Lo que calla el alma

Capítulo 9: Melissa

Observo a Ethan jugar con Hope y no puedo evitar sonreír. La niña lo sigue como un imán, tanto que a veces parece olvidar que tiene padre. Calix lo comenta con un gesto resignado, como si ya hubiera aceptado esa derrota silenciosa frente a la conexión entre su hija y su mejor amigo.

Ethan la sostiene de los brazos y la hace saltar en el aire. Hope ríe con esas carcajadas que se pegan como un eco en el pecho, y entre risitas su vocecita exige: «ota ve». Ethan, obediente, repite el juego, esta vez exagerando el movimiento como si compitiera por el premio al tío del año.

Me descubro conmovida. Por dentro me digo que no debería mirarlo tanto, aunque es inevitable. Ethan con Hope tiene una paciencia y ternura que me descolocan. Quizás porque nunca vi ese lado en mi exmarido.

—Ethan será un buen padre —la voz de Tori me llega desde atrás y casi salto del susto.

Me giro, medio nerviosa, como si me hubieran atrapado en un pensamiento prohibido. Le sonrío, intentando restarle importancia.

—Eso no significa que debamos estar juntos.

Ella suspira y se cruza de brazos, apoyándose en el marco de la puerta como si ya se supiera mi respuesta.

—Es normal que no quieras una nueva relación después de lo que pasó con tu ex. Fueron muchos años, con buenos y malos momentos. —Yo sonrío sin querer, recordando alguno—. Aun así, debes dejarlo atrás. No te digo que te tires a los brazos de Ethan, solo que no te cierres.

Quisiera tener su seguridad. Respiro hondo.

—No es que siga enganchada con mi ex, Tori. Es que el trabajo de Ethan es un problema, además no significa que quiera algo conmigo. Le gusto, sí, me lo ha dejado claro. Aunque una cosa es la atracción y otra querer compartir su vida. No me conoce.

Ella me toma la mano con ternura, como hace siempre que me nota a punto de atrincherarme. Sus dedos transmiten calma, como si me diera permiso para soltar.

—Por algo se empieza. Habla con él, conócelo. No todo en él son bromas y músculos.

No puedo evitar reír.

—Es demasiado guapo. Mi ex no le llegaba ni a los tobillos. Y eso me desconcierta, ya que nunca me fijé en hombres así.

—Siempre hay una primera vez —me guiña un ojo—. Ethan es más guapo que Calix, a´si que te entiendo.

Abro los ojos sorprendida.

—¿Acabas de decir eso en serio?

—Amo a mi esposo, es el único para mí. Sin embargo, si hablamos objetivamente, Ethan gana.

Niego con la cabeza, medio divertida.

—Tu secreto está a salvo.

—¿Qué secreto? —interviene Calix entrando en la cocina con el biberón de Hope en la mano.

Me congelo. Tori lo abraza con una sonrisa descarada.

—Ninguno, amor. Le decía a Melissa que opino que Ethan es más guapo que tú.

Casi se me cae la mandíbula. Calix frunce el ceño, luego sonríe y besa a su esposa en la frente.

—Eso dicen todas. —Exhala y me mira—. Aprovecha, Mel. Le gustas.

Yo abro la boca para protestar, aunque Tori se me adelanta con una risa ligera.

—No pongas esa cara, Mel. No tengo secretos con mi marido.

—Claro —añade Calix—. Puedo aceptar que mi esposa piense que mi mejor amigo es más guapo, siempre que me ame y me respete. Y sé que lo hace.

—Para mí, Ethan es como el hermano divertido que hubiera querido en la adolescencia. John era más serio, parecía policía desde los quince.

Reímos los tres, y el ambiente se suaviza.

—Eso sí, no le digan que lo consideran más guapo que yo, porque su ego explotaría —remata Calix con gesto cómico—. Aunque seguro ya lo sabe.

Tori se despide para leerle un cuento a Henry, mientras Calix se acerca a Ethan y Hope, que todavía se resiste a dejar de jugar.

—Tu hija tiene batería de campeonato —resalta Ethan, con la niña aún colgada de su cuello.

—Ni lo digas. Devuélvela, tiene que ir a dormir.

Calix extiende los brazos, Hope se aferra más fuerte a Ethan, como si supiera que con él la fiesta sigue y con su padre todo termina.

—Parece que me prefiere a mí. —Ethan arquea las cejas con aire triunfal—. Ya ves, irresistible incluso para las menores de cinco.

Calix rueda los ojos.

—Hope, hora de dormir y el tío Ethan se va a su casa.

—¡No! —responde ella con firmeza.

Yo me sorprendo. Calix no tanto.

—Es tu hija, no hay dudas. —comenta Ethan haciéndole cosquillas a la pequeña.

Derrotado, Calix baja los brazos.

—Llévala a su cuna.

—No, va a llorar —replica Ethan—. Y me rompe el corazón oírla.

Doy un paso hacia ellos.

—Hope, ¿vienes conmigo? Podemos hacer dormir al señor Noni.

Para sorpresa de Ethan, la niña se lanza a mis brazos. La acomodo en mi cadera y me encamino a la habitación. Antes de irme, suelto en broma:




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