Debería sentirme libre y feliz por haber dejado atrás esas cadenas que me mantenían atrapada en una vida que no me hacía bien, pero en realidad me siento vacía y triste. Me duele pensar que mi esposo tiene una relación demasiado cercana con su asistente, y aún más, no entiendo cómo terminé teniendo sentimientos por él después de todo.
Muy dentro de mí, quise creer que me quería.
—Al menos no estás tirada en la cama lamentándote —dice Elle, tomando asiento frente a mí y ofreciéndome una taza de té, sabiendo que no me gusta el café.
—Sigo en pijama.
—Es sábado —responde con una sonrisa.
Río un poco.
—Gracias por venir a verme.
—No tienes que agradecerme. Me alegra que hayas decidido dejarlo. Pronto volverás a agarrar la cámara, a ganar tu propio dinero sin depender de tu padre ni de tu esposo, y te sentirás mucho mejor. Cuando seas una mujer independiente y realizada, llegará el hombre correcto, el que te valore y te quiera de verdad.
Me río con ganas.
—Para que llegue uno así, primero tiene que aparecer para ti.
Ella hace un gesto con la mano, como si alejara una mosca.
—Creo que el mío se perdió en el espacio sin GPS o todavía no está listo para estar con una mujer como yo. No tengo prisa. Se puede ser feliz sin un hombre.
Me encanta su personalidad. Es sincera, fresca y dice lo que piensa sin miedo a lo que los demás digan. Nada que ver con las amigas falsas que tuve, solo para complacer a mi madre.
He pasado tanto tiempo intentando hacer felices a todos que ni siquiera sé por dónde empezar a complacerme a mí misma.
Me da un poco de nervios volver a usar mi cámara. No la he tocado desde que me casé.
Pero no voy a dejar que la tristeza ni un corazón roto me venzan.
Dejo la taza sobre la mesa justo cuando las náuseas me atacan, esta vez con más fuerza.
Bajo de la banqueta y corro directo al baño, donde devuelvo lo que no he comido.
Tomo aire y lo dejo salir lentamente. Pronto estaré bien. Una vez que pase todo lo del divorcio y mis padres me vean de otra manera, estaré bien.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste la regla, Tori? —me pregunta Elle, preocupada.
Desvío la mirada del inodoro y la enfoco en ella.
—¿Qué?
—Llevas varios días sintiéndote mal.
—Debe ser por el estrés, todo esto con Calix y mi familia —le respondo, mientras bajo la vista hacia mi vientre plano—. No puede ser.
—Voy a hacerte una cita con el médico.
—No puedo estar embarazada. No ahora. Y menos de Calix. Vamos a divorciarnos.
Elle se sienta en el suelo a mi lado y toma mi rostro entre sus manos.
—Oye, no te asustes. Primero confirmemos si estás embarazada y después veremos qué hacer. Un paso a la vez. Si Calix no quiere al bebé, no lo necesitas. Me tienes a mí y no te voy a dejar sola. Si él quiere hacerse cargo, se encargará de lo que tenga que hacer, pero no tienes que volver con él si no quieres.
—No, ni lo pienses —respondo con firmeza.
Me muerdo los labios y Elle asiente.
Nunca hablamos de tener hijos, y siempre fue claro con sus decisiones. Por eso no entiendo cómo pasó esto. Una vez me dijo que no quería “accidentes” porque no planeaba ser padre.
¿Y si cree que le fui desleal? No lo hice. Estoy segura de que no hay forma de que lo malinterprete. Solo Calix ha sido parte de mi vida en ese sentido.
Llevo las manos a mi vientre.
Tal vez no estoy embarazada y es solo estrés. Mi regla no ha bajado en dos meses, creo, pero ya me pasó antes, el estrés puede hacer eso. Es mejor no adelantarme.
Si resulta que estoy embarazada, las cosas se complicarán, pero me aseguraré de ser una buena madre y darle todo a mi hijo.
Cuando termino en el baño, Elle me pide que me vista para acompañarme al médico. Tiene una amiga ginecóloga que está de guardia y nos puede atender.
—No es una clínica de lujo, pero está bien —me dice.
—No puedo usar mi seguro ni mi tarjeta para pagar o Calix lo sabrá —le respondo.
—No te preocupes, no nos cobrarán, y si lo hacen, yo pago y me devuelves cuando puedas.
—Ela…
—No digas nada más. Tú me ayudaste en la universidad dándome libros y materiales para que pudiera estudiar sin agotarme trabajando. Sé que no lo hiciste con segundas intenciones, pero ahora puedo ayudarte un poco, y no puedes negarte. Si llevas a mi sobrino o sobrina en tu vientre, quiero que sepa que su tía es la mejor.
Quiero llorar, pero ni sé si me quedan lágrimas.
Elle me dice que el embarazo puede hacer que uno se sienta más triste de lo normal, porque las hormonas se descontrolan. Ella no sabe bien porque nunca estuvo embarazada, solo lo que ha escuchado de otras mujeres.
Habla sin parar para distraerme, pero yo solo pienso en cómo cambiará mi vida si realmente estoy esperando un bebé. Ya no tendré que pensar solo en mí, sino en la personita que crecerá dentro.