No dejo de dar vueltas a la conversación que tuve con mi esposa hace dos días. Me dijo que quería amor, y yo no supe qué responder.
Sé que lo correcto sería firmar los papeles del divorcio, pero me cuesta hacerlo, porque una vez que lo haga, no habrá vuelta atrás.
No entiendo por qué me aferro a esta relación si, en el fondo, sé que no puedo darle lo que necesita.
Aunque podría intentar convencerla de quedarse, incluso si no es con sinceridad, no quiero hacer eso. No me parece justo ni para ella ni para mí.
La puerta se abre de golpe y entra mi suegro con una expresión seria. Supongo que ya está enterado de que su hija quiere separarse.
Siempre ha sido un hombre autoritario. Lo supe desde el principio, pero acepté sus condiciones porque, en ese momento, no tenía muchas opciones. Ahora las cosas han cambiado. Después de la fusión de nuestras empresas, fui adquiriendo más acciones poco a poco. Hoy tengo una participación mayor que la suya.
Me recuesto en la silla con calma y espero a que diga lo que vino a decir.
—Mi esposa me dijo que Victoria te pidió el divorcio. Hasta donde sé, no has firmado. —dice, sin rodeos.
Me paso la lengua por los labios antes de responder:
—No. Todavía no lo he hecho.
—No lo hagas. Se ha dejado influenciar por esa amiga suya y por su hermano. —dice con fastidio.
Me sorprende el tono con el que habla de personas tan importantes en la vida de su hija. La amiga de Victoria, Elle, me pareció una mujer admirable. Investigando un poco sobre ella, supe que estudió con una beca, trabajó mientras cursaba la universidad, se graduó con honores y, hoy en día, es directora en la agencia donde trabaja Victoria. Probablemente fue ella quien la ayudó a conseguir el puesto.
No me gustó lo hostil que fue conmigo, pero acepté que solo estaba siendo fiel a su amiga.
—Conocí a Elle. No me pareció una mala persona. —defiendo.
—No me parece la mejor influencia para Victoria. Pensé que ya no eran cercanas desde que se casaron. —responde él, cruzado de brazos.
—Tu hijo también ha logrado mucho por su cuenta. Es un médico respetado y ha formado su propia clínica. Le va muy bien. —añado.
Él niega con la cabeza, con una expresión de decepción.
—Dejó de escucharme cuando decidió dedicarse a otra cosa en vez de continuar con el legado familiar. Fue su decisión, pero la acepté y seguí adelante. —dice, con la mirada perdida.
Recuerdo entonces la conversación que tuvimos años atrás, cuando me ofreció su ayuda con mi empresa a cambio de que me casara con su hija. Me pareció extraño en ese momento, pero él me aseguró que su hija me quería desde que éramos adolescentes y que solo deseaba su felicidad.
Acepté el matrimonio sin esperar enamorarme. Mi antigua pareja me había dejado cuando supo que mi empresa estaba al borde de la quiebra. Quería una vida llena de lujos, y yo ya no podía ofrecérsela, además se metió con quien no debía. Esa experiencia me dejó claro que, a veces, las personas no están contigo por amor, sino por conveniencia. Entonces decidí no volver a dejarme llevar por los sentimientos y enfocarme en reconstruir mi legado.
Siempre creí que Osvaldo quería lo mejor para su hija, pero ahora me pregunto si no estaba más interesado en proteger sus propios intereses. Si de verdad buscaba su felicidad, ¿por qué insistir en retenerla ahora que ella quiere irse?
Entonces recuerdo que Victoria mencionó que su padre no la creía capaz de manejar la empresa y buscó un esposo que sí pudiera hacerlo.
—¿Por qué quisiste que me casara con tu hija? —pregunto.
Frunce el ceño.
—¿Por qué me preguntas eso ahora?
—Me dijiste que querías complacer a su hija. Yo recién salía de la universidad cuando acepté. Mi empresa estaba a punto de cerrar. ¿Por qué yo?
Osvaldo humedece los labios antes de sentarse frente a mí.
—Porque te vi como alguien con futuro. Inteligente y decidido. Noté que tenías lo que hacía falta para llevar una empresa adelante. Ella te apreciaba, y pensé que formarían una buena pareja. Yo perdí a mi hijo como heredero y tú habías perdido el apoyo de tu padre en los negocios. Creí que los dos ganaríamos.
—Podríamos haber hecho negocios sin necesidad de casarme con ella.
—Quizás, pero quería asegurar el futuro de mi hija junto a alguien confiable, no dejarlo en manos de un desconocido —dice, encogiéndose de hombros—. Creí que ambos saldrían fortalecidos.
No lo dice, pero puedo intuir que no quiere que otra persona se convierta en la nueva figura al lado de Victoria, lo que implicaría perder parte de su influencia.
Me pregunto si será cierto que ella me quería desde la secundaria, o si solo accedió a todo esto por presión.
Ella dijo que esperó amor de mí y se cansó de no recibirlo.
—No creo que se pueda evitar. Me dejó claro que no quiere una vida de comodidades sin amor. —confieso.
—¿Qué estás diciendo?
—Que yo no puedo darle lo que ella necesita.