Elle me entrega la carpeta con los detalles de su última campaña. La recibo y la acomodo con otros pendientes sobre mi escritorio, esos que mañana a primera hora debo entregar a mi jefa para que los revise.
Me paso la mano por la frente, cansada, y aun así Elle no se inmuta. Ella siempre parece tener energía de sobra.
—¿Y bien? —me pregunta con esa sonrisa curiosa que no anuncia nada bueno.
Alzo la vista, fingiendo no entender.
—¿Y bien qué?
Ella arquea una ceja, como si pudiera leerme la mente.
—¿Qué hay con Ethan? —su tono suena inocente, aunque sé que lo disfruta—. Tori ya me contó que fuiste a cenar con él y su madre. Imagínate mi sorpresa al enterarme de que estás embarazada de él. De todos modos, me alegra que sea de él y no de tu ex o de cualquier bueno para nada.
Sonrío con timidez.
—No puedo quejarme. Ethan será un buen padre y su madre es fantástica.
Elle se cruza de brazos y me observa con atención, esa mirada interrogante de la que es difícil huir.
—De eso no tengo dudas —dice—. Sin embargo, no hablo del padre ni de la abuela. Me refiero a ustedes dos, como pareja.
Me acomodo en la silla, incómoda.
—Eso no va a pasar.
Lo digo con firmeza, aunque por dentro algo se me encoge. La verdad es que tenía la esperanza de que sí, pero el miedo me ganó. Yo misma dije que el beso había sido un error. Tal vez esperaba que él me contradijera con algo más contundente. Sí, me aseguró que no lo creía así, que para él no fue un error; no obstante, enseguida agregó que podíamos salir con otras personas. Esa frase se me quedó grabada como una herida abierta. La interpreté como una señal de que si alguna vez pensó en estar conmigo, fue solo por el bebé. Y al yo no decir nada, fue como darle permiso de buscar a alguien más. Estoy casi segura de que ya lo hizo, o al menos la pregunta no habría existido.
Elle suspira, fastidiada con mi falta de entusiasmo, y termina sacándome más de lo que pensaba contar. Le hablo del beso, de esa conversación confusa que tuvimos por teléfono hace apenas unas horas. Ella escucha atenta, sin interrumpirme, hasta que al final concluye:
—Tal vez lo dijo para no quedar expuesto. Los hombres hacen esas cosas, ya sabes.
Sacudo la cabeza.
—No lo sé, Elle. Y la verdad es que no tengo ganas de andar descifrando nada. Me cuesta confiar en los hombres. Siempre fue así, y más después de lo que pasó con mi ex. Quizás no debí decir que el beso fue un error, o quizás lo fue; el punto es que no quiero estresarme por esto.
Ella me observa con ternura.
—Lo entiendo. Te da miedo lanzarte de cabeza a la piscina. Yo casi podría jurar que Ethan no se parece en nada a tu ex.
—Claro que no. —Mi voz se suaviza, porque sé que tiene razón—. Después de conocer su historia y hablar con su madre, sé que él es todo lo contrario a Ted. Aun así, no estoy segura de que esté listo para algo serio. Es mejor dejar todo como está.
Elle no insiste. Me conoce demasiado bien y sabe cuándo soltar el tema. Al final, se despide con una sonrisa y un guiño.
—Nos vemos el fin de semana, amiga. Noche de chicas, lo necesitamos todas. Y si cambias de opinión con respecto a Ethan, quiero ser la primera en enterarme.
Su risa queda flotando cuando se aleja hacia su oficina. Yo recojo mis cosas con lentitud, con la intención de irme a casa, ponerme mi pijama y perderme en un libro antes de dormir. Mientras camino hacia la salida, inevitablemente mi mente regresa a Ethan.
Me viene a la cabeza la pregunta que me hizo: «¿Significa que podemos salir con otras personas?». Y junto con la pregunta, ese nudo de celos que me apretó el pecho. Me fastidia reconocerlo. Me molesta porque él puede hacerlo con facilidad, pues no está embarazado, no tiene la carga emocional que yo llevo encima. Puede involucrarse sin sentimientos de por medio. Yo no.
Ethan es guapo. Más de una mujer gira la cabeza para mirarlo, así que no me sorprendería que ya tenga a alguien rondando. Y me incomoda mucho esa realidad.
Respiro hondo, intentando calmarme. Si no estuviera embarazada, quizás estas cosas ni siquiera me afectarían. No obstante, lo estoy, y lo mejor que puedo hacer es centrarme en el bebé. Ya pasamos el primer trimestre, el riesgo de aborto bajó y eso me da un respiro. Ahora puedo empezar a pensar en clases prenatales, en leer libros sobre maternidad, en la habitación del bebé. Nunca es demasiado pronto.
Dora me escribió esta mañana, pidiéndome que la incluya en la elección de muebles y ropa. Claro que lo haré. Ella es la experta y, además, me emociona compartirlo con alguien que está tan ilusionada como yo. Ambas esperamos que sea niña, aunque en el fondo lo único que importa es que nazca sano.
Con Ethan apenas he hablado del bebé. Quizás porque quería esperar, por miedo a que algo saliera mal. Supongo que lo discutiremos en la próxima cita médica, o en alguna cena con Dora, o si nos cruzamos en casa de Tori y Calix. Todo parece depender del azar.
Salgo del edificio con la mente enredada en estas ideas cuando escucho mi nombre.
—Mel.