Lo que fuimos en Saturno

Capitulo 1

Y mira tú,  estaba buscando una estrella y encontré una galaxia.
-Ron Israel.
 

Narrador Omnisciente

Londres el paraíso para unos, pero el infierno para  otros.

Era invierno,  esa tarde el frío viento soplaba con fuerza, el sol no se veía ni siquiera un poco,  parecía esconderse con esmero para no presenciar lo que iba a pasar allí, las calles estaban tan vacías y teñidas de gris como las de una película de terror, pues nadie quería salir más de lo necesario para evitar coger una pulmonía, pero ni el invierno puede parar a dos niños de nueve años con ganas de jugar.

Se las arreglaron muy bien para salir de casa e ir al parque,  el cual obviamente estaba vacío,  todas las atracciones estaban cubiertas por una fina capa de nieve, poniendo un pie dentro corrieron hacia el columpio.

Para los adultos un columpio no tiene nada de interesante, pero para ese par de niños era de las mejores cosas que existían,  con el puedes imaginar que muchas cosas,  que es un barco,  el portal a otro mundo o en su caso una nave espacial, que los sacaría de este oscuro y doloroso planeta y los llevaría a un lugar mejor, para el a la luna y para ella hasta ese planeta de numerosos anillos que la maestra de ciencias les había enseñado días antes en los libros de la escuela y que se veía muy prometedor.

Pero lastimosamente el clima no hace excepción de personas a la hora de afectarnos, sus cuerpos tiritaban del frio,  sus dedos temblaban levemente y sus dentaduras chocaban,  creando un ruido como el de un cascanueces, pero aunque sus cuerpos estaban sufriendo por el inmenso frío sus corazones estaban cálidos de la felicidad y eso era lo más importante para ellos,  porque ¿de que sirve tener un cuerpo sano si tú corazón esta enfermo? De nada, es más fácil curar el cuerpo que el corazón.

Hilary estaba sentada en el columpio,  aferrándose lo mejor que podia a la cadena que sostenía la atracción  y el pequeño Max la empujaba hasta donde sus fuerzas se lo permitían.

-Ya estamos por llegar a la luna-anuncio él, emocionado y sin dejar de empujar.

La pequeña arrugo las cejas y frunció los labios,  como hacia cada vez que algo no le agradaba.

-Max-le llamo por el diminutivo de su nombre - no iremos a la luna, todos van allí muy,  nosotros vamos a Saturno- le corrigió ella sonriendo como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

El sin pensárselo mucho le dio la razón, como cada vez que ella decía algo,  pues nada le gustaba más que ver los bellos hoyuelos que se formaban en sus mejillas al sonreír.

Para él ella era la niña más bonita que conocía- y de verdad conocía a muchas niñas,  sus primas y todas las de su escuela- sin embargo,  ella era la única con quien quería jugar y estar todo el tiempo,  además nadie podia negar lo adorable que se veía con sus rizos color cobrizo cayéndole con delicadeza por sus pequeños hombros y el color azul de sus ojos,  era lo que más lo hipnotizaba de ella, parecía estar viendo el cielo antes de una tormenta.

-Entonces iremos a Saturno y cuando estemos allí nos casaremos, tendremos un perro y un conejo, un gato no porque se comería al conejo- le aseguro.

A sus nueve años su sueño más grande era casarse con ella para estar siempre a su lado, pues nada odiaba más que cuando venían las vacaciones y ella tenia que ir a Nueva York para visitar a el resto de su familia, eran semanas eternas para el.

Ella se rio cuando menciono el no tener un gato, aun recordaba cuando el lloro porque el gato de su vecina se había comido a Li su coneja (la había llamado así porque era una referencia al nombre de la pequeña,  Hilary, para el su pequeño mundo orbitaba alrededor de ella) y tuvo que darle el conejo de peluche con el que dormía porque el gato no seria capaz de comérselo y el dejaría de estar triste,  aunque gracias a eso paso muchas noches con miedo,  pues el conejo de peluche era quien la cuidaba de los monstruos que se ocultaban en el armario.

La pequeña estaba feliz con la idea, pero entonces recordó lo que su padre le repetía siempre y se preocupo.

-Si, pero no le digas a nadie porque mi papá no me dejara tener novio hasta los treinta y no se si me deje ir a Saturno contigo- le pidió.

Hilary era la luz de los ojos de su padre y era comprensible al ser hija única,  además de ser el vivo retrato de su madre.

El pequeño dejo de empujarla y se sentó en el columpio a su lado,  tomando su pequeña mano entre las suyas.

-No importa yo te voy a esperar hasta que tengas esos años y después nos iremos a Saturno,  sin que nadie lo sepa-le prometió.

Ella se lo pensó unos segundos, no quería dejar a su familia sola y irse porque eso le causaría mucha tristeza a su papá, sin embargo si quería casarse con Max y ir a ese planeta que le quitaba el sueño.

-Mejor hagamos una promesa- propuso la pequeña-Nunca nos vamos a separar como los adultos-dijo recordando el divorcio de los padres de Max,  aun no comprendía por que si dos personas se querían tanto se terminaban separando.

-Hecho-le sonrio el niño-es una Maxli promesa-extendio su mano y finalmente sellaron su promesa como siempre lo hacían, estrechando sus manos llenas de saliva.
  
En esa etapa de la vida sus prioridades eran ser felices juntos,  nunca separarse pero todo en la vida esta en un cambio constante y las prioridades van evolucionando de acuerdo a las etapas y necesidades que tenemos.

Ellos no se esperaban que su historia de amor que florecería en Saturno, se marchitara en la tierra y que solo quedará recordar todo lo que fueron en Saturno, pero no iban a poder ser ni en sus mejores sueños en la tierra.
 

¿Sera que si una historia de amor muere puede crearse otra?,  ¿se puede amar con el corazón roto y puedes amar a la misma persona que te lo partió?,  y sobre todo ¿Qué pasa cuando el amor no puede con todo?.

❤❤❤❤

Hilary
Ocho años después




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