Lo que calla el corazón

Capítulo 11: Victoria

Al leer lo que se publicó en internet, pienso que Elle se excedió, aunque no haya dicho ninguna mentira.

Mi padre debe estar furioso, y Calix en un estado similar, porque ambos han quedado expuestos públicamente.

No me agrada el papel de víctima, pero lo acepto si eso me ayuda a obtener el divorcio.

Sé lo que hago. Esta vez no seré la ingenua que obedece a ciegas.

Estoy segura de que mi padre y Calix querrán que arregle esta situación. Intentarán convencerme, probablemente me propongan algún tipo de trato para que los ayude.

Entonces aprovecharé la oportunidad: pediré el divorcio y diré a la prensa que todo fue un malentendido. Eso sí, el divorcio será real, porque el amor se terminó.

Hablaré bien de Calix y de mi padre, solo para apaciguarlos. Luego, otra noticia tomará protagonismo y esta se olvidará.

John no estuvo de acuerdo con el plan, pero terminó aceptándolo al ver que no lograría hacernos cambiar de opinión.

Nos apoyó, porque es un buen hermano. Lamento no haberlo buscado antes y haber confiado ciegamente en las palabras de mis padres. Pero todo pasa por algo.

Llevo una mano a mi vientre, intentando calmar las náuseas. Tengo control médico en dos semanas y espero que la doctora me recete algo que me alivie, porque esta sensación es verdaderamente incómoda.

El timbre interrumpe mis pensamientos, y con ellos, el malestar.

No espero visitas. Elle salió a una cita, y John no dijo que vendría; además, tenía guardia esta noche, aunque tal vez logró cambiarla. Desde que nos reencontramos y se enteró de mi situación, ha estado muy pendiente de mí, en persona y por teléfono.

Al abrir la puerta, me encuentro con Calix.

Sabía que volveríamos a vernos y que tendríamos que hablar, pero esperaba poder postergarlo hasta mañana.

—No me cierres la puerta. Tenemos que hablar.

—¿Es sobre lo que se publicó?

—Sí. Tu padre está muy molesto. Creo que debemos resolver esta situación entre tú y yo.

Quiero rebatir, pero no lo hago. No es el momento de discutir, es el momento de ganar tiempo. Solo abro la puerta y lo dejo entrar.

Calix observa el departamento con atención. No es muy grande, pero es acogedor.

La sala y el comedor comparten un mismo espacio, con muebles en tonos beige y verde. La cocina es pequeña, pero funcional, separada por una barra.

Tiene dos habitaciones: una más amplia que usa Elle, y otra más pequeña, que ocupo yo. No es lujoso, pero es suficiente.

—Dime qué es lo que quieres. —le digo, cruzando los brazos, firme.

—No está mal el departamento. —comenta, como si recién se diera cuenta de dónde está.

—Elle tiene excelente gusto.

Se vuelve hacia mí.

—¿Por qué vives con ella y no con tu hermano?

—Elle me ofreció el lugar primero, y nos llevamos bien. John también se ofreció, pero es hombre y necesita su espacio. Me siento más cómoda con mi amiga.

—Entiendo. —asiente, pensativo.

—¿Quieres algo de beber? Estaba por hacerme un té.

—Agua, gracias.

Le sirvo un vaso, tomo mi taza y me siento, sosteniéndole la mirada sin pestañear, esperando que diga lo que tenga que decir. Me sorprende su calma. Está sereno, casi imperturbable. Aunque quizás solo sabe disimular muy bien lo que siente.

—¿Y bien?

—¿Tú o tu amiga publicaron la noticia? —pregunta.

—No voy a negar ni confirmar nada. —respondo, tranquila.

—Sé que fue así. Lo imaginé luego de que tu amiga dijera que había otras formas de obtener el divorcio —cruzo los brazos en el pecho—. Solo diré que no fue la mejor forma de manejar las cosas —comenta—. Yo pensaba que querías este matrimonio.

—¿Y tú no sabías que mi padre tenía otros planes para ti? —pregunto, sorprendida.

—No lo sabía. Hoy me lo confirmó.

—Yo acepté casarme. Nadie me obligó. Solo pensé que sería diferente. Pero no funcionó. Y no todo es tu culpa. Yo también cometí errores.

Parece a punto de extender la mano hacia la mía, pero al final solo toma el vaso y bebe.

—Creo que, por ahora, no deberíamos separarnos. —dice finalmente.

—Yo ya tomé una decisión. —le recuerdo, apoyando la taza con un golpe suave, marcando mi punto.

—Hay muchas personas dejándose llevar por rumores, y eso puede perjudicarnos a todos. A ti también.

—No me preocupa eso. —respondo

—Entonces escucha mi propuesta. Podemos seguir casados por tres meses. Haremos una declaración pública aclarando la situación. Después de eso, nos divorciamos en buenos términos, sin complicaciones.

—¿Y si no acepto?

—Tendrás que hablarlo con tu papá, y eso puede volverse más complicado —responde con cautela—. No quiero que nadie resulte afectado, por eso preferiría que lo resolviéramos entre nosotros.




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