No he sabido nada de Victoria en todo el fin de semana. No sabía dónde buscarla sin llamar la atención. Me tiene muy preocupado.
No quiero que nadie se entere de que mi esposa se fue. Eso no ayudaría a nadie, ni a la familia ni a ella.
Mi abogado me dijo que los papeles están en regla y que ella no habló con él. Me dijo que me quede tranquilo, que ella se comunicará cuando esté lista para hablar del divorcio. Yo también lo creo.
Tenemos un acuerdo prenupcial firmado y sé que su padre no le daría nada si se separa de mí. Dudo que ella quiera perderlo todo, aunque algo me hace pensar que no le importa tanto.
Si firmara los papeles que me dejó, el divorcio sería inmediato. Pero no quiero hacerlo sin hablar con ella antes. Necesito entender qué pasó, y no creo que lo que Ethan me dijo sea cierto.
He sido un esposo fiel, la he cuidado cuando ha estado enferma, la he acompañado a mis cenas y reuniones sin problemas, le di una tarjeta sin límite para que no tuviera que pedirme nada y le regalé joyas en cumpleaños y aniversarios.
¿Dónde estará? ¿Estará bien?
Me preocupa no saber de ella. Este fin de semana fue muy extraño estar en casa sin su compañía.
No pasábamos mucho tiempo solos, pero siempre sabía que estaba ahí. Yo trabajaba en la oficina mientras ella organizaba el jardín o hablaba con Marge sobre la casa.
Algunas veces la veía leyendo bajo el árbol del jardín.
Los sábados cenábamos afuera de vez en cuando, y los domingos comíamos con mis suegros. Este domingo dije que preferíamos quedarnos en casa y ellos no preguntaron.
Cuando no salíamos, ella cocinaba para darle un descanso a Marge. Este sábado tuve que pedir comida porque ella no estaba. Quise pedirle que se quedara, pero me negué; podía cuidarme solo.
Esta mañana no encontré mi traje en la cama porque no estaba ella para elegir mi ropa mientras yo me duchaba. Lo permitía no para tenerla como sirvienta, sino porque tiene buen gusto y sabía elegir bien.
Me preguntaba si tenía alguna reunión importante, porque así escogía mi traje. A veces me ayudaba con la corbata, que no me gusta hacer. Las últimas semanas no fueron así porque me levantaba muy temprano por trabajo.
Mi asistente entra sin llamar y sonríe.
—Te traje el café. ¿Necesitas algo?
Se acerca con un gesto amable, pero me levanto antes de que llegue a mí.
—Jane, nada de contacto físico. Te lo dije el viernes cuando me abrazaste.
Ella da un paso atrás.
—Lo siento. No puedo evitarlo. Nos llevamos bien, y haríamos un buen equipo si no estuvieras casado.
No puedo negarlo, pero no quiero estar con ella.
Es cierto que fuimos a cenar dos veces a mi restaurante favorito, que también es el suyo, pero no fue nada romántico ni estuvimos solos.
El viernes quería que fuéramos solos, pero decidí ir a casa porque llevaba muchas noches trabajando hasta tarde. Cuando llegué, la casa estaba vacía.
No debería molestarme que Victoria se haya ido y me pida el divorcio. Debería aceptarlo, pero no puedo. No quiero dejarla ir.
Quizás me importa más de lo que pensaba, tal vez siento más de lo que puedo admitir.
Me pongo de pie.
—Voy a salir y no sé si volveré. Si hay alguna cita, reprograma y avísame si es urgente.
—Está bien —dice confundida—. ¿A dónde vas?
—Jane, que nos llevemos bien no significa que tenga que contarte mi vida.
Salgo sin añadir nada más.
No suelo ser así con ella, pero hoy estoy molesto. Todo el fin de semana fue difícil y esta mañana no fue mejor.
Ethan dijo que mi asistente se toma libertades que no debería, y que yo lo permito. No lo veo así. Lleva dos años trabajando conmigo y siempre ha sido muy profesional. Es más fácil tutearnos que usar formalidades todo el tiempo.
No ha hecho nada inapropiado, salvo alguna coquetería o un toque accidental, pero siempre le puse un límite porque no quiero nada con ella.
Mezclar trabajo y algo más no es buena idea, menos siendo un hombre casado y con buena reputación, aunque mi esposa me haya dejado.
Decido no pensar en mi asistente ahora.
No sé adónde ir, pero necesito caminar y despejar la mente. Quiero saber dónde está mi esposa, aunque poco sé de ella. Sé que no le gusta el café, prefiere té, su comida favorita es pastel de brócoli con pollo, le gusta estar al aire libre y sus flores favoritas son los jazmines.
No sé quiénes son sus amigos, solo conocidas que saludaba en eventos.
Marge dijo que nunca recibía visitas en casa, solo salía a dar vueltas, hacer compras o ayudar a su madre, y siempre me avisaba, aunque no se lo pedía.
—Señor Klein —me llaman en recepción.
Me acerco a Alina.
—¿Su esposa está bien?
Frunzo el ceño.
—¿Por qué no lo estaría?