Lo que calla el corazón

Capítulo 13: Victoria

No sé por qué pensé que todo sería fácil y que Calix sería feliz con su libertad. En lugar de eso, aquí estamos, en una rueda de prensa, a punto de hacerles creer a todos que somos un matrimonio feliz que fue víctima de la prensa sensacionalista.

Miro a Calix, que permanece de pie leyendo el discurso. Él no quiere leer, sino decirlo directamente para que suene natural y no ensayado. Mi parte ya me la aprendí. Ventajas de llevar años con lo mismo.

Calix se levantó con náuseas, al igual que yo, y Marge, que sabe de mi embarazo, mencionó que quizás él está teniendo síntomas similares. Sin embargo, no lo creo posible. No suelo darle crédito a esas suposiciones.

Estoy segura de que su problema es el estrés. Aunque no parece mostrarlo, sé que es así. Los hombros tensos y la mandíbula apretada lo delatan.

Él aparta la mirada de la hoja y se encuentra con la mía. La mantengo porque no tengo nada que ocultar, salvo el bebé que llevo en mi vientre.

Él entrega la hoja al jefe de prensa y se acerca justo cuando mi padre aparece frente a mí, tan severo como siempre.

—Me alegro de que hayas entrado en razón, Victoria. Por favor, no vuelvas a actuar sin pensar en tu familia y el legado.

Ruedo los ojos y elijo no responder porque sé que es una pérdida de tiempo.

—Osvaldo, no le hables así. Ella no es responsable de lo que pasó —dice Calix colocándose a mi lado—. No necesitamos más enfrentamientos, así que te pido que mantengas la distancia. Tori y yo lo manejaremos.

Mi padre asiente y se aleja sin agregar nada.

Tiene un carácter fuerte, pero con Calix no se mete porque sabe que perderlo a él sería perder también la empresa. Además, en el fondo, lo admira y lo quiere como a un hijo. Es el reemplazo de John.

—No necesitabas intervenir. Sus palabras ya no me afectan.

—De todas maneras, no tiene derecho a hablarte así, y menos en mi presencia.

—Nunca te importó antes. ¿Por qué ahora sí?

Me atrevo a mirarlo.

—Nunca te trató así cuando yo estaba presente —aclara—. Tal vez fue frío y tosco, pero no recuerdo que te menospreciara.

—Siempre ha sido así, aunque no lo hayas visto. Recuerda que esto tiene tiempo de caducidad.

Él suspira.

—¿Podemos hacer una tregua? En cinco minutos tendremos una rueda de prensa y debemos parecer enamorados, no como si quisiéramos tirarnos con los libros.

—No digas tonterías. De última, nos tiraríamos con los platos. Los libros son sagrados.

Dibuja media sonrisa.

—Buen punto. En todo caso, serían los libros aburridos de la biblioteca, esos que están de adorno y nadie lee.

—Preferiría los platos.

—Bien, los platos.

Reímos. Compartimos una mirada. No veo frialdad en sus ojos, aunque tampoco puedo decir qué es lo que noto.

No recuerdo que hayamos compartido un chiste y nos riéramos abiertamente.

—Ya estamos listos —interrumpe el jefe de prensa—. Suban, sigan el guion. Pueden responder dos o tres preguntas siempre que se sientan cómodos. Si no, se despiden y yo me encargo.

—¿Listo? —pregunto.

Él toma mi mano y lo permito, ignorando lo que el simple contacto produce. Entrelazamos los dedos y salimos ante los periodistas interesados en lo que tenemos que decir. Todavía no entiendo el interés, pues no somos famosos que la gente admire o siga.

Nos colocamos frente al atril. Calix se acomoda frente al micrófono sin soltar mi mano.

—Buenas tardes. Creo que todos saben el motivo por el que estamos aquí. Se han dicho cosas sobre nosotros y nuestro matrimonio que son mentiras. Tori y yo no vamos a divorciarnos. Es verdad que tuvimos una pequeña crisis, como suele haber en todo matrimonio, pero supimos resolverla y hoy estamos juntos y enamorados —me sonríe y casi siento que es real. Yo asiento, sonriéndole de vuelta para mostrar complicidad. Él vuelve la mirada al frente—. La noticia que salió fue filtrada por alguien que solo quiso perjudicarnos o ganar dinero. No sabemos quién es, pero ya estamos tomando cartas en el asunto —me mira—. ¿Quieres agregar algo?

Asiento.

Da un paso atrás y me da lugar. Tomo aire, lo exhalo y me acerco al micrófono, lista para decir lo que debo.

—Solo quiero aclarar que Calix y yo no nos casamos para salvar su empresa; simplemente se dio en ese momento. Mi padre ya le había ofrecido el apoyo porque vio en él a un joven brillante que podía con todo, y pensó que nadie mejor que él para ayudar con la administración de nuestra empresa, dado que mi hermano decidió hacerse a un lado y yo no me interesé —hago una pequeña pausa—. Calix y yo nos conocimos en la secundaria, aunque estábamos en diferentes grados. Cuando nos volvimos a encontrar, conectamos, nos enamoramos y decidimos casarnos. Yo no sabía por los problemas que él tenía con la empresa de su padre, y él no dijo nada para no hacerme creer que estaba conmigo por interés —sonrío controlando las náuseas, que no son del bebé—. Reafirmo lo que él ya dijo: no vamos a separarnos. Gracias.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.