—No necesitas quedarte, John.
—No te dejaré sola. Estuve alejado de ti por mucho tiempo y esta vez no pasará.
—Calix no es una persona agresiva, y él nunca me quiso, así que me dará el divorcio.
Mi hermano aprieta los labios y niega con la cabeza.
—¿Por qué no te lo pidió antes? ¿Estás segura de que no siente nada por ti?
Paso la lengua por los labios.
—Nunca me invitó a cenar por gusto, sino por las apariencias. Salíamos a cenar y apenas me prestaba atención. Se la pasaba casi todo el tiempo mirando el teléfono. En casa no es muy diferente. Los fines de semana, a veces se va al club a jugar golf o tenis con empresarios o con papá. Y cuando está en casa, se encierra en su despacho. Escucharlo tan amigable con su asistente y enterarme de que la otra noche salió a cenar con ella… fue la gota que colmó el vaso. Me dijo que no pasó nada entre ellos, pero claro, si hubiera ocurrido algo y yo lograra demostrarlo, tendría que pagarme por una cláusula sobre la fidelidad en el matrimonio.
John asiente y se pasa una mano por el cabello.
—Casarse suena complicado.
Sonrío.
—Cuando te casas por amor, es diferente.
Él asiente.
—Nunca me he enamorado. Melisa me dejó cuando le conté que iba a alejarme de la familia para vivir mi vida.
—Ella solo quería casarse con un heredero rico y guapo.
—Lo sé. No lo creí hasta que hablé con ella ese día y me dijo que lo nuestro no podía continuar.
Estiro la mano para tomar la suya y la aprieto.
—Te hizo un favor. Ahora eres feliz. Si te sirve de consuelo, nunca me agradó.
Ríe.
—Sí, tengo más trabajo del que quisiera, pero amo lo que hago. Me gusta ayudar a las personas a tener una mejor calidad de vida—asiento—. Puedes vivir conmigo…
—No, estoy bien con Elle. Compartiremos gastos en cuanto me estabilice.
—No te preocupes por mi sobrino o sobrina. Me aseguraré de que reciba la mejor atención médica. No le faltará nada.
Todavía me cuesta creer que él quiso contactarme y que mi madre le dijo que yo no quería hablar con él y lo consideraba un traidor. Hasta le dio un número falso.
A mí me dijo que John se había ido sin importarle nada ni nadie, que era un egoísta al que debíamos mantener lejos.
Nos manipularon a los dos para mantenernos separados.
John cree que, si hubiéramos mantenido el contacto, yo me habría “rebelado” antes. Tal vez tenga razón.
Ahora el destino nos ha reunido otra vez y cuento con su apoyo incondicional.
Teniéndolo a él y a Elle, no necesito a mis padres ni a Calix.
Me gustaría que las cosas fueran diferentes, pero tengo que aceptar la realidad.
—Ya puedes irte. Te llamaré después de hablar con Calix.
Suspira, niega con la cabeza y se levanta.
—Estaré en el auto. No me iré lejos. Si necesitas algo, llámame y vendré.
—No tienes que pasar tu día libre así.
Ríe.
—No tengo vida social, y no te dejaré sola otra vez. Solo llama.
—Gracias.
Me da un breve abrazo y se va. Me quedo sola en la cafetería. Pido un té de hierbas para calmar los nervios. Al menos tengo el apoyo de John, y no creí que algún día podría recuperar nuestra relación.
La camarera deja el té en mi mesa justo cuando veo entrar a Calix. Se quita las gafas de sol y camina con paso firme apenas me ve.
Tan guapo, tan seguro de sí mismo y enigmático como siempre. Me enamoré de él sin buscarlo, sin esperarlo. Hace un tiempo habría hecho cualquier cosa por él, pero hoy no.
Lo que siento por él se fue apagando poco a poco con cada gesto frío, cada rechazo y cada palabra sin cariño.
Trago saliva y tomo un sorbo de té para calmarme.
Tengo que mostrarme firme. No hay vuelta atrás.
Aunque llevo a su hijo en el vientre, por ahora no planeo decirle nada. No quiero que piense que debemos seguir casados solo por el bebé. Primero conseguiré el divorcio, y después le contaré.
—Victoria —dice él al llegar.
No me levanto. Al ver que no haré nada, suspira y se sienta. La camarera aparece rápidamente con una sonrisa enorme.
Calix pide un café sin quitarme la vista de encima.
—No necesitamos alargar esto, Calix. Te casaste conmigo para salvar la empresa de tu padre, y él aceptó que te casaras conmigo porque mi hermano había seguido su propio camino, y mi papá no cree que una mujer pueda dirigir una empresa.
Él frunce el ceño.
—No fue que te casó conmigo por no creerte capaz de manejar la empresa. Yo he cumplido como esposo.
—Claro.
—¿Y eso qué significa? ¿En qué te fallé? Si crees que te engañé con mi asistente, estás equivocada. Nunca pasó, ni sucede, nada.