Llego a casa sintiéndome agotado mentalmente. Lo bueno es que por fin se terminaron las negociaciones con los alemanes y el contrato está firmado y sellado. Puedo relajarme un poco.
Me estoy muriendo de hambre.
Mientras cruzo el umbral de la sala, me sorprende no encontrar a Victoria recibiéndome como de costumbre. A menos que se haya ido a casa de sus padres, pero eso no ocurre muy seguido y siempre me avisa.
Me quito la corbata y camino hacia la habitación. Quizá se está dando una ducha o se acostó un rato, porque Marge me dijo que la ha notado algo enferma los últimos días. Por esa razón no quise salir a celebrar con los alemanes.
Victoria detesta ir al médico, pero la llevaré si es necesario, porque la salud es lo primero.
Aunque nuestro matrimonio no empezó por amor, es mi esposa y ha sido buena conmigo, así que intento ser considerado. Siempre he procurado respetarla y cumplir mi parte del compromiso.
La habitación está oscura y silenciosa, todo impecablemente ordenado.
Salgo de la habitación y busco a Marge en la cocina. Ella aparta la mirada de la masa que está amasando y me mira con sorpresa.
—Señor Klein.
—¿Dónde está Victoria?
Ella aprieta los labios y se limpia las manos con cuidado.
—No lo sé, señor —dice, tomando un sobre de papel madera y extendiéndomelo—. Cuando llegué del supermercado, la señora no estaba. Noté el armario abierto y en la cama encontré esto. Tiene su nombre.
Lo tomo con más fuerza de la que esperaba y lo abro. Todo mi cuerpo se tensa al ver que son los papeles del divorcio. También hay una nota acompañada de su anillo de boda y el de compromiso.
Calix, ya no puedo seguir así. Firma para que ambos seamos libres y no nos sigamos lastomando.
Tori.
—No puede ser, Marge.
Ella niega con la cabeza. Parece que quiere decir algo, pero cambia de opinión.
Corro de regreso a la habitación, abro el armario y veo que la mayoría de sus cosas no están. Ha dejado la ropa y objetos que le he comprado para eventos o cenas.
Me ha dejado a mí.
Saco el celular y la llamo, pero claro que no contesta. Su teléfono está apagado.
¿Por qué me dejó?
Llamo a su madre para averiguar si está con ellos. Kath me confirma que su hija no está en casa.
—¿Te está dando problemas? Hace unos días vino diciendo que estabas distante, y le expliqué que eres un hombre ocupado. Lo mismo me pasó a mí con su padre.
Aprieto los labios.
Le dije que estaba ocupado y llegaría tarde varias noches. No me preguntó nada.
Ahora que lo pienso, llevaba semanas sin preguntarme por mi día o por el trabajo.
—Nada que no tenga arreglo. Nos vemos, Kath.
Termino la llamada. No tengo intención de contarle a mi suegra los problemas matrimoniales entre su hija y yo.
Lo ideal sería resolverlo entre nosotros, pero es difícil cuando ella se ha ido sin hablar conmigo y no responde el teléfono.
¿Dónde podría estar? No tiene amigas cercanas. Conocidas, sí, pero no creo que haya recurrido a ellas. Con sus padres no fue, y dudo que lo haga con lo que me dijo su madre.
Llamo a mi amigo Ethan. Responde al segundo tono.
—Amigo, estás vivo.
—Necesito que averigües dónde está Victoria.
Él guarda silencio y luego se ríe.
—¿Hablas en serio? Si tú no sabes dónde está tu esposa, ¿por qué debería saberlo yo?
—Eres detective.
—Pero no el tuyo personal y no busco a personas que desaparecen por decisión propia.
—Se fue, se llevó sus cosas y me dejó los papeles del divorcio firmados.
Silencio.
—Ya se había tardado.
—¿De qué hablas?
Lo escucho suspirar.
—¿De verdad pensabas que Victoria iba a seguir a tu lado aguantando la indiferencia? Fue criada para ser una esposa ejemplar, pero eso no significa que fuera feliz. Tarde o temprano algo iba a cambiar.
—No lo comprendo. Le he dado todo lo que quería, nunca le he negado nada, y siempre fui respetuoso.
—¿Le diste tu cariño?
—Nuestro matrimonio no fue por amor.
—Tal vez ella sí, o tal vez lo encontró contigo con el tiempo.
—Ella dijo que me amaba hace un par de meses, pero fue en un momento emocional, y ya sabes cómo son esas cosas.
—Tal vez era cierto.
—Yo no…
—¿No lo creíste o no quisiste creerlo? Tal vez ya no importe. Se cansó de dar sin recibir.
—Y te dices mi amigo.
—Victoria es una buena persona. Nunca te llevé la contraria porque no eres mi amigo, pero ahora te lo digo. No tengo idea de dónde está. Quizá necesite tiempo. También puedes aceptar el divorcio y seguir con tu vida. Ya no necesitas estar casado con ella por conveniencia. Eres libre de elegir con quién quieres compartir tu futuro.