reflejo en el gran espejo, mientras mi doncella arreglaba mi vestido quitando algunas arrugas que se encontraban en él. Un rayito de sol se escabulló por entre la ventana e iluminó mi cabello negro mientras era cepillado por las delicadas manos de mi doncella. Mi  cabello color de la noche, fue un bello regalo de  mi madre, pues su tono era realmente hermoso. Un día mis hermanos trataron de cortarlo y teñirlo de blanco marfil, después, pasó mucho tiempo hasta que pudiera volver a su color natural otra vez, los odié mucho debido a que parecía un alcón  con la cabeza blanca y en otras partes negra.

 

Por otro lado, mis grandes ojos eran color carmesí, adornados por largas pestañas y unas cejas muy bien delineadas. Una pequeña nariz se posaba en mi rostro y mis labios eran sencillos, ni muy grandes, ni tampoco pequeños. El color sangre de mi iris fue al parecer lo único que me dejó mi padre antes de morir, pues, sus ojos eran iguales a los míos. Era la única de los 16 hijos que tenía el emperador que heredó los ojos carmesí.Estando ya lista, me dirigí a la puerta . Esta vez, mi destino era el salón principal pues, la emperatriz viuda me mandó a llamar, tal vez tenga  que ver con lo que acordamos hace unos días cuando fui electa emperatriz.

 

- Señorita, ¿Es cierto que usted no desea ser la Emperatriz?- Dijo mi querida amiga Lin mientras caminábamos por los grandes pasillos del palacio

 

- Así es Lin. Solo quiero una vida en paz. Además, es bien sabido que yo no soy la más indicada para ese importante cargo.

 

- ¡Eso no es sierto su majestad! Por algo el antiguo emperador la eligió  en vez de a sus otros hijos. Usted si sería una gran gobernante, más de lo que cualquiera de esos engreídos pueden ser- Me causó un poco de gracia su comentario, pues en parte tenía razón.


 

- Eso ya lo sé. Pero no tengo el apoyo de nadie en mi familia por lo que me convertiría en un blanco fácil. Además de que no sé nada de política y no es que me interese.

 

Después de caminar un rato llegamos al gran y majestuoso lugar. Ambas puertas que daban entrada al salón se abrieron al unísono dejando ver el interior de ese bello lugar. Estaba decorado con plantas y adornos de oro, las cortinas hechas de tela preciosa, una gran alfombra roja se cernía sobre el piso de mármol finamente tallado hasta llegar al trono, donde con gran elegancia se encontraba la emperatriz viuda. A los lados, estaban todos los ministros del gobierno así como los eunucos, escribas y funcionarios. Entré con el mentón en alto mientras caminaba erguida. Al estar en frente de la mujer ella habló...

 

- Bienvenida, 8va princesa- Luego, todos se inclinaron en forma de saludo

 

-Hola...

 

-Estamos reunidos aquí para informarle sobre nuestro acuerdo de hace unos días.

 

- Ya lo imaginaba, me alegra saberlo.

 

- Al estar todos aquí, hemos llegado a la conclusión de que la única forma en que puedas darle tú lugar a otra persona es después de la coronación. Cuando  seas la emperatriz oficialmente, entonces tendrás el poder y la autoridad para decretar algo así- Expresó uno de los tantos funcionarios del gobierno

 

- ¿¡Estás diciendo que debo ejercer el rol de emperatriz hasta que sea coronada como tal!?

 

- Me temo que sí...

 

-¿Y cuanto tiempo sería eso aproximadamente?

 

- Al rededor de unos meses

 

- ¿MESES? ¿Y cómo se supone que lo haré, si no se nada de política? - Suspiré mientras llevaba una de mis manos a la frente, estaba comenzando a obstinarme todo este asunto. Pero ya se me hacía una idea de que esto sucedería.
 


 

- Descuide princesa. Para eso estaré a su lado. Además de que tendrá la ayuda de varios hombres e incluso un secretario que la ayudará. -  la emperatriz de seguro estará feliz de que yo no quisiera gobernar, pues así, su hijo, el primer príncipe sería el rey cuando yo deje el cargo.

 

- Bien. Trataré de hacer lo mejor que me sea posible. Pero ya sabía que algo como esto podría suceder, así que tomé algunas decisiones por mi cuenta- Hice una pausa- Como ahora soy la emperatriz hasta que sea coronada tengo solo tres peticiones que hacer.

 

Todos me miraban atentos y algo confundidos. Estaba segura que no se esperaban algo como eso.

 

- Primero... el trono- Miré fríamente a la emperatriz viuda quién estaba cómodamente sentada - Su majestad, como usted ya no es quien  dirige este lugar ni el país, no veo el porqué  deba seguir utilizando el trono. Así que a partir de hoy, sólo yo podré sentarme en él-

 

Mi comentario, hizo que forzara aún más la sonrisa fingida que se dibujaba en su rostro blanco. Era claro que no le agradó mucho lo que acababa de decir porque en su mirada se podía apreciar el claro enojo y odio que sentía por mí.

 

-No hay problema, lo entiendo perfectamente.

 

- Segundo- levanté dos dedos-  Ayer me encontraba caminando por los alrededores de mi palacio y pude apreciar que este estaba desgastado y un poco descuidado. En resumen, se ve feo y no lo quiero. Solicito mi traslado al palacio "Rocío de la mañana" lo antes posible.

 

- ¡¡QUÉ!! - Chilló la estúpida y entremetida 5ta princesa desde atrás- ¡Ahora sí que enloqueciste!-

 

En efecto, el palacio Rocío de la mañana era de la 5ta princesa quién lo tomó por su propia cuenta con su típico descaro que le caracteriza.

 

-¡Eres una pu-

 

- Tercero. Escucho un solo insulto hacia mi persona y sea quien sea, lo castigaré con latigazos hasta que ya no pueda respirar por ofender a su futura emperatriz. Así que mida sus palabras de serpiente venenosa princesa Yun, o absténgase a las consecuencias.

 

La quinta princesa estaba furiosa, tanto así que temblaba de la ira que sentía. Trató de hablar de nuevo pero la Emperatriz viuda la detuvo. Simplemente, me di la vuelta en dirección a la salida.
 




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