Lo que calla el corazón

Capítulo 12: Calix

Cuando llego a casa, sé que Victoria está aquí. Lo noto enseguida por el aroma a jazmín que flota en el aire. A ella le encanta; siempre se asegura de que esté presente donde vive.

Lo sentí también en el departamento de su amiga y, hace unos días, en mi oficina, cuando la llevé en brazos.

Mientras ella no estuvo, ese aroma desapareció. Marge no se encargó de colocarlo y, sinceramente, tampoco se lo pedí.

—Señor, ya llegó —dice Marge.

—Hola. ¿Mi esposa ya está instalada?

Ella asiente con una sonrisa tranquila.

—Pensé que se habían reconciliado, pero cuando me pidió que preparara uno de los cuartos de huéspedes, entendí que no fue así.

—Se me pasó mencionarlo.

—No se preocupe. Está en el jardín tomando fotografías. No sabía que era aficionada a la fotografía.

Tampoco yo lo sabía.

—Gracias.

Ella se marcha hacia la cocina y yo camino hacia el jardín. Encuentro a Victoria recostada sobre el césped, con una cámara en las manos, enfocando una flor. Noto las rodillas manchadas de pasto y el cabello lo tiene lo suelto, siendo iluminado por los últimos rayos de sol.

¿De verdad necesita tirarse al suelo para tomar esa foto?

La observo durante varios minutos, sin interrumpirla. Ella ajusta el lente, dispara, revisa la pantalla y vuelve a intentarlo. Me sorprende su concentración; me recuerda la primera vez que la vi leyendo en la biblioteca de su padre, absorta en un libro mientras todos hablaban de trivialidades a su alrededor.

Finalmente, parece satisfecha. Se incorpora, sacude sus jeans, se gira y me ve. Su mirada es distinta a la de antes. No hay chispa ni reclamos. Solo una distancia fría y firme.

—¿Trabajando? —le pregunto.

—No. Solo tomaba algunas fotos del jardín. La casa no me gusta mucho, pero el jardín sí.

—¿No te gusta la casa? La elegiste tú.

Frunce el ceño.

—Yo no la elegí. Mi madre me dijo que tú lo hiciste. Cuando comenté que no me convencía, dijo que ya estaba aprobada.

Abro la boca y la cierro sin decir nada.

—Tampoco fui yo. Tu madre me mostró la casa diciendo que era ideal para nosotros y que tú ya la habías aceptado. No cuestioné nada, supuse que daba igual.

Ella baja la mirada, pensativa.

—Parece que otras personas tomaron decisiones por nosotros.

—Sí, y fue más fácil porque no hablábamos lo suficiente entre nosotros.

—Así parece.

No tengo una respuesta clara. Tiene razón. Tal vez cometí un error alejándome en lugar de acercarme a ella.

Creí lo que su padre me dijo. Intenté no involucrarme demasiado, y ahora resulta que no todo lo que me dijeron era cierto.

—La rueda de prensa será mañana a la una. Dijiste que podrías escaparte al mediodía y estar libre hasta las tres. El jefe de prensa preparó el comunicado. Ya lo tienes en tu correo.

Ella asiente.

—¿Será muy largo?

—No. Solo diremos lo justo. Todo está detallado en el documento que te envié.

—Lo leeré después. Gracias.

Pasa a mi lado. La detengo suavemente del brazo, pero la suelto de inmediato. Aun así, siento un pequeño estremecimiento en todo el cuerpo que despierta el deseo de acercarme, de buscar un gesto que nos una de nuevo. Un beso, un simple beso que ya no me pertenece.

Victoria siempre me pareció atractiva, y disfruté de su compañía en la privacidad de nuestra habitación, al menos al principio, hasta que noté que ella se cerraba. Ahora veo que estaba justificado. Eso nunca fue una actuación o dramatismo.

—Marge dijo que la cena estará lista pronto. —comento.

—Ya me lo dijo.

—¿Prefieres cenar en el comedor grande o en el pequeño?

Me mira con el ceño fruncido.

—¿Por qué me preguntas? Yo cenaré en mi habitación. Marge ya está enterada.

—Tori…

—¿Tú también vas a llamarme así? —pregunta con una sonrisa sin alegría—. No hace falta fingir aquí. Antes te sentabas a cenar sin siquiera mirarme, y eso solo cuando decidías acompañarme. Las últimas veces, ni eso.

Ahora será igual, solo que ya no estaré sentada como un adorno.

»No te preocupes, mañana seré la esposa enamorada frente a las cámaras. Sé actuar. Mi madre me preparó para fingir ante la sociedad. Aquí en casa no hace falta. Recuerda que estoy aquí para proteger a John y a Elle porque sé de los contactos de mi padre y de lo que es capaz. Sigo firme con lo del divorcio, el cual obtendré dentro de dos meses porque firmamos un acuerdo que tiene validez legal.

Dicho eso, se da la vuelta y entra a la casa.

Me quedo parado en el jardín, frustrado. Pensé que esta sería una oportunidad para arreglar las cosas, pero ella no quiere que me acerque y no deja de mencionar el divorcio.




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